jueves, 17 de diciembre de 2009

RELÁNGRAFOS



A medida que se escapa el verano, la luz de la tarde se resiste a dejarse devorar por la noche.


Un placer insustituible del cuerpo: zambullirse en el mar y dejarse esclavizar por sus inquietas olas.


Los peces alevines se divierten porque no tienen que ir a la escuela.


La muralla de Tossa conserva una dentadura inmejorable con la que muerde el cielo azul.


¿De qué lecho de pasión se ha levantado este viento tan cálido?


Un deporte oculto: practicar el sexo durante la siesta.


En la playa se aprende también a ser invisible cuando bajo el techo inmensurable del cielo se extienden los incontables techos de los parasoles.


Sexo agresivo: el mar echando espumarajos al golpearse contra las rocas de los cantiles.


La naturaleza da vida a los cuatro elementos: al viento le da voz; a la lluvia, llanto; a la tierra, hogar, y pasión al fuego.


Un soneto bien hecho es aquel cuyo contenido emociona tanto a la cabeza como al corazón sin que se noten los sonsonetes de las rimas.


La poesía de José Hierro vuela de la tierra al cielo, del infierno al paraíso, del invierno al estío, de la noche al día, del hedor al aroma, del negro al blanco, de la tristeza al júbilo, de la vejez a la juventud...


Sólo en el verano es posible escribir y vivir letras y músicas como "Yo quiero bailar toda la noche..."


En España nadie ha pintado la noche y los seres que la pueblan como Goya.


Un jardín vuelto a regar después de algunos días en verano es un nuevo Lázaro.


Dafne podrá no estar en mi laurel; pero sí la esperanza y otros sueños.



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