jueves, 24 de diciembre de 2009

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Los amigos (4)







Hace pocas noches en la cena habitual de estas fechas navideñas con los amigos de la profesión, esta profesión tan difícil e ingrata que consiste en formar futuras generaciones, les decía a esos amigos en el poema dedicado a ellos que la verdad no hay que buscarla muy lejos, sino en el mundo más cercano a nosotros, en el trabajo, en las ocupaciones cotidianas, en la familia, en los encuentros con los amigos, de quienes cabe esperar siempre algún milagro. Y son ellos, los amigos que nos van quedando, ese milagro cotidiano que esperamos. Pero también están los otros amigos cuyo recuerdo viene en estos días tan especiales porque son únicos a ablandarnos un poco más el corazón. Uno de ellos es el poeta Antonio Matea, compañero de tertulias y aficiones, que se fue el año pasado y al que conocí hace más de treinta años en la tertulia de otro poeta, José Jurado Morales. Ayer pasé por su casa para saludar a su viuda y me enseñó una placa que la Peña de Albacete de Madrid le entregaron a su hija en un acto de homenaje en el que se recitaron poemas suyos y se evocó su figura. Junto a Antonio, conocí en la tertulia de Jurado, que se celebraba los sábados por las tardes en su casa de Borrell de Barcelona, a otros poetas amigos cuya amistad me sigue durando, como Sérvulo, Esther, Membrive, Milagros, Visi, Encarna y un largo etcétera, y de otros me sigue acompañando su entrañable recuerdo, como Espejo, Rincón, Carreta o el propio Jurado Morales. La tertulia de Borrell, con la triste marcha de este último desapareció, pero un grupo de poetas de los que allí acudían en busca de alicientes poéticos abrió una nueva tertulia en el Círculo Artístico de Barcelona, adonde yo acudía de vez en cuando a verlos y a cambiar con ellos poemas y sueños, y nuevos amigos vinieron a aumentar mi amplia lista de confraternidad en la poesía, como Ambrosio o Florencio, que aún siguen compartiendo conmigo actos literarios y presentaciones de libros en el Ateneo barcelonés en la tertulia que allí celebran algunos viernes y en la revista poética que dirigen, llamada significativamente El laberinto de Ariadna, que yo identifico con el acto de crear.


Cuando mudé mi domicilio a Cerdanyola, que fue el año 1981, entre Carreta, Matea, Encarna y yo, todos vecinos de la ciudad vallesana, creamos nuestra propio grupo, con tertulia incluida, al que denominamos Viernes Culturales. Desde entonces, pese a la marcha forzosa de Carreta y Matea (después se nos unió Miquel Sánchez), el grupo ha seguido su andadura con desigual fortuna, aunque de todo ello surgió, y esto es lo que me llena de orgullo, un Premio de Poesía con el nombre del Grupo que va ya por la 32ª edición, que ya es decir. Esta retahíla de datos y experiencias literarias la ha provocado el recuerdo de Antonio Matea, poeta del barro, del que ya he hablado en este blog. Quiero, sin embargo, añadir unos versos suyos donde se aprecia su enorme entrega a la vida y la poesía por igual:




"Regreso en tren,
Las vías son carriles
paralelos y angostos, mugre y ruido.

¿Quién soy? ¿Regreso...?
Ni yo mismo quisiera formular más preguntas.
¿Estás? ¿Te fuiste? ¿Te quedaste
pegado en la pared como un recuerdo?

La Mancha sigue impresa
justo en el corazón,
como una llaga.
(...)

El baúl de los recuerdos
pleno de catedrales y sortijas."

1 comentario:

  1. A ver si no eres tan "mandroso" y te dejas caer por la tertulia necesitamos a poetas de tu valía.

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