jueves, 10 de diciembre de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Literatura y Cine (1)









Siempre he sentido predilección por los libros de Cine y si su contenido está relacionado con la Literatura, la preferencia es aún mayor. Hace días acabé de ojear un libro que hablaba de los dos temas íntimamente conectados, Las cien mejores películas sobre obras literarias españolas, de David Felipe Arranz, cuya edición (Cacitel, S.L, 2009), sin embargo, contiene numerosísimas erratas tipográficas, que a veces se convierten en horribles fallos ortográficos, como escribir extraperlista (así, con X) en vez de la palabra correcta (pág. 218), y algún otro error de bulto, como confundir Francisco de Rojas con Fernando de Rojas (ver las Consideraciones sobre La Celestina, página 103), o escribir José Luis Suárez en vez del nombre del conocido actor José Luis Gómez (ídem, pág. 207), por citar dos ejemplos. Pero en lo demás debo decir que el libro es sumamente interesante y desde aquí aconsejo su lectura a todos quienes aman tanto nuestro Cine como nuestra Literatura. A mí me ha servido para reflexionar sobre lo cinematográficos que son muchos de nuestros escritores más representativos pertenecientes a todos los movimientos y épocas literarias. Y así me he tomado la libertad de hacer un pequeño estudio fílmico-literario en el que se relacionan títulos de nuestra Literatura más emblemática con otros de nuestra filmografía más celebrada.
Dejando aparte el Poema de Mio Cid (Anónimo de mediados del siglo XII), que cuenta en verso las hazañas del caballero don Rodirgo Díaz de Vivar primero en su lucha con los árabes durante el destierro de que ha sido objeto por parte del rey Alfonso VI y luego vengando el ultraje que le han hecho los infantes de Carrión a sus hijas tras reconciliarse con el Rey, hazañas que fueron llevadas al cine por el director americano Anthony Man en 1961, interpretando el papel de don Rodrigo Charlton Heston, y el de su mujer doña Jimena, Sophia Loren, entre otros, el primer título destacado de nuestra Literatura, a caballo entre la Edad Media y el Renacimiento, es sin duda La Celestina (primera edición de 1499), de Fernando de Rojas. La historia de los amores entre Calisto y Melibea, llevados a la práctica gracias a la intercesión de la alcahueta Celestina, fue llevada al cine en 1969 por el director César Fernández Ardavín, donde Amelia de la Torre interpreta a Celestina y Elisa ramírez y Julián Mateos encarnan respectivamente los papeles de Julieta y Romeo. También el director Gerardo Vera, aunque de modo menos afortunado, llevaría a escena la obra inmortal de Rojas en 1996, con Terele Pávez en el papel de Celestina y Penélope Cruz y Juan Diego Bota en los roles de Melibea y Romeo, respectivamente.
Son más numerosos los títulos literarios pertenecientes al Siglo de Oro que inspiraron sendas películas. El primero, cronológicamente hablando, es El Lazarillo de Tormes, anónimo de 1554, cuyas aventuras habidas al servicio de varios amos, entre los que destacan el ciego de Salamanca, el clérigo de Maqueda y el escudero de Toledo, llamaron la atención de directores cinematográficos como Florián Rey, que la llevó a la pantalla en 1925. Aunque fue el citado César fernández Ardavín quien supo mejor reflejar el ambiente de miseria que se vivía en aquella España del siglo XVI, si bien recoge las aventuras del Lázaro más niño. Fue en una cinta de 1959 cuyo protagonista fue encarnado por el niño italiano Marco Paoletti.
El Quijote (Miguel de Cervantes, 1605) y sus ideales caballerescos al servicio de los más débiles fue objeto de diversas miras cinematográficas, desde la del español Rafael Gil de 1947, en blanco y negro, que se basó en las dos partes de la obra cervantina y es la versión más fiel a los designios de Cervantes, que hace renegar de su pasado al hidalgo en su lecho de muerte, al ruso Grigori Kózintsev de 1957, donde don Quijote muere sin renunciar a sus ideales caballerescos y añade algún pasaje que nunca antes había sido llevado a la pantalla como el del caballero enfrentándose al león. En la versión de Rafael Gil Rafael Ribelles encarna a Alonso Quijano, Juan Calvo a Sancho, Sara Montiel a la sobrina, Julia Caba Alba al ama o Fernando Rey a Sansón Carrasco, por citar unos cuantos actores.
También el Teatro Nacional, representado por Lope, Tirso y Calderón, tentó a más de un director de cine. De Lope de Vega fueron escogidas principalmente dos de sus mejores producciones: Fuenteovejuna y El perro del hortelano. La primera fue publicada en 1612 y narra lo sucedido en este pueblo de Córdoba en el siglo XV en el que todos sus habitantes se sublevan (y acaban ajusticiándolo) contra el comendador Fernán Gómez de Guzmán tras haber ejercido el derecho de pernada en la persona de Laurencia, joven esposa de Frondoso, a quien previamente había encarcelado y torturado. La película del mismo nombre fue dirigida en 1947 por Antonio Román, contó con la colaboración de Pemán y fue interpretada por Amparo Ribelles en el papel de Laurencia, Fernando Rey en el de Frondoso y Manuel Luna en el del Comendador, entre otros. En cuanto a El perro del hortelano, de 1618, desarrolla el dicho popular "El perro del hortelano, que ni come ni deja comer", cuenta la historia ocurrida en el siglo XVII con Diana, condesa de Belflor, que encaprichada del apuesto Teodoro, a su vez enamorado de Marcela, dama que sirve a la condesa, hace todo lo posible para romper la relación que existe entre los dos jóvenes, y que una vez conseguido su propósito, se olvida de Teodoro. Pese a estar en verso como las otras comedias de Lope, eso no fue obstáculo para que la directora de cine Pilar Miró la llevara a la pantalla en 1996 con los diálogos originales de Lope, si bien arreglados algunos por Rafael Pérez Sierra, experto en nuestra literatura clásica. Emma Suárez hizo de Diana, Carmelo Gómez de Teodoro y Ana Duato de Marcela, entre otras interpretaciones.
El alcalde de Zalamea, escrita en 1636 por Calderón de la Barca, el otro gran dramaturgo en importancia dentro de nuestro teatro nacional del Siglo de Oro, cuenta una historia parecida a Fuenteovejuna, salvo que aquí el padre de la joven violada Isabel es Pedro Crespo quien, ejerciendo la autoridad que le confiere ser alcalde del lugar, juzga y condena al culpable de tal delito que no es otro que el capitán Álvaro de Ataide, precisamente hospedado en casa del alcalde y pagando así la generosidad del anfitrión con tal horrible ultraje. Historia tan apasionante no podía pasar inadvertida y así numerosos directores de cine la llevaron a las pantallas. En 1914 lo hicieron Adriá Gual y Enrique Jiménez en España, mientras que en Alemania la llevaba Götz Neumann con el título Der richeter von Zalamea. Finalmente, fue el director español José Gutiérrez Maesso quien colocó a El alcalde de Zalamea en las carteleras en 1953. Manuel Luna encarnó la figura de Pedro Crespo, Isabel de Pomés la de Isabel Crespo y Alfredo Mayo la de Álvaro de Ataide entre otros.
Basada en la obra de Tirso de Molina El burlador de Sevilla (1630), pero también en la de José Zorrilla Don Juan Tenorio (1844), en las que se habla del mítico seductor de mujeres que, una vez conseguidos sus favores amorosos, las abandona, para acabar condenándose en la obra de Tirso y salvándose en última instancia en el drama romántico de Zorrilla por el favor de doña Inés, que ha intercedido por él al Cielo tras haber mostrado arrepentimiento en el momento de morir. La figura de don Juan ha sido llevada al cine en multitud de ocasiones (Don Juan, por Alan Crosland, 1926; Don Juan en los infiernos, por Gonzalo Suárez, 1991; o Don Juan, por Jacques Weber, 1998). Pero fue el director José Luis Saenz de Heredia quien en 1950 llevó con más éxito a las pantallas las aventuras del famoso burlador de mujeres, interpretado con solvencia por Antonio Vilar y ayudado por otros actores y actrices tan importantes entonces como María Rosa delgado, que hace de doña Inés, Enrique Guitar de don Luis Mejía o José Ramón Giner de Ciutti, el fiel servidor de don Juan.

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