jueves, 26 de agosto de 2010

LA POESÍA DE ESPRIU EN CASTELLANO

Regreso a la paz de Espriu para traducir y presentar algunos poemas de LES HORES (1952), un libro cercano a CEMENTIRI DE SINERA, con ese gusto tan suyo por la metafísica y la preocupación constante por la muerte como reafirmación del destino humano.







Espera

Entonces diré: “Cimas y nubes
y tierras lejanas y la lenta
herida del río y el incendio
del cielo, muchos crepúsculos
sobre el desierto y viejos árboles
queridos como dioses, aún retornan
hacia los hombres.
Pero yo, que esperaba este día,
he aquí que estoy muerto.”


Tardor

El viento, los bosques
mueren besando la lenta
luz de la tarde.
Ejércitos de noche vienen
por los caminos solitarios.


Arbre

Yo te soñé, majestad invisible,
cernida sobre el viejo nombre de cada cosa.
Arraigado en el dolor de la ceniza,
sólo un hombre, te llevaba, sepulcro,
padre muerto, dentro de mí, en silencio,
y te llamaba con palabras de viento,
de antiguos milenarios, que la ira encienden.
Nunca has respondido a la llamada
y me dejabas en temor de noche, fuego secreto,
alta llama, árbol de Dios en la noche.


A l’alba

Yo no sé qué fría noche
me alejaba
de tu silencio.
Te miré al alba
por última vez.


Oració en la teva mort

Cuando robles nostálgicos
de verdes de mar inician
mensajes crepusculares,
queriéndote fuego,
pido nueva luz,
que estés en altares
donde queman ardientes
silencios de alas,
encendido cristal, más llama,
luz de canción sencilla.


Seqüencia

Ayer tan sólo, y ya sin huellas
de dolor leal que te acompañe
donde estás perdido. Llama
extinguida, ceniza
de una palabra que se muere.
Tu recuerdo,
luz de tardes lejanas.


Camí de mar

A la conquista
de servidumbres principescas,
alma, nave viajera,
caminas al azar, sin luz,
por la lucha de un día.
Y al siguiente,
todo es ya tiniebla.


Vianant

Soporto abismos
y el secreto de la llama que da
una esperanza de luz.
Las luces de la tarde
encienden paciente felicidad
tras las puertas
del palacio solitario.
Como el humo, como la yedra,
como el viento de las altas,
silenciosas llanuras,
velo, abrazo, rondo.
Me llaman para unirme
con rebeldes que acatan
disciplinas de lluvia.
Avanza en sueños
el caminante. Late
como un corazón en el silencio,
el paso del caminante.



Viatge d’hivern

La lluvia llama siempre
sobre la fuerza de Dios,
pero yo sólo reposo con silencio
porque el tiempo ha pasado.
Sonrío al gran mensaje
de aquellas horas. Sólo
ahora sé que la sangre
me ha destruido el mundo.
Por un llano desierto
marino recorro de noche
mi invierno solitario.
Ignoro el lugar
de la isla de la esperanza:
sólo sé que la sangre
que no he derramado
me ha destruido el mundo.


Port de retorn

Perdidos en la lejana
dificultad del agua,
pasan veleros que llevan
la señal de los vientos
sufridos en la búsqueda
del puerto de la edad
donde reinan los viejos dominios,
hostiles fríos de mármol.
No los guía mi voz
por las olas amargas.
¡Que caigan al abismo
de una muerte sin gracia!
En la noche defiendo
la soledad ganada
con la victoria inútil
del oro y de la estatua.


Psyché

Desnuda, derrotada
por el fulgor del alba,
la viajera
llena de crímenes, inútil
vuelo vacilante, falena.


Retorn

El arquero gobierna
el noble vuelo armónico
de la saeta.
Fiel al tiempo, retorno
a mi callado origen.


Els jacints

Sentir sólo, saber de cada cosa
el simple, sencillo nombre,
caricia de abril sobre las nuevas hojas,
mientras la luz de lluvia de la tarde
se aleja de los jacintos lentamente.
Claro instante de la flor,
reflejada, guardada
tras la belleza de unas flores en mis ojos.
Después, ya por el aire,
apenas frágil recuerdo
más allá del verde intenso de hierba
que moja esta lenta lluvia.


Pontos

Al fondo de los ojos tranquilos del mar
he visto el sueño derrotado,
roto, del templo de un dios antiguo.
¡Ay, mármol frío del templo,
mi vida perdida contra el hielo de la palabra!
Sobre la roca desnuda de la muerte
sólo puedo alzar la alta columna
de este sufrimiento, un áspero,
solitario grito sin canción,
sin recuerdo del canto,
mientras negras alas de ventisca
se llevan la luz del día por las cárceles
del cielo y me reflejan,
invitándome a sufrir, más allá
de un profundo camino serenísimo,
los ojos tranquilos.

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