miércoles, 11 de agosto de 2010

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Una lectura para el verano


Aunque es bien sabido que el buen lector no necesita consejo alguno sobre qué lectura debe frecuentar y cuál no, desde mi blog, y guiado por mi propia experiencia, me permito la licencia de aconsejar sobre un tipo de lectura que viene siempre bien en todo momento. Me refiero a la lectura de terror. Imagínese leyendo a pleno sol, sentado sobre una hamaca de playa y junto a la espuma de las olas rompiendo en la orilla, una buena colección de cuentos de terror. Le puedo asegurar que el placer es inmenso. Allí, en medio del barullo de los bañistas, no podrán con usted fantasmas que valgan o amuletos terribles que con sólo tocarlos le pueden llevar a situaciones extremas. Por muy temerosos que sean esos fantasmas del libro o peligrosas las situaciones que presente dicho amuleto, usted se reirá de ellos en cuanto levante la vista de la página y vea el espectáculo que se mueve a su alrededor, en la arena o en el agua. Yo recuerdo un librito que compré estando en mi luna de miel en la Costa del Azahar y que leí de un tirón entre emociones y sobresaltos sin cuento. El librito se titulaba MIEDO y era una colección de relatos escritos por el inolvidable y ameno Noel Clarasó. Si no lo ha leído, le recomiendo que lo haga. Y ahora, en este agosto de 2010, a cuarenta años de aquel otro libro, estoy releyendo LOS MEJORES RELATOS DE TERROR, una antología de Alfaguara de 1999. No le puedo asegurar que sean exactamente los mejores relatos de terror los que contiene el libro, pero sí le garantizo unas inmejorables horas de lectura. En la antología presente podrá encontrar narraciones clásicas como El extraño caso del señor Valdemar, de uno de los pioneros del género Edgar Alan Poe, o La muerte enamorada, de Gautier, entre otras. Y muestras soberbias de autores como Bierce, Lovecraft o Wells. Y para abrir boca, le comento brevemente el contenido de, para mí, uno de los mejores relatos del conjunto, La pata de mono, de W. W. Jacobs, donde un amuleto constituido por una renegrida y consumida pata de mono disecada otorga tres deseos al que se los formula levantándolo con la mano derecha, aunque esos tres deseos sean algunas veces excesivamente dolorosos para quien se los pide.

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