miércoles, 16 de septiembre de 2009

POEMAS RESCATADOS






Les toca ahora el turno a tres poemas incluidos en la novela corta Cangilones que atribuyo a uno de sus personajes, el Alacrán, quien los reunió en un cuaderno que el protagonista encuentra mientras explora la casa de aquél.





LUGARES


Ando por esta senda
que tú y yo recorrimos tantas veces.
La casa de tus padres vestida por la yedra,
el rincón sombreado de la fuente,
el molino, tan vivo en otro tiempo,
ahora muerto, en ruinas sus paredes
y alejado del río. Es este el sitio
de nuestras citas, este
donde yo te esperaba ilusionado.
La arboleda ahí enfrente
estaba con sus olmos y los silbos
de las oropéndolas. Al verte,
todo se iba, todo se callaba:
sólo estábamos tú y yo y la solemne
promesa de no dejarnos nunca.
Y ahora todo ha cambiado de repente,
soledad y abandono, hormigas, rotas
botellas por el suelo en vez del césped
sano que sostenía nuestros cuerpos.

Ando por esta senda y me parece
que ando acompañado de los fantasmas
de ayer camino de la muerte.









PÁJAROS


Estos pájaros que oigo
en la vieja senda del río
ya no serán aquellos, cuyos cantos
y vuelos te llevaste contigo.

Sin embargo, suenan y vuelan como
como aquellos otros, repetidos,
como si un dios sin alma
quisiera mantenerlos simpre vivos.

Y si es así, ¿por qué a ti no te trae
para verte conmigo
y me coges la mano
y me llevas contigo?

Porque desde que tú te fuiste,
cada tarde que llego a nuestro sitio,
tengo miedo de volverme loco
y tu imagen se pierda en el olvido.

Que canten y vuelen estos pájaros.
De nuestro eterno amor serán testigos.













RÍO
Ya no hay plata en los álamos
ni pájaros cantores en sus ramas:
el invierno rabioso
llovió salvajemente sus mil aguas
y todo lo inundó: sus manos locas
revolvieron las cosas que en el alma
teníamos eternas: la arboleda,
el molino, la fuente, la cabaña
que entre los dos tejimos para amarnos,
la senda feliz que allí llevaba...

Y ahora todo está muerto y sin futuro
bajo esta agua alocada.
Y miro al cielo de luto y a esas nubes
que se posan sobre la blanca tapia
que rodean la tierra oscura y fría
bajo la cual descansas.

Y despierto y aliviado respiro
porque sigues, amada,
durmiendo junto a mí,
hermosa más que nunca en nuestra cama.

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