lunes, 14 de abril de 2008

PROCRIS

PROCRIS

I.
Una mujer semidesnuda, con el cuello manchado por la sangre de una herida, yace muerta en un prado verde y florido. La muerte y la vida. Un fauno, vida salvaje y natural, se inclina solícito sobre la mujer, mientras que un gran perro de caza, vida animal, vela sentado a sus pies. Al fondo una laguna de aguas quietas con pájaros y perros en su orilla. Amanece. Flota sobre la escena una atmósfera propia del mundo de los sueños. Este es el cuadro. Su autor, Piero di Cosimo, vivió el apogeo del Renacimiento y de Florencia. Era un hombre de humor caprichoso, capaz de las invenciones más extrañas. Como este cuadro. El cuadro se encuentra en la National Gallery de Londres con el título Un tema mitológico, y representa la muerte de Procris, último episodio de una leyenda antigua contada por Ovidio en sus Metamorfosis.

II.
En el cuadro falta el marido celoso, Céfalo, causante de la muerte de la infortunada esposa. Pero no el perro Laelaps, regalo de Diana a Céfalo. El can asiste a la tragedia como símbolo de fidelidad, virtud en la que ambos esposos tuvieron tan poca confianza. Con el mismo tema de los celos y con los mismos personajes, Niccolo de Correggio escribió un drama titulado Céfalo que se estrenó en Ferrara y luego se imprimió en Venecia, donde probablemente la conoció el pintor. Entonces, como ahora, las catástrofes y las muertes originadas por los celos eran muy corrientes. Un ejemplo fue el de Galeotto Manfredi, señor de Faenza, que fue descuartizado por orden de su esposa Francesca por haberle sido infiel. De ahí que tuviera tanta importancia el drama de Correggio, aunque le dio un final contrario al de Ovidio, pues en el quinto acto una diosa compasiva devolvió a Procris a la vida y se la entregó a Céfalo. A la muerte le sigue la resurrección. Ahora, a diario, los casos de celos salpican de sangre la pantalla de la televisión, el papel de los periódicos, la paz de las familias.



III.
La primera obra de Piero di Cosimo fue el paisaje de El sermón de Cristo que figura en la Capilla Sixtina. Los retratos y los cuadros del artista adquieren con el paisaje una atmósfera y un encanto especiales, pues siguiendo a los pintores holandeses contemporáneos como Jan van Eyck o Hugo van der Goes creía que el paisaje otorgaba un carácter decisivo al cuadro. Y así, La muerte de Procris está envuelta en la melancolía de un paisaje acuático bajo un cielo incierto. Garzas plateadas deambulan por la orilla, imagen del reino de los muertos, adonde Procris acaba de ingresar. El dolor, las lágrimas y el olvido la envuelven para siempre. Ahora, a diario, la muerte de las mujeres por celos aparece envuelta en la melancolía atroz de un paisaje urbano bajo un cielo también incierto. Una manta de papel de estaño cubre el cuerpo y hay policías deambulando por la acera como seres perdidos en el tiempo de la sangre.

IV.
Un fauno, orejas puntiagudas, cuernos y patas de cabrón, representante del mundo salvaje y la lujuria, se inclina sobre Procris. Ahora inútilmente. Antes, en vida, intentó seducirla. También inútilmente. Entonces el salvaje se vengó del desdén de Procris haciéndole creer que Céfalo la engañaba, provocando así la perdición y la muerte. Ahora, después de todo eso, se lamenta y se inclina con ternura sobre Procris.

V.
Piero di Cosimo, el creador de la pintura, era un solitario y vivía apartado de la gente. Una de sus aficiones principales era la alquimia, ciencia que había aprendido de su maestro. La alquimia y sus secretos palpita en La muerte de Procris. Los perros de la pintura son un ejemplo. Los alquimistas consideraban a la perra blanca de Corascene y al perro Armenio símbolos de los dos estados químicos antagónicos: lo sólido y lo volátil. Unirlos mediante el fuego era un paso importante para lograr la Piedra Filosofal. También había que sublimar en un alambique la materia muerta descompuesta para convertirla en la piedra blanca simbolizada por un cisne. Un cisne aparece también en el fondo de la pintura. El perro de caza lo vemos dos veces representado en el cuadro: una, en la orilla, vigilando la lucha de los contrarios, el perro negro y el perro blanco; y la otra, en primer plano, a la derecha, velando a los pies de su dueña difunta.


VI.
Más alquimia. El cuerpo muerto de Procris aparece envuelto en dos velos, uno rojo y otro dorado, colores que simbolizan los de la Piedra Filosofal: el rojo ardiente que convierte todo en oro. De un cuerpo muerto, de un hombre o una mujer, Eva o Adán, los alquimistas creían ver brotar un arbusto, el arbor philosophica, porque a la muerte de la materia le sucedía la resurrección, la liberación del espíritu, la transmutación material. En la pintura de Piero di Cosimo no brota el arbusto directamente del cuerpo muerto de Procris: lo ha pintado justo detrás, por encima de sus hombros y su corazón. Los alquimistas ven en el cuadro la victoria sobre la muerte, la inmortalidad, aunque con la intervención de las fuerzas naturales encarnadas aquí por el hombre salvaje, es decir, el fauno.

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