lunes, 14 de abril de 2008

El anillo de los señores y otros microrrelatos

El Anillo de los Señores
Cuando tras ciento cincuenta años los doce Señores de la comarca hubieron fallecido y sus tumbas cerraron completamente el anillo alrededor del panteón del Rey, se hundió la tierra del camposanto bajo sus sepulcros y debajo apareció el dédalo de galerías y catacumbas habitadas por los hijos de los hijos de los hijos de los siervos de los Señores. Se hicieron con las armas ocultas en el panteón del Rey y gobernaron la comarca con equidad y prosperidad. Y al fin vivieron felices para siempre libres de la tiranía de aquéllos.


Un relato de fantasmas
¡Qué momento más agradable! Me preparo un combinado. Pongo en el tocadiscos mi música de siempre y me siento en mi sillón favorito a leer una novela de fantasmas de Henry James, cuando caigo en la cuenta de que no tengo ni tocadiscos ni ninguna novela de Henry James.


Misterio
En una vidriera de Can Doménech de Cerdanyola hubo antaño pintados un pájaro y una flor. En la restauración que se está haciendo del edificio no aparecen por ninguna parte el pájaro y la flor. Can Doménech fue en un principio teatro casino para los veraneantes de fines del siglo XIX y, en la segunda década del XX, una lujosa torre de veraneo modernista con adornos en los arcos de la fachada, la verja de hierro de la entrada y las vidrieras. En una de esas vidrieras, de la que se apasionó la dueña de la casa, aparecían el pájaro y la flor. Y cuando la familia dejó el edificio por problemas económicos y éste se convirtió en los laboratorios farmacéuticos Doménech, el hombre encargado de modificarlo, que estaba enamorado de la dueña, cambió por otra la vidriera del pájaro y la flor por otra para regalársela a la bella señora. Y jamás se ha recuperado esa vidriera.

Las palabras escritas en la arena
Jesús miró a su alrededor, contrajo su rostro en un gesto de tristeza, y escribió en la arena estas palabras que enseguida borró para que nadie pudiese leerlas: "A pesar de que la humanidad no tiene remedio, debo seguir intentándolo."

El ratón infeliz
Una vez un ratón fue a una academia a recibir clases de maullidos, pero por mucho que lo intentó no logró emitir uno solo. Al cabo del tiempo fue a otra escuela para desarrollar sus patas en forma de garras de felino, pero todo fue inútil. Probó más tarde enamorarse de una gata siamesa de ojos azules, pero recibió a cambio burlas y zarpazos. Entonces un amigo del jardín donde vivía el ratón, apenado por los constantes tropiezos de su congénere, se acercó a él y le dijo: "Tú has nacido ratón y como ratón has de conducirte en la vida. Para ser feliz, lo primero que hay que hacer es conformarse con la condición natural que tiene uno."

El ojo metálico
Al fin el hombre ocupadísimo logró compaginar sus dos aficiones más perentorias, la lectura y el cine, con el invento del ojo metálico, que además le ofrecía la ventaja de caminar por la calle y ver quién le seguía sin girar la cabeza, pues le bastaba ponerse en la oreja el ojo metálico como el carpintero pone el lápiz. Lo de compaginar la lectura y el cine a la vez, lo probó una tarde que se tomaba una cerveza con su mejor amigo en el bar contiguo al cine del barrio. Mientras él se enfrascaba en la lectura le pidió a su amigo que una vez entrado en la sala se colocara el ojo metálico sobre la oreja. En efecto, a los pocos minutos le empezaron a llegar las señales del dispositivo; así que con los ojos de la cara devoraba los renglones del libro y con el ojo metálico que portaba su amigo no se perdía un detalle de las evoluciones de los personajes de la película ni de su hermosa fotografía. Sólo había que solucionar un detalle: captar también los diálogos del film. Pero eso vendría más tarde.


Las reliquias de Juana de Arco
La Doncella de Orleans, que fue condenada a morir en la hoguera acusada de brujería a los diecinueve años de edad y canonizada en 1920, fue enterrada en un lugar desconocido de Rouen a mediados del siglo XV. Parte de sus restos fueron descubiertos por un farmacéutico de París al hacer inventario del contenido de la botica que acababa de adquirir en una jarra de cerámica, con un pergamino doblado en su interior que decía que aquellos huesos eran las reliquias de Juana de Arco. Ni que decir tiene que ante aquel hallazgo se armó un revuelo de padre y muy señor mío. La rehabilitación de la heroica doncella que ya llevaba haciéndose desde el mismo siglo de su desaparición, adquirió dimensiones extraordinarias, y sus llamadas reliquias fueron enterradas con el boato y respeto de una santa en un templo cristiano. Sin embargo, hace poco el científico Charlier, encargado de analizar los huesos y el fragmento de la ropa pertenecientes a santa Juana de Arco, llegó a la conclusión de que aquellos restos pertenecían a una momia egipcia y al fémur de un gato. ¡Vaya chasco! ¡Ah!, y respecto a lo del hueso de gato que nadie se extrañe. Según las costumbres de la época de la Doncella de Orleans, solían arrojarse gatos negros a las hogueras donde eran quemadas las mujeres acusadas de brujería.

La sombra
Durante el día la sombra era feliz aunque estuviera condenada a seguir a su dueño. Pero no soportaba la llegada de la noche, y no porque no se viera a sí misma pues sabía que siempre estaba pegada a la piel de su amo, sino porque, mientras éste dormía a pierna suelta y soñaba plácidamente, ella no tenía la capacidad de dormir y mucho menos la de soñar (¡le hubiera gustado tanto soñar en su enemiga la luz!).


La recriminación
"Le leí la historia y me recriminó que le hubiera devuelto el juicio", dijo Cervantes refiriéndose a Don Quijote.

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