lunes, 28 de abril de 2008

COSECHA AGRIDULCE

I

Lo peor del regreso

Lo peor del regreso fue volver
a ver la casa sola en la plazuela,
en medio de las otras aún vividas,
con los balcones ciegos, el tejado
amenazando ruina y las ventanas
y las puertas clavadas con olvido.
Lo demás se reía en torno nuestro,
el río, el puente, el cielo, las murallas,
el vino en las tabernas...Todo ajeno
a nosotros marchaba sin nostalgia.
Decían en el barrio que las cuatro
paredes de la casa algún mal día
se alzarían formando un restaurante,
un hotel o un asilo... Herida el alma,
soñábamos con ansia, deseábamos
que el recuerdo olvidara sus manías
y mantuviera perenne el mundo aquel
en que fue dulce Arcadia nuestra casa.
Ilusión de poeta, siempre vuelo
de nube vaporosa, esencia inútil
de humo tras el fuego, como el mundo.


Teatro

Brazos de amor sobre el dolor de antaño.
Sangre mezclada con aplausos.
Eurípides, Jasón, Medea, coros
y máscaras de mitos que en amargos
abrazos os mezcláis también con dioses
impíos, despistados.
Desde la alta terraza del Pretorio os conjuro
a que la espada del luto no abra tumbas
entre hijos y padres,
entre esposas y esposos...

Fémures de columnas,
capiteles traídos a traición
para morder el césped sin descanso,
entre bravos cipreses
cansados de dar sombra
a memorias de fuegos extinguidos.
y dioses fragmentados.

Jasón sigue la pauta de los mitos
y Medea obedece a las espadas.
Triunfa el dolor de nuevo y se hace antiguo
el rito de los celos entre máscaras.

Medea escribe a solas la gran sombra:
VENGANZA. Permanece
un pellizco de luto en el estómago
mientras un tren de cercanías, lento,
nos devuelve a los usos cotidianos.


Azar interior

Cuando cambia la música que alienta
la luz de nuestros cuerpos
despertando dolores olvidados,
cuando el verso más lírico de amor
cede el paso a la prosa del instinto
y el barro sólo es barro sin su duende,
columpios de la sangre,
vanos mares que rompen playas dulces
en sórdidos vaivenes.
Cuando Dios se aparta más de los caminos
por donde transita el hombre
haciéndose más sordo, más distante,
poniendo más difícil la sonrisa
y más fácil la duda... Entonces debe
seguir el corazón su río oscuro,
el azar interior que no le engaña.
Tal vez así, a relámpagos,
a ratos de poema,
venga un poco de luz en el vagón
perdido en los andenes
y el corazón acierte con la boca
del metro más cercana.




Declaración de principios

Vivir este presente, esta caricia
de invierno y de cerveza, estos donaires
de andamio consentido y cama alegre
donde el amor es cómplice del sexo.
Usar la voz de aquí, el gesto de ahora,
comprobar que la trama de la vida
no es alma de novela:
sólo huella y rastro y gesto y canto
de latido presente,
sencillo compromiso con la esencia
de ser antes que nada flor que muere,
fuego humilde que arde con la leña
que el día le depara con segura
certidumbre final de ser ceniza.

Y aprender del paso cotidiano
que todos somos barros en los dedos
del tiempo o de algún dios
que nos puso de pie una mañana.
Y sin embargo, crecer con madurez
de uva que algún día será vino.
Mientras nos va tejiendo verso a verso
el poema irrepetible
de derrotas y triunfos que es la vida,
cuando la infancia es siempre
y empuja la espiral hacia el futuro,
que a la vez es lealtad a los cimientos.


Estanque

El banco favorito. Y el estanque.
Los llantos de las tórtolas en el pinar vecino.
El aire acariciando los habanos
de las inquietas espadañas. Era
la tarde, el tiempo vivo.
Y nosotros, testigos del presente.
Como dioses. Sin pecado o condena.
Alimentándonos
con nuestro propio éxtasis.

Ni antes ni después,
la hora exacta, ésta
del agua que se empina en la espadaña
y del árbol que devuelve a la tierra
la esencia universal, total, del cielo.
Hora mágica y justa en que el labio enmudece
para que se oiga sólo la palabra
de la mañana niña, ésta que juega
con el sexo impoluto del nenúfar
y la pasión fogosa de la acacia.


Playa

Baila el mástil sobre el lomo del mar
y las gaviotas escriben en la arena
el mensaje del sol.
Sobre la piel irradia
el calor de este mayo que se esfuma
hacia el verano cada vez más próximo.

Mi sombra con su sombra
pegadas a la arena:
voz y silencio de la luz que aguarda.

El tiempo es un reloj que sólo sueña
en el beso lineal de sus agujas,
en el beso total de nuestras sombras.
Baila el mástil ausente.
Y de la arena, fuego rosa que besa,
Las gaviotas se esfuman en cenizas.


Desde el espejo

Porque sin duda la verdad del hombre
es este niño
que nunca quiso ser los ojos tristes
que le miran con miedo desde el fiel
e insobornable espejo.
Aquella otra verdad acaba ajándose,
aquella otra verdad que nos llovía
de manos de aquel Dios que nos miraba
jugar con la inocencia y se reía
y no decía nada, como siempre,
mientras ya la impaciencia nos echaba
inexorablemente al mar de los adultos.
Demasiada verdad para este niño
que nos sigue mirando desde el fiel
e insobornable espejo.

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