domingo, 8 de julio de 2012

Grandes poetas hispanoamericanos

José Ángel Buesa


El poeta que traigo hoy aquí es un poeta que descubrí recién llegado a Barcelona buscando en los libros de ocasión del Mercadillo de San Antonio, adonde iba todos los domingos por la mañana a encontrarme con los amigos más incondicionales que existen, los libros.
Desde el día en que me puse en contacto con la poesía de este poeta no he dejado de dar gracias por su hallazgo, pues parte de ella, aunque sea sólo el modo honrado de afrontar el acto creativo, va siempre en la mía.
El poeta al que me refiero es

José Ángel Buesa (1910- 1982)



Cubano de Cruces, es uno de los poetas más celebrados en su país actualmente. Durante un tiempo no muy lejano no hubo un programa de radio diario en toda Cuba que no recitara al menos un poema de Buesa.Y lo mismo ocurría en países vecinos como Santo Domingo o Puerto Rico. Músicos conocidos compusieron melodías para acompañar las letras de sus poemas, y hasta la televisión cubana escenificó Carta a usted (recordemos que fue precisamente un poema de su libro Oasis el primero que se recitó cuando se inauguró la televisión en Cuba). Junto al citado Oasis, Buesa publicó otros poemarios que no le van a la zaga, como La fuga de las horas, Babel, Prometeo, Canciones de Adán o Poemas en la arena.
No hay secretos para él en la construcción del verso y sabe cómo nadie armonizar la emoción con la técnica expresiva para así coincidir con el modo de sentir de sus lectores.
Comprobemos lo dicho más arriba leyendo uno de los poemas más famosos de José Ángel Buesa, el



Poema del renunciamiento:

“Pasarás por mi vida sin saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar,
fingiré una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte… y jamás lo sabrás.

Soñaré con el nácar virginal de tu frente;
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñaré con tus labios desesperadamente;
soñaré con tus besos… y jamás lo sabrás.

Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca… y jamás lo sabrás.

Yo te amaré en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar,
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos… y jamás lo sabrás.

Y si un día una lágrima denuncia mi tormento
--el tormento infinito que te debo ocultar--,
te diré sonriente: “No es nada… Ha sido el viento”.
Me enjugaré la lágrima… ¡y jamás lo sabrás!”

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