viernes, 20 de julio de 2012

Grandes poetas hispanoamericanos




De Argentina, a México. En poesía no hay distancia porque une las geografías, las razas, los pensamientos, por muy diferentes y opuestos que sean bajo la ley universal de la belleza y el sentimiento. La entrada anterior estuvo ocupada por el poeta argentino Jorge Luis Borges; la entrada de hoy, por el poeta


Octavio Paz (1914- 1998)



Ensayista y poeta, nació en la ciudad de México en medio de la Revolución Mexicana y fue educado por su madre (su padre, abogado de Zapata, se vio envuelto en la vorágine de la revolución) y por su abuelo paterno, quien le introdujo en la Literatura y la poesía desde muy niño. En sus primeros poemas se notan las influencias de grandes poetas españoles, como Gerardo Diego y Antonio Machado. Al acabar sus estudios universitarios viajó a España en plena Guerra Civil, poniéndose del lado de los republicanos. A su regreso a México se relacionó durante un tiempo con los poetas ultraístas, aunque enseguida buscó un camino personal, existencial y de problemática profundamente humana, alternando su quehacer poético con el ensayo (El arco y la lira, Cuadrivio, Sombras de obras, etcétera).
En su producción poética destacan obras como Libertad bajo palabra, Salamandra o Ladera este, que son a su vez agrupaciones de poemarios.

He aquí un fragmento de su
Elegía interrumpida:

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Rostros perdidos en mi frente, rostros
sin ojos, ojos fijos, vaciados,
¿busco en ellos acaso mi secreto,
el dios de sangre que mi sangre mueve,
el dios de yelo, el dios que me devora?
Su silencio es espejo de mi vida,
en mi vida su muerte se prolonga:
soy el error final de sus errores.

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
El pensamiento disipado, el acto
disipado, los nombres esparcidos
(lagunas, zonas nulas, hoyos
que escarba terca la memoria),
la dispersión de los encuentros,
el yo, su guiño abstracto, compartido
siempre por otro (el mismo) yo, las iras,
el deseo y sus máscaras, la víbora
enterrada, las lentas erosiones,
la espera, el miedo, el acto
y su reverso: en mí se obstinan,
piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,
beber el agua que les fue negada.
Pero no hay agua ya, todo está seco,
no sabe el pan, la fruta amarga,
amor domesticado, masticado,
en jaulas de barrotes invisibles
mono onanista y perra amaestrada,
lo que devoras te devora,
tu víctima también es tu verdugo.
Montón de días muertos, arrugados
periódicos, y noches descorchadas
y amaneceres, corbata, nudo corredizo:
"saluda al sol, araña, no seas rencorosa..."

Es un desierto circular el mundo,
el cielo está cerrado y el infierno vacío.

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