viernes, 23 de julio de 2010

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Historia de un cuadro





Hay a veces objetos y cosas nuestras que sufren como nosotros las mil y una aventuras, viajes, modificaciones... y han vivido con nosotros en su constante ir y venir momentos realmente entrañables; así que ya forman parte de nuestra misma vida. Es el caso de un cuadro, lienzo y marco, que tengo colgado en una de las paredes de Tossa. Los pobres han sufrido los efectos de mis caprichos pictóricos, especialmente el lienzo, claro, de los que hablaré a continuación. Respecto del marco, tiene para mí un valor sentimental impagable pues me lo hizo mi padre aquí en Barcelona poco antes de desparecer en la carpìntería de Enrique Granados donde trabajó un tiempo para enmarcar una vista de nuestra querida ciudad del Duero, vista que, desde nuestro barrio, abarcaba una gran parte del río, las aceñas, el Puente de Piedra, la muralla, la silueta de campanarios hasta llegar a la Catedral y el cielo azul lleno de vencejos. Algo parecido a esto:






Y el cuadro vivió un tiempo así en el piso de la calle del Olivo. Hasta que, ya casado, lo recuperé para mi casa de Horta y allí siguió mostrándome inmutable el recuerdo de mi ciudad natal. Hasta que un día me dio por figurarme el cuadro colgado verticalmente y busqué un motivo para él. Para entonces nos habíamos trasladado a Cerdanyola por motivos de trabajo ya que el Colegio donde enseñaba estaba situado en el Vallés, muy cerca de mi nueva residencia. El primer motivo que pinté fue la fuente de la Plaza Real y una adolescente dando de comer a las palomas. Poco duró porque no me acababa de llenar el resultado y le siguieron otros cuantos: un paisaje de Klimt con gallinas, el Jesús del Juicio Final de Miguel Ángel, la mujer con paraguas que camina por una calle de altos edificios blancos de Feininger... Éste último motivo lo pinté en los años de mi primer piso de Tossa, y por entonces, el marco sufrió un desperfecto considerable al clavar en él el bastidor de la tela. Y como no estaba dispuesto a deshacerme de algo que había entrado en contacto con las manos de mi padre, lo restauré con masilla y lo pinté de negro, que es el color que todavía tiene. En cuanto a la mujer de Feininger también desapareció bajo las pinceladas del siguiente motivo, la Mujer que lleva a hombros el Niño de Salve, María, de Gauguin, pintura de la que ya he hablado aquí en mi blog. Un tiempo ha estado esta María presidiendo muchas de mis siestas y saludándome por las mañanas nada más despertar. Pero también mi afán de buscar el motivo que más me llene para este cuadro que significa tanto para mí me ha conducido finalmente al que es hasta el momento el último motivo pictórico: Los amantes, de Picasso.


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