Mientras suena su voz inconfundible en el portátil, digo adiós a la dama del bolero y recuerdo otras noches de baile que vienen ahora a acariciarme el corazón. En la pista, agarrados, abrazados por la música romántica y desgarrada del bolero, nosotros dos nos volvíamos eternamente jóvenes gracias a Olga Guillot, cuya voz, aunque ella se haya ido, seguirá sonando en nuestra vida en común y haciéndola más rica. Ayer, 12 de julio, murió en un hospital de La Habana la llamada "reina del bolero" (había nacido en Santiago de Cuba en octubre de 1922). Su silencio nos ha dejado un poco huérfanos de aquellos momentos en que cruzábamos el suspiro de una pista de baile siguiendo el nostálgico rumbo de su voz. Desde que en 1961 dejara Cuba en oposición al régimen de Castro para instalarse definitivamente en México, su aceleró su carrera de éxito recibiendo el más importante espaldarazo tres años más tarde en el Carnegie Hall de Nueva York. Luego vendría su reconocimiento mundial al interpretar boleros como Miénteme, Tú me acostumbraste o La gloria eres tú, entre otros.
Mientras suena su voz en el portátil, quiero recordar una de las letras que más veces se han cantado, la de Tú me acostumbraste. Que sirva de homenaje.
Tú me acostumbraste
a todas esas cosas,
y tú me enseñaste
que son maravillosas.
Sutil llegaste a mí como la tentación
llenando de inquietud mi corazón.
Yo no concebía cómo se quería
en tu mundo raro y por ti aprendí.
Por eso me pregunto al ver que me olvidaste
por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti.
Por eso me pregunto al ver que me olvidaste
por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti.
Por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti.
Por qué no me enseñaste cómo se vive sin ti.
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