miércoles, 22 de octubre de 2008

LETRAS PARA EL OCIO

ESTRUCTURA Y CONTENIDO DE ANATOMÍA DEL MIEDO

El libro posee una estructura singular. Dos partes importantes, aunque muy desproporcionadas, componen su contenido: La primera (154 páginas) contiene los capítulos referidos al miedo (Cartografía de los miedos, El deseo de intimidar, El polo subjetivo: el carácter miedoso, El polo objetivo: el peligro, La angustia y los miedos patológicos, Otros miedos patológicos y Las fobias sociales). La segunda parte (66 páginas) contiene tan sólo dos capítulos referidos a la valentía (Aparece la valentía y Elogio y nostalgia de la fortaleza). Entre los puntos que más han llamado mi atención, destacan los siguientes: El miedo causa un triple estrechamiento corporal, psicológico y conductual de la conciencia (página 24). El estrés, la ansiedad, el miedo son funcionalmente útiles (28). La angustia es una "ansiedad sin desencadenante claro, acompañada de preocupaciones recurrentes, con una anticipación vaga de amenazas globales y con gran dificultad para poner en práctica programas de evitación" (25). Cita de Goethe sobre el miedo y la esperanza: "Tengo encadenados y alejados de la comunidad a dos de los mayores enemigos del hombre: el Miedo y la Esperanza" (41). La relación del miedo con la humillación disminuye aún más los recursos de la víctima (46). Referencia al terrorismo de ETA, que lleva muchos meses sin matar (el autor había publicado el libro antes del atentado de Barajas en el que murieron dos personas), hecho que la ciudadanía considera "como una recompensa. Y como teme perder esa recompensa, está dispuesta a hacer lo necesario para que eso no suceda" (48). Referencia al acoso escolar, que revela "el insidioso mecanismo del miedo". Los acosadores son clasificados en tres grupos: inteligentes (suelen ser más sociables que sus víctimas y son difíciles de detectar), poco inteligentes (fracasan en la escuela y enfocan su odio en los más débiles) y acosadores víctimas (49). "La manifestación de la furia es una forma doméstica de imponer el terror" (53). En Los poderes ocultos, los tabúes (57) se hace una especie de historia de los miedos y los terrores de la humanidad muchas veces causados por las supersticiones. El temor es uno de los resortes del poder político (63), con una referencia a Maquiavelo, que de eso sabía mucho; el autor italiano dejó escrito que el príncipe debe ser temido y amado, pero que si tiene que elegir, es mejor que sea temido. También el miedo guarda relación con las religiones, pues suele estar en el origen de todas ellas (67). El miedo es un modo de percibir el mundo. "Surge de la interacción de un polo subjetivo --el sujeto que lo siente-- y un polo objetivo --lo que el sujeto percibe como amenazador" (78). El profesor cree que en esta interacción está el meollo del problema. Depende de lo grande que sea un polo frente al otro. Lección de neurología (79): El autor describe las teorías de varios neurólogos (Papez, MacLean, Moruzzi y otros) sobre el funcionamiento del cerebro humano ante el peligro y pone en tela de juicio la separación radical entre el sistema nervioso central y el autónomo. En La propensión al miedo (85), cita varios escritores que estuvieron siempre inclinados a sentir miedo por todo: uno de los que más el citadísimo Kafka; también aparecen Virginia Woolf, Proust, Genet, Andersen o Rilke, que llegó a decir "Temo que al expulsar a mis demonios puedan abandonarme también mis ángeles (con referencia a la inspiración que necesitaba para crear); Woody Allen pensaba al contrario: "No creo que cuanto más angustiado estés seas más creativo. Al contrario, si uno está sereno su trabajo mejora. Nunca he estado angustiado por la idea de no estar angustiado." Existe una predisposición genética hacia la afectividad negativa, que hace a la persona más vulnerable a los estímulos negativos. (93) Los antiguos se equivocaron al creer que las emociones y los sentimientos vienen de fuera; están dentro de nosotros (96). "La afectividad negativa busca estímulos negativos, interpreta de modo pesimista los sucesos neutros, estrecha la atención (...), recuerda con gran precisión los hechos negativos(...), tiende a la rumiación y provoca una ansiedad desagradable (...), que está presente en muchos trastornos afectivos" (97). Referencia a los tres estratos de la personalidad: personalidad recibida (genéticamente condicionada), incluye toda la fisiología (funciones intelectuales básicas, el temperamento y el sexo). Personalidad aprendida o el carácter (hábitos efectivos, cognitivos y operativos); en ella se incluyen los miedos adquiridos. Personalidad elegida o la manera como una persona se enfrenta o acepta su carácter y actúa (proyecto vital y modo de llevarlo a cabo, los valores y la forma de enfrentarse a las dificultades); a mí me parece este punto fundamental para entender la tesis del libro (98). Los miedos se aprenden como las demás cosas, por condicionamiento, por experiencia directa, por imitación y por transmisión de información (101). Referencia a los cuatro tipos de aprendizaje del miedo: sucesos traumáticos (accidentes, violaciones, separaciones dolorosas, fracasos amorosos), sucesos vitales penosos y repetidos (humillaciones, agresiones, pequeños traumas), sociales por imitación de modelos y asimilación de mensajes alarmantes (una educación que insiste mucho en los peligros de cualquier situación puede desembocar en miedos) (102). Referencia a la resiliencia (capacidad de resistir y reponerse de los traumas), que se consigue por medio de la empatía, es decir, "la conciencia de la propia capacidad y el aprendizaje de la valentía", que es el punto principal de la segunda parte del libro (106). El miedo es una anticipación de un peligro y todos los peligros necesitan un sujeto paciente cuyos planes o situación o intereses amenazan (109). Referencia a los miedos más corrientes: la dificultad de vivir (111), temer a la muerte, la enfermedad, la pérdida de un ser querido, el dolor físico, la ruina... Miedo a las escenas violentas (112), a los conflictos y a cualquier enfrentamiento (115), a la novedad (117), a decidir (119), al aburrimiento ("la ausencia de estímulos puede vivirse como un castigo"); así que el alcohol, las drogas y otras búsquedas compulsivas de diversiones límites alivian ese malestar (121), a la soledad (121), al hundimiento de la cultura como fuente de seguridad (122), a tomar una postura firme para expresar las propias ideas, las necesidades o los sentimientos, incluso a reclamar sus derechos (123), a la dificultad de decir adiós o terminar una relación (125). Referencia a la vergüenza como desencadenante del miedo ("el tímido no se atreve a hacer muchas cosas porque se siente amenazado por la vergüenza"); aquí es miedo a tener vergüenza; tanto el miedo como la vergüenza son necesarios para vivir, aunque también pueden destruirnos si los exageramos (127). Referencia a la asertividad (132), que, en medio de dos extremos, la pasividad y la agresividad, consiste en la afirmación de uno mismo en situaciones en las que sus derechos han sido infringidos por otros intencionada o accidentalmente; se trata de eliminar los miedos corrientes y quejarse, reclamar, exigir los derechos, enfrentarse, decir no, pedir explicaciones... Referencia a la angustia y los miedos patológicos (135): un miedo normal se convierte en patológico cuando su desencadenante no justifica la intensidad del sentimiento. La psiquiatría trata seis tipos de miedo patológico: trastorno de pánico, fobias específicas (animales, sangre, agorafobia...), fobias sociales, estrés postraumático, trastornos obsesivos compulsivos, angustia (trastorno de ansiedad generalizada. (El diagnóstico del psiquiatra que me trata se refiere a estos dos últimos miedos.) El carácter expansivo de la angustia está relacionado con la dificultad del sujeto para discriminar la causa del peligro (139). "Una de las cosas que diferencia la angustia del miedo es la incesante rumia de preocupaciones, la continua producción de pensamientos angustiosos". El origen de la angustia hay que buscarlo en el temperamento vulnerable, la afectividad negativa del sujeto (141). El psicoanálisis es una terapia inútil para curar la ansiedad, porque mientras el paciente cuenta su angustia se alivia, pero luego volverá a buscarla sin animarse a ser libre (143). Otra diferencia entre la ansiedad y el miedo es que éste permite enfrentarse al peligro o huir, mientras que la ansiedad no hace más que dar vueltas (145). Referencia a las creencias que favorecen pensamientos angustiosos: responsabilidad exacerbada, perfeccionismo, creencia en la propia impotencia y en la incontrolabilidad y en la imprevisibilidad de los acontecimientos (147). A esto se llama inteligencia computacional, a la que el autor contrapone la inteligencia ejecutiva (149), "que intenta con éxito desigual iniciar, controlar y dirigir los procesos de la inteligencia computacional." Advertencia del autor de que es ante todo un filósofo y no un psiquiatra y que por lo tanto el libro es un libro de filosofía, no de psicoterapia (150). Referencia a los tratamientos de la angustia (150): farmacológicos (tranquilizantes, antidepresivos y betabloqueantes, con contraindicaciones claras necesitadas de otros tipos de terapia), técnicas de relajación, otras para cambiar el estilo cognitivo y el contenido de las creencias disfuncionales, técnicas para resolver conflictos. Cita de Albert Ellis para apoyar su tesis (151): Actuar, actuar, actuar contra mis ansiedades. Cuantas más acciones emprenda en relación con mis temores, menos tiempo y energías malgastaré obsesionándome con ellos." Referencia al pánico (155), fobia disparada por las manifestaciones corporales, una especie de fobia interoceptiva; "el mecanismo central del pánico es la interpretación que hace el sujeto de las sensaciones corporales. Las que para él son experiencias banales, son para él anuncios inminentes de una tragedia." Una referencia graciosa a Jardiel Poncela, que dijo que la medicina es el arte de acompañar al enfermo hasta la tumba consolándole con palabras griegas (156). Referencia a la hipocondría (158), que se da cuando la normal preocupación por la salud se convierte en una atención exagerada al propio cuerpo, "al que se somete continuamente a un escrutinio cauteloso, usando siempre unas catastróficas lentes de aumento, preparadas para detectar síntomas." Cree el profesor que es un hipocondríaco y que muchas cosas que le suceden se debe a eso. Referencia a los trastornos obsesivos compulsivos (161), patentes en ciertos rituales: de limpieza (miedos a la suciedad), de repetición (miedo a que algo ocurra si no se repiten una serie de acciones), de comprobación (temor a haberse dejado puertas o ventanas abiertas o cristales en el suelo por miedo a que alguien se haga daño), de acumulación (síndrome de Diógenes) y de orden. El miedo a los otros (167) es el que más influye en nuestras vidas, en nuestro carácter, en nuestra felicidad o desdicha ("El infierno son los otros", que diría Sartre). Referencia a las fobias de algunas situaciones sociales (169), como la del profesor que se enfrenta a una treintena de adolescentes cada día o la del conferenciante (personalmente, nunca he sentido esa fobia; al contrario, mi experiencia me ha proporcionado la suficiente mano izquierda como para sacar adelante cualquier conflicto de aula). En el fondo se halla todo en el miedo a ser evaluado (172). Repetidas alusiones a Kafka, como la que figura en una carta a Milena, un apólogo que explica el sentimiento de vergüenza injustificado (172). Referencia a la timidez (174) avalada por historias de personas tímidas anónimas. Dos clases de timidez: la temerosa (miedo a la novedad de las situaciones sociales y la intromisión de otros en la propia vida) y la acomplejada (el sujeto es el centro de atención y teme ser mal evaluado). Baste con esto.




















OTRA VEZ EL CINE

Todos los meses, al menos una vez, mi mujer y yo solemos ir al cine. El cine ha sido siempre una constante en el ocio de la pareja desde que empezamos a ser novios, allá por el año 65. Casi nada. Entonces los cines eran salas únicas y se daban los que se llamaban sesiones continuas, basadas en la proyección de dos películas. Claro que muchas veces nos perdíamos parte del argumento porque el amor que nos unía y las manitas con que regalábamos el placer del cuerpo eran siempre más importantes que las películas que estábamos viendo, ya fuera de romanos, del oeste, policiaca, de aventuras, de risa o de comedia. Allí, en la clandestinidad que proporcionaba la sala del cine, a oscuras y en la complicidad del acercamiento de los dos cuerpos enamorados, las manos y las bocas buscaban satisfacer lo que no podía hacer el resto del cuerpo. Los cines de entonces, los de los barrios cercanos al de mi mujer, fueron testigos de nuestros amoríos e inquietudes. Daba lo mismo que Drácula se levantara de su ataúd para iniciar su ronda de sangre, que Cantinflas hiciera reír con su verborrea, que Eddie Constantine se liara a mamporros con los contraventores de la ley, que Victor Mature, haciendo de Sansón, derribara en un esfuerzo sobrehumano las columnas en que se sustentaba el templo lleno de filisteos, que Gary Cooper, solo ante el peligro y en un pueblo lleno de hombres y mujeres atemorizados, acabara con la amenaza de los forajidos o que Allan Lad vengara la muerte del hombre que le dio asilo en su casa y diera muerte al diabólico Jack Palance en el bar del pueblo ante la mirada asombrada del chiquillo, o que los pájaros de Hitchcock atacaran la casa de la protagonista... Daba lo mismo; en cualquier momento el amor rompía la secuencia de la película porque de todos modos podían volver ver aquellas escenas. Aquellos cines fueron desapareciendo con el paso de los años: el Maragall, el Virrey Amat, el Odeón, el Horta... ¡Cuántos recuerdos se fueron con ellos!

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