lunes, 26 de mayo de 2008

La educación lectora del franquismo

La educación

Las listas de todo y sobre todo eran algo consustancial con la época a que nos referimos: lista de los libros que debían leerse, lista de las emisiones de radio aptas para escucharse en familia, lista de las películas lícitas para ser vistas por todos... Es oportuno citar a estas alturas las palabras de Pío XI en “Vigilanti cura” que el doctor Salicrú, presbítero catalán propugnador de normas morales de la época, cita en apoyo de su “Depuración ideológica, moral y estética del cine”: “Se hace necesario que el pueblo conozca claramente qué películas son lícitas para todos, cuáles son lícitas con reservas y cuáles son dañosas y positivamente malas. Esto exige la publicación regular de listas de las películas clasificadas, que deberán llegar fácilemnte al conocimiento de todos. Sería muy de desear que se puediese establecer una lista única para todo el mundo, porque para todos rige una misma ley moral.” El libro de referencia del doctor Carlos Salicrú se titula La educación, y es un documento de primer orden para comprender la moralidad del franquismo, habida cuenta de que, como dice el subtítulo de la obra, se trata de un “estudio normativo acerca de las obligaciones que impone la vida social”. El libro del doctor Salicrú observa parecida metodología que Hace falta un muchacho: apoyo continuado de las aseveraciones del autor en dichos y poemas de autoridades reconocidas nacional y mundialmente, dentro de una ortodoxia tradicional y conservadora. Dios es la idea central de la educación, es una de las primeras afirmaciones de La educación , avalada por estos versos:
“...El Ser que da luz al día
y al hombre fuerza y salud,
al logro de la virtud
los pasos del hombre guía.”
Y Salomón refuerza la educación moral exigible en todo tiempo: “Ejemplo de superiores, guía de inferiores”. “La educación del hijo será la honra del padre, y de su enseñanza le resultará la gloria de verle amado por todos los de la casa.” Etcétera. Tenemos deberes para con el alma. Los místicos nos hablan del “vuelo del espíritu”, de las almas que “vuelan como las aves que en el aire se purifican y alimpian”. La virtud es para Gracián “cadena de todas las las perfecciones, centro de las felicidades. Ella hace un sujeto prudente, atento, sagaz, cuerdo, sabio, valeroso, reportado, entero, feliz, plausible, verdadero y universal héroe. Tres eses hacen dichoso: santo, sano y sabio.” Acerca del valor de la sinceridad cita estas palabras de José Mª Salaverría: “Ser sincero, pero no cándido; este es el plan que conviene. Hay que ser hábil para descubrir la mentira en los otros, como sorprendemos un peligro natural, un abismo, un montón de cieno, un reptil asqueroso. Pero dejemos la mentira y el deshonor a las almas ruines y cobardes”. Para apoyar la necesidad de la abnegación cita el famoso soneto místico que empieza por
“No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido...”;
la humildad a Santa Teresa (“La humildad es la verdad”); la modestia a la Mitología, en las palabras que Júpiter dice a la modestia una vez que esta se queja porque es desplazada de todos los lugares del Olimpo: “Tú vivirás con todas las virtudes; a todas acompañarás”; el trabajo a Gabriel y Galán y al contrario, para demostrar que podemos ser esclavos de nuestras pasiones, el doctor Salicrú se apoya en Calderón de la Barca, en aquellas palabras que Diógenes dice al emperador Alejandro en “Darlo todo y no dar nada” Uno de los capítulos más interesantes de La educación, desde el punto de vista del tema que estamos tratando, es “La familia laboratorio de la educación”, y de los miembros que forman la familia el más importante es el niño porque es el ciudadano de mañana, por lo tanto, debe ser atendido perfectamente; para apoyar este aserto, el autor recurre al poeta bengalí Rabindranath Tagore: “Parece que la mayor parte de las gentes han olvidado que los niños son seres vivientes, más vivientes que los adultos”. El hogar es una especie de “inexpugnable baluarte para las tradiciones, el alma de la raza, la autoridad, la resistencia contra las crisis sociales, la pureza de las ideologías, todo lo que sea vital y fundamental para la existencia de la Patria”. Apoyo, Homero, que en la Iliada y la Odisea condensa en el hogar la unidad, cohesión y grandeza de Grecia. La familia es el depósito de la tradición, “entraña fecunda donde, en gestación callada, pero incesante, se va forjando, día tras día, generación tras generación, el alma de la misma Patria”. La Patria será lo que sean las familias de España y nuestra individualidad se forma desde nuestra más tierna infancia. Apoyo, Horacio: “El ánfora conserva durante mucho tiempo el perfume en que la impregnaron cuando estaba nueva”. El eje en torno al que ha de girar todo el sistema de la moral familiar es el amor entre los miembros del hogar, porque si la pasión se extingue, el amor es fuente perenne. Apoyo, la copla popular:
“¿Dónde se va a comparar
un charco con una fuente?
Sale el sol, se seca el charco,
y la fuente permanece”.
Y puestos a alabar el modelo de hogar cristiano, el autor recurre a Gabriel y Galán para copiarnos aquellos versos tan conocidos y que nosotros aprendíamos y recitábamos de niños:
“Yo aprendí en el hogar en qué se funda
la dicha más perfecta..." Y así avanza el libro, como un río seguro en cuyo espejo se reflejan las palabras de los grandes pensadores y poetas confirmando las márgenes, encauzándolo sabia y moralmente hacia el mar de la felicidad y la perfecta educación. Núñez de Arce ataca a la ciencia mentirosa que se levanta contra la fe :
Cicerón, Horacio, Séneca defienden la verdadera sabiduría, Dante el arte verdadero, Fray Luis de León la armonía universal como fuente de goces inefables, Severo Catalina la auténtica galantería, Quevedo, Maragall, Bécquer, Víctor Hugo el verdadero amor. Al final, el doctor Salicrú resume: “Fomentemos la urbanidad, la cortesía, la sociabilidad, el comedimiento, la etiqueta social, el buen modo cívico, la educación ciudadana, la convivencia; empero, informado todo ello por la moral de Cristo. La educación cristiana es un deber.”

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