martes, 28 de agosto de 2012

Declaración de principios. Poema


DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS   

 



Sólo digo vivir, y ya es bastante.
Veo en el cielo
el vuelo gris de las gaviotas. Pasa
un hombre solo y mira
sus huellas en la arena.
La playa es una escena que no duerme.

En los versos que trazo, como surcos,
no ondean las banderas, sólo el hecho
posible de que un día la semilla
consiga echar al aire su promesa.
Me importa este lugar de aquí y de ahora,
un día o una tarde
de un verano que estalla en las arenas,
en un pueblo de mar.
Por eso hablo de manos que sostienen
un vaso, un libro…,
de senos, de miradas, de perfumes
que limpiamente andamian el poema
entre arenas mojadas, faldas vivas
al alcance instantáneo del amor.

Todas las ciudades pueden ser
aljibes de pasión, pozos de sueño
para quien nace, vive, ama y muere en ellas.
Zamora para mí tiene ese aire
que necesita el árbol de mi vida
para mover sus ramas. Puertollano,
la luz que necesita el hombre
que me lleva en su sombra
de padre enamorado.
Y Barcelona... Todas tienen
espejos en sus calles donde vemos
reflejadas, desnudas, nuestras almas.
 
Buscamos tardes, calles vanamente,
y están ante nosotros
las tardes y las calles que nos salvan.
Con nosotros caminan:
las estatuas, los árboles, las voces,
las glorias de las luces son latidos,
palabras que decimos y cantamos.
 
Sentados en el bar, frente a la playa,
o amando entre las sábanas, nos vienen
los puertos, las arenas,
la espuma y la alta dicha.
Siempre digo, con el alma en la mano,
que el hombre necesita únicamente
tener siempre presentes
los ases de su infancia.

Un patio y unos tiestos,
una noche con luna como una ancha
sonrisa,
la aventura en el soto y la caricia
de nuestra madre puede
traer a nuestras vidas
la eternidad un rato.
 
Hay pétalos de seda en los jardines
de todas las mañanas.
La primavera
es dama milagrosa y multiplica
las rosas en las tapias. Estar vivo
es darse cuenta de eso, de que todo
es sencillo si el corazón lo quiere
y se da a los demás como un abrazo
o un barrio que se abre a la añoranza.

La luz jamás desciende, siempre sube,
mana clara y amiga de las cosas,
de los muebles, los libros, el espejo,
y lo besa y lo salva todo, menos
la envidia del reloj y su intolerancia.
Y hasta la habitación de la niñez,
vacía y ahora llena de temores,
se ilumina de pronto con la luz
de esta mañana de verano ardiente
en que andamos a tientas hechos hombres
pero sin olvidar
jamás nuestras raíces.

De nada sirve hablar de la ceniza
y de la patria ahora (ya se encargan
los altos atriles de las tribunas).
Fieles, sigamos
la voz del río firme que en nosotros
recorre la meseta de los sueños
reflejando arboledas y regando
sedientas sementeras.
La primavera
es justa pedagoga sin castigos
ni premios. Muestra, exacta,
la entrega de la luz y de las cosas,
de la humilde semilla que algún día
podría ser el pan en nuestra mesa.

Cada uno se mueve con su luz,
con la luz que le alumbra desde niño.
Hoy, un día de verano, sólo cuenta
estas voces que manan libremente
                              para gritar la vida en unos versos.

Tossa de Mar, agosto 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario