miércoles, 2 de junio de 2010

MEMORIAS DE UN JUBILADO




Fotos de Zamora








EL PUENTE DE PIEDRA








Este era el puente de mi infancia y mi primera juventud. Por él iba y venía al mundo que me acercaba a la ciudad como el cordón umbilical más seguro. Primero cuando iba muy pequeño al colegio del Amor de Dios y mi madre en los días de mucho viento me decía: "Hijo, métete piedras en los bolsillos para que el aire no te lleve al pasar el Puente." Después cuando iba a los Salesianos llevado al trote por mi hermano Aurelio, y luego cuando el Instituto de Enseñanza Media me puso a las puertas de estudios superiores. El Puente de Piedra era lo primero que veía cuando por la mañana al despertar abría el balcón donde dormía. A sus pies, el Duero, camino de su muerte repetida, y sobre él, las murallas de la gesta zamorana, los campanarios y el cielo azul poblado de vencejos. Nunca olvidaré esa vista.








LA CATEDRAL







De la catedral de Zamora conservo en casa cuadros que la representan de mil modos y maneras, y es que cuando una cosa se lleva en el alma como llevo yo la Catedral, con su torre cuadrada llena de enigmas y su cimborrio bizantino lleno de escamas de oro, es lógico que suceda algo parecido. A mí me ha dado por pintarla. Pero muchas otras veces ha sido objeto de mis ensoñaciones más o menos literarias. Un ejemplo. En mi primer libro publicado, Cangilones de vida (Barcelona, 1978), hay un pasaje que describe la ascensión al cimborrio de un grupo de amigos guiados por el que entonces era el cantero encargado de restaurarlo, el señor Daniel, padre de mi amigo Lolo, también componente de aquel grupo de niños privilegiados que tuvimos la suerte de subir al cielo de Zamora y contemplar desde allí arriba la ciudad extendida a nuestros pies y su enamorado eterno el río Duero.

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