Ibiza y Formentera
Acabo de realizar mi segundo viaje de jubilado por las islas Pitiusas y guardo recuerdos imborrables de esos edénicos lugares, en especial de Ibiza. Allí he estado alojado en un hotel de la bahía de San Antonio, cuyas vistas y puestas de sol son excepcionales. También en un viaje relámpago, apenas un día, he tenido la suerte de vivir las bellezas marinas de Formentera. Y si tengo que recomendar algunas visitas indeclinables, debo empezar por el paseo a lo largo de la bahía de San Antonio, sin necesidad de acabar en el Café del Mar para contemplar, siguiendo las indicaciones de las guías turísticas, las hermosas puestas de sol sobre la isla Conejera, que algunos quieren convertirla en la cuna de Aníbal. Primero porque el Café es el más caro de la isla (una cerveza, 6 euros) y segundo porque desde el Molino que hay a mitad de la bahía puede disfrutarse de un ocaso excepcional, en el que el sol, grande y rojo, se queda flotando unos minutos al nivel del agua y tiñe de sangre toda la bahía. Los barcos anclados en la rada adquieren rasgos mágicos y el cielo increíbles franjas de fuego. San Antonio tiene también una iglesia blanca de tres arcos y un trozo de fortificación que le da el típico carácter defensivo de la mayoría de las iglesias ibicencas. Y en el paseo de Ses Fontes, además de las fuentes que le dan nombre, el famoso Huevo de Colón que contiene en su ojo la réplica de una de sus carabelas, varias anclas y los nobles restos del Molino de Sa Punta que adornan los jardines del Paseo. Recomiendo asimismo alquilar un coche para recorrer la isla (creo que con tres días se ve lo mejor de Ibiza), en vez de apuntarse a las excursiones por mar y tierra que tanto se anuncian nada más llegar a la isla. En un día se puede visitar la capital, Ibiza, y que los lugareños llaman simplemente la Vila, y las hermosas calas de las inmediaciones. En la capital no hay que dejar de visitar por nada del mundo Dalt Vila (Ciudad Alta): un paseo tranquilo llevará al visitante a través de murallas, baluartes y fortificaciones, desde cuyas alturas se aprecian panorámicas marinas de espectacular belleza, hasta la plaza donde se levanta la imponente catedral gótica. Rincones inolvidables, callejas silenciosas donde respira la historia, le acompañarán en su visita, y si se quiere reposar un rato, el viajero puede sentarse junto al cura Macabich o en el bar de la Plaza del Sol a tomarse un refresco antes de cambiar de aires en Sa Peña o La Marina. Por la tarde, según donde se encuentre el hotel del viajero, puede visitarse el recortado litoral al sur de Ibiza hasta llegar a la Punta de Ses Portes, sin dejar de echar un vistazo a las Salinas.
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