viernes, 21 de mayo de 2010

MEMORIAS DE UN JUBILADO

El dibujo y la pintura


Más de una vez he dicho que por el dibujo y la pintura siento una devoción especial. Desde muy niño mi mirada se habituó a unos dibujos que mi padre, gran dibujante y excepcional calígrafo, había colgado en las paredes de mi casa natal. Había uno, especialmente, al que todos llamábamos el Cristo de la caña, y cuya mirada expresaba a las mil perfecciones la agonía del condenado a muerte, que me impresionaba más que los demás. Muchas veces me quedaba mirándolo y luego lo reproducía de memoria en mis cuadernos de dibujo. En el Instituto conseguí cierto renombre entre mis condiscípulos (a más de uno lo saqué de un apuro en el trabajo de las láminas que debíamos entregar al profesor). Volviendo a los cuadernos de dibujo de mi infancia y primera adolescencia tengo mucho que decir, pero lo más importante es que, acompañado de algún chico de mi barrio, salía por los alrededores y una vez localizado el objeto de mi dibujo me sentaba sobre una piedra y lo eternizaba en mi bloc; lo mismo podía ser una iglesia escondida entre cipreses que un rincón del río junto a las aceñas. El gusto por el dibujo sin duda lo tenía en mis genes y allí lo había dejado mi padre. Y luego la afición fue a más como imitación de los pintores que, armados de sus bártulos, se situaban en la cuesta de San Francisco para plasmar en sus lienzos la silueta de la catedral, la muralla, la carretera de Vigo y el espejo constante del Duero. Aún conservo mi primera pintura de entonces. La hice en la cubierta de un Balalín que me regalaron en la OJE y un día de asueto en las azudas de Cabañales me puse a pintar las aceñas de Olivares, un trozo de azuda y el verde espejo del río. A partir de ahí el camino siguió adelante, siempre en el plano de la afición, pero que, con el tiempo, fue creciendo tanto que hoy en día las paredes de mi casa y algunas de mis familiares y amigos están habitadas con alguno de mis cuadros. Y ahora que estoy jubilado, no voy a parar. En el dibujo y en la pintura encuentro muchas veces la calma y sobre todo la proyección de mi espíritu.

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