jueves, 2 de septiembre de 2010

POEMAS DE LA MAR MENUDA

En septiembre




Ya está aquí un nuevo septiembre y en Tossa de Mar se percibe su presencia de un modo más rotundo, más desolador. El verano se bate en retirada y los turistas y los establecimientos ligados a ellos se van yendo y cerrando paulatinamente. El mar y los rincones más emblemáticos arrimados a él muestran poco a poco su soledad y silencio. A mí eso me gusta y me relaja. Fruto de esta nueva sensación son los poemas que siguen y que yo titulo de la Mar Menuda porque ha sido en este lugar incomparable de Tossa donde los he rumiado.





LA MAR MENUDA




Una lengua de arena
Le habla siempre al mar de altas gaviotas
Que vienen a escribir sobre sus páginas
Leyendas de mil vientos.
De barcas jubiladas que algún día
Faenaron por ahí
Entre el gris horizonte
Y esas nubes negras que amenazan
Nuevamente las lluvias.

Dos velas de piedra
Resguardan una balsa cristalina
Que llaman la Bañera de las Donas
La gente del lugar. Aquí los niños
Encuentran en verano la quietud
Que no les da el bravío mar abierto.
Ahora brillos de acero
Le dan los nubarrones que amenazan.

Este trozo de frágiles bellezas
Se llama Mar Menuda
Y en septiembre se encoge en un silencio
De plomo que amordaza las palabras.
Sólo sigue quieto, desafiante,
Hablando a los vientos de este sitio
El pino encaramado de una de las velas de piedra.




ESTE ES EL MAR





Este es el mar que siempre me ha matado
Y me ha resucitado tantas veces,
Distinto en su igualdad
Y el mismo en su diferencia,
Sumiso a las espuelas de los barcos
Y rebelde contra las rocas.

Algunas de estas olas
Empujaron un día la embarcación de Ulises
Cuando a la vuelta de la guerra de Troya
Añoraba los aromas de su casa de Ítaca.
Algunas de estas olas
Arrimaron a la playa a Venus,
La diosa del amor que había nacido,
Ante el asombro de céfiros y dioses,
De la espuma.

A este mar que acoge
Tanto a la libertad como al amor
Le emplazo a que un día,
Cuando me llegue la hora de zarpar,
Recoja mi silencio
Y siembre mis palabras en las olas.



LA TRINIDAD





La Trinidad es una barca que un día navegó
Y fue sobre esa piel del mar la espuela
Que lo mantuvo a raya y le robó
Lo mejor de sus frutos.
Un día tuvo a bordo un pescador,
Una historia de redes remendadas
Y una historia de amor que nadie olvida.

La Trinidad ahora duerme aquí,
De lado, en un recodo de la cala,
Soñado en su otra vida de palangre,
De escamas y desvelos.
Soñando en redes vivas
Y en aquel pescador
Que le robó al mar a lomos de ella
Sus frutos plateados, y a la tierra
La luz de un corazón enamorado.

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