viernes, 24 de septiembre de 2010

LA POESÍA DE ESPRIU EN CASTELLANO

Concluimos la selección de poemas de Final del laberinto:








X


Desnuda luz de alba
me hacía la merced
de una ropa de plata.

Con sólo luz desnuda
se ha vestido el mendigo
y recorre los mares
de la niebla del alba.

¡Cómo el claro helor
se convertía en lanza!
Soy, por la herida,
de la voz que me busca.

Poco a poco el hielo
apacigua la caza.
Apaga con mi sangre
la sed y la mirada.




XI.
En la niebla del alba,
¿qué ves, cazador,
qué ves ahora:
hombre, ciervo, árbol?

Guarda tu dardo veloz,
deja la aguda lanza.
Penetrarás mejor en el secreto
de esta profunda vida clara,
tan solitaria,
si la hieres con hacha muy afilada.

Pero mírame antes,
más allá de la tranquila hora.
Adivina qué soy
a la orilla del agua.




XIII.
Aves del alba leve
bajan la mañana
de rama en rama.
Y en tierra, ya se va
la luz de la tarde poco a poco.



XVIII.
Mi miedo galopa a grupas de la noche.
Temblor de amanecida
me persigue en el sueño.

Tiempo de canción
quiere alta casa.
La construirá con sangre,
con muerte la corona.

Cansada despedida,
triste, solitario,
prolongado grito de adiós
más allá del agua.

El pobre amor de mi alma
dice el nombre de la nada
con odio de palabra.



XXII.
--Acuérdate de nosotros,
para siempre alejados de la luz de la barca,
privados del camino del mar y de las olas,
con la tierra esperábamos la extraña lluvia,
la sed pedía una limosna clara.
La lluvía venía y nos era contraria,
nos encerraba más allá de altas rejas de agua,
apaga el clamor de ya penadas sombras.
Pero nosotros llorábamos con tus ojos
y nos hacíamos raíz, la raíz más amarga
de este viejo dolor de lágrimas ocultas.
Dentro de ti lloramos, dentro de las palabras,
en cada una de tus palabras,
para que nos recuerdes todavía hoy.

--Mi extraño tiempo borraba el luto.
Muy lentamente cayó la losa:
ni con vuestro llanto podréis levantarla.

--¿Moríamos en ti o tú has muerto con nosotros?
¿Estás aquí también, ya canción acabada?
Si sentimos por ti cómo el toque se eleva,
¡qué oscuro han sonado las oscuras campanas!


XXIV.

Las campanas abrían

de madrugada

caminos en el mar.

Pero la fuerza

de la corriente del fondo

torcía la proa de la barca.

El viento se duerme

en sábanas de agua,

velas caídas alejan la playa.

Ya se apaga el toque
a través de la tarde,
se me cierran las puertas de la luz.




XXIX.
Ya salvado en la nieve
alta de la montaña,
en la más lejana cumbre
he dicho palabras blancas.

Con labios llenos de sangre
digo heladas palabras,
la clara soledad
de mi alma.

Me dicen largos adioses
ramas elevadas.
Sobre el último abeto,
primer dominio de alas.

Me siento despejado
de recuerdos y esperanzas.
Sólo canciones de nieve
me sirven de compaña.




XXX.
El aire fulgurante
enraizó en el llanto.
Alas de sangre
conducen a la luz.
De la luz a las tinieblas,
de la noche a la nieve,
sufrimiento, camino,
destino, palabras
por el agua, por el fuego,
por el viento y la tierra.

Salvo mi maligno
número en la unidad.
Más allá de contrarios
veo identidad.
Solo, sin mensaje,
liberado del peso
del tiempo, de esperanzas,
de muertos,
de recuerdos,
digo en el silencio
el nombre de la nada.

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