Las aceitadas:
esos dulces perennes
que son de infancia.
Manos de madre
ponían en la harina
cariño y arte.
Y luego, en casa,
bajo el quieto baúl
su flor cantaba.
Su flor de anís
que en mis manos se abría:
¡jardín feliz!
Las aceitadas:
su nombre misterioso
me aniña el alma.
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