miércoles, 9 de noviembre de 2011

El poema del mes



ÚLTIMA CONFESIÓN
DE VOLTAIRE EN FERNEY


Nací pobre, sensual, irreverente.
Fueron mis primeros apoyos
una mujer galante y un abate libertino.
Traté de ensanchar mis horizontes con ingenio y espíritu
y logré algunos éxitos en los teatros y las alcobas.
Un epigrama me llevó a prisión,
y me costó sangre rebatir las palabras de un noble.
No lograba vivir sin la sátira,
el pinchazo de aguijón o el golpe de hacha.
Y para ser impune y libre,
me hice rico y famoso,
temido por mis enemigos y protegido por los poderosos.
Fueron la fama y el dinero los pilares que aguantaron mi bastión
y puse en él de guardias el favor de los fuertes y el temor de los débiles.
Y protegido así,
liberé a mi ingenio destructor,
mi demonio burlón y mi odio contra la iglesia,
la nobleza y la monarquía.
Si mis burlas juveniles
no hubieran sufrido castigos humillantes,
habría llegado a ser un buen poeta
y no el demoledor de los cimientos del siglo.
Mi orgullo vulnerado modificó el rumbo de mi vida,
me secó el corazón,
hizo un desierto de mi inteligencia
y frenéticas mis ansias de escarnecer al mundo.
Hubo gente que vio en mí un liberador de inteligencias
o un portador de nuevas luces,
y no era más que un esclavo de mi naturaleza y mi venganza,
un viejo pesimista y cínico,
que por querer huir del sol eterno
se ve en su noche entretenido
con los fuegos artificiales de su argucia senil desesperada.

Ésta es mi verdadera historia
y no la que escribieron mis más cándidos amigos
y mis enemigos más benevolentes.
No pude ni quise ser cristiano.
Dios era simplemente un relojero paciente para mí
y no un padre amantísimo.
La caridad era filantropía
y la generosidad un recurso apostólico.
Ojalá piense Dios en el triste origen de mis culpas,
en el bien que he podido hacer
y en esta especie de confesión última.
No espero otra cosa.
Haberlo olvidado en vida será el tormento de mi eternidad.

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