Otro Nobel de Literatura en lengua castellana
El escritor peruano, nacionalizado español, Mario Vargas Llosa (1936) es, hasta el momento, el último premio Nobel de Literatura en lengua castellana. Engrosa así la lista de escritores españoles e hispanoamericanos que se han alzado con el galardón literario más importante, entre los que se encuentran nombres tan ilustres como Miguel Ángel Asturias, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre o Camilo José Cela.
Mario Vargas Llosa cultiva los más diversos géneros literarios, destacando en la novela y en el ensayo. Como novelista, nos ha legado títulos importantes: La ciudad y los perros, Elogio de la madrastra, Conversación en La Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La fiesta del chivo, La tía Julia y el escribidor y otras. Algunas de las citadas han sido llevadas al cine como Pantaleón y las visitadoras o La tía Julia y el escribidor. Como ensayista, le debemos obras como Historia secreta de una novela, sobre la creación y el proceso de escritura de La casa verde (premio Rómulo Gallegos de 1966), La verdad de las mentiras, sobre la novela moderna, La tentación de lo imposible, sobre Los miserables, de Víctor Hugo, etcétera. También ha tanteado el teatro con La huida del inca, El loco de los balcones o Las mil y una noches, que data de este mismo año de 2010. Y una autobiografía titulada El pez en el agua.
Como homenaje a este nuevo Nobel nuestro, copio a continuación un fragmento de Los jefes (1959) que muestra a la perfección el estilo de Vargas Llosa:
"Un rayo de sol atravesaba el sucio tragaluz y venía a acariciar mi frente y mis ojos, me invadía de paz. Sin embargo, mi corazón estaba algo agitado y a ratos sentía ahogos. Faltaba media hora para la salida; la impaciencia de los muchachos había decaído un poco. ¿Responderían después de todo?
--Siéntese, Montes--dijo el profesor Zambrano--. Es usted un asno.
--Nadie lo duda--afirmó Javier a mi costado--. Es un asno.
¿Habría llegado la consigna a todos los años? No quería martirizar de nuevo mi cerebro con suposiciones pesimistas, pero a cada momento veía a Lu, a pocos metros de mi carpeta, y sentía desasosiego y duda, porque sabía que en el fondo iba a decidirse, no el horario de exámenes, ni siquiera una cuestión de honor, sino una venganza personal. ¿Cómo descuidar esta ocasión feliz para atacar al enemigo que había bajado la guardia?"
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