viernes, 11 de julio de 2008

VERANO

1.

Y lo primero que debes aprender,
cuando el verano dora tu atributo,
es que siempre madura en soledad
y en soledad se entrega a su destino.
Que tu talento es obra de limosna
y no debes guardarlo como ahorro,
sino multiplicarlo y darlo luego
como semilla o polen a los otros.
Lo que quiero decir es que las velas
de la infancia no sirven a tu barco
de ahora, ni Dios es aquel amigo
dispuesto a socorrerte a la primera
llamada, en las almendras o en el río,
la suerte en las canicas y en los juegos
y el tino en la arboleda. No lo olvides.
Estás completamente solo. Sólo
tienes tu barco de ahora, un casco
tejido con nobleza, y una vela
donde sopla el amor a la aventura.


2.

Y con la edad vendrá a ti la prudencia,
y otros ojos para ver el camino
que has de seguir abriendo, y otras muescas
que añadir a tu bastón de viajero.
Formar el nido de otra casa, alzar
un andamio de hijos y zozobras,
poner en vela el alma muchas noches
y ver amanecer sin que la cama
de tu hijo mayor se haya deshecho.
Mientras tanto la fiel conformidad
a los trances del mundo irán haciéndote
más cercano al dolor que a la alegría
y, por ello, más hombre y más hermano.
Cada arruga de tu frente, un triunfo.
Cada herida de tu alma, un canto.
Y poco a poco el árbol bien maduro
dará cada vez sombras más humanas,
aunque sepas que dentro de tu tronco
también crece la muerte sin descanso.

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