miércoles, 9 de julio de 2008

MATERIA DE RECUERDO

Muerte en Madrid

También quiso el destino que viajara un agosto de fuego con mi madre hasta el Madrid más triste, el de la muerte de su hermano pequeño, aquel buen tío que igual desenhebraba trabalenguas que ayudaba en el tajo a la familia.
Versos quedan que cuentan cómo fuimos a contratar su féretro a medida, a rescatar las cosas que aún estaban sin frecuentar su hábito en el piso recién comprado allá en la periferia, donde la Corte es sólo una palabra, una estación de metro en la cartera.
A veces la tristeza es una sombra que se pega a la suela del zapato y nos persigue tenaz durante siglos. Así se hace de piedra el corazón aunque leamos de amor viejos poemas, aunque con alma y tripas escribamos palabras contra Dios y contra el tiempo.



El ángel armado de pinceles

De vuelta a la ciudad, los cuadros, claras ventanas donde pinta el ángel cielos desconocidos, sueños, esperanzas, recuerdos, miedos, tierras donde el mundo se convierte en claridad, en paz, en proyección de amigo...
Alberto, el ángel armado de pinceles, me llamaba a exposiciones dulces donde ardía su intimidad en nubes, naves, Evas desnudas sobre senos de volcanes...
Y reíamos y hablábamos de entonces, mirando de reojo a la embriaguez de tantas noches de arte y de poemas. La fama le reía sus misterios abiertos en las telas, y su nombre brillaba en los papeles.
El orgullo de tener un amigo en el Olimpo me encendía también y daba alas a mis ansias de ser un día un nombre que firmaba poemas en los libros.




Nuevos descubrimientos

Ordeñábamos al tiempo para ver antiguas ciudades bajo la nuestra.
La existencia romana se mostraba a nuestro paso en cloacas y bodegas, comercios y necrópolis... Abajo, entre letreros que informaban, piedras que exigían la luz de la memoria. Y nosotros, conjurando la ausencia y el poder destructor del tiempo, íbamos marcando el territorio con las huellas de la respiración, motor y alma de las palabras, flor de las ideas.
Ordeñábamos al tiempo para ver modernas ciudades sobre la nuestra.
Y resucitábamos las costumbres de modernistas y lujosas épocas en bailes con arañas de cristal donde iban a ligar raras parejas, bailes con arabescos y con nombres de pájaros comunes...
Una fiesta de siglos y de estilos era entonces nuestro paseo por la ciudad, tan nuestra.



Las musas de siempre

Versos quedan que hablan de aquel tiempo de constantes decisiones y de proyectos, pese a la apuesta pueril de quién se cansaría antes de ser novio. Pero ninguno ganó. Porque ellas, nuestras musas de siempre, alimentaron sabiamente el aljibe del amor.
A veces sonreíamos pensando que uno crece por dentro con la savia que nos viene de fuera como el árbol que se enriquece más con el injerto.
Y, él pintando y yo escribiendo versos, fuimos alzando andamios de ternuras con tablas y poleas de las novias.
Sus cuadros se llenaron de románticas veladuras y mis versos de adjetivos abrileños. Y era un tiempo de cambios y de arduas y constantes decisiones.

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