domingo, 13 de julio de 2008

EN LA INFANCIA

1.

En la infancia todos somos valientes.
Nadie muere en combate.
Peter Pan es el mago
talismán que nos salva del terrible
Garfio de las tinieblas y los miedos.
¿No te acuerdas del gozo
con que cada mañana del verano
encendías la luz de la aventura
y te echabas en brazos de la suerte?
Los higos reventones te esperaban
riéndose en las tapias de los tesos.
Tus piernas eran fuertes y encontraban
el modo más ligero de trepar
hasta el fruto prohibido.
A veces te caías: los rasguños
eran vivos trofeos, distinciones
y medallas que premiaban tu esfuerzo.

Cualquier cosa que hacías
era un reto a la aljaba de tus flechas,
a la redoma fiel de tu energía.
Y la magia era Dios,
que siempre iba contigo.
¿Por qué, si no,
a veces te metías en el río
por su carne más honda
o cruzabas el puente de la vía
mientras temblaban bajo el tren los hierros
cuyo cuerpo andamiaban?
¿Por qué, si no, en la muda sacristía
encontrabas tan fácilmente siempre
la dulce hora de echar un trago al vino
de misa sin que nadie lo notara
para enseguida oír, con la carcoma,
la voz de lo sagrado muy adentro?


2.

Nunca olvides la infancia, aquella arcadia
personal e inocente, donde todo
era nuevo y sagrado, donde nada
podía hacerte daño sino el tiempo.
Recuerda con amor aquella casa
donde empezaste a ser un cuerpo fuerte
y un alma vacunada contra el miedo,
aquel santo recinto donde dioses
del mundo eran tus padres, los que hacían
los milagros del pan y de los peces,
y Dios el confidente de tus dichas,
la fórmula de magia que salvaba
tus pasos del peligro en las aceñas,
en las islas del río y en los tesos
de almendras y granadas. Nunca olvides
los amigos de entonces: eran héroes,
futbolistas de lujo, compañeros
de aventuras sin muerte, inseparables
testigos de tus pasos primigenios.

Pero no supedites tu carácter
a la vida de entonces. Sigue abriendo
caminos con la edad, con el trabajo,
con la paciencia sabia que da el tiempo
y la escuela de cada edad vivida.
No quieras construir con la nostalgia,
con la raíz clavada en la niñez.
Son inútiles lastres que entorpecen
tu crecimiento sano. Estrena nuevas
herramientas de amor hacia los tuyos
y sé honesto contigo , no te engañes
con falsos horizontes, ten bien claro
lo que quieres hacer y ponte en marcha
sembrando en el camino la honradez
y el trabajo bien hecho, como hacían
tus mayores. Nunca olvides la infancia
ni renuncies al sol que te alumbró,
pero no quieras crecer con ella a cuestas.
Bastante tienes ya con este nuevo
rebrote de tu rama en primavera.
Dale el aire y el sol, el sueño vivo
para que crezca justa su madera.

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