Animado por el entorno, sol, mar, cerveza y tranquilidad, inicio hoy una colección de epigramas que cualquiera sabe hasta cuándo patalearán.
A Luis Condal, mi alter ego
Estos versos tan sencillos
no son dignos de una estatua
ni de un dintel escogido.
¿Que no llegan a epigramas?
¡Que lleguen a tus oídos!
Porque, Luis, lo que aquí cuenta
es la vida revivida
bien cantada, bien herida,
burlando cualquier tormenta
y en feliz puerto acogida.
Lo primero que te pido
es que no interpretes mal
la actitud con la que escribo.
Depende de la verdad
que se esconda tras lo escrito.
Entre verbena y verbena
te pasas la vida, Luis;
eres un hombre feliz
a quien no le amargan penas.
Baila, bebe, vive al fin.
España está embarcenada;
¿quién desembarcenará
esta enferma telaraña?
No sufras, Luis, que mañana
peor tela te liará.
No te importe, Luis, que suban
los impuestos al alcohol.
Mientras no toquen la espuma
de la cerveza, que suban
los impuestos hasta el sol.
Te quejas de que tu piel
se convierta en pergamino.
Mientras tengas el camino
dominado bajo el pie,
serás feliz peregrino.
Los pájaros en el aire
y los peces en el mar.
Todo está bien como está.
Y tú viviendo este instante
como si no hubiera más.
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