viernes, 12 de julio de 2013

JOYAS DEL VERSO CASTELLANO


 EDAD MEDIA

El Poema de Mio Cid, Anónimo
(hacia 1140)
Pasaje en el que el Cid Campeador se despide de su mujer y dos hijas en San Pedro de Cardeña, camino del destierro al que lo ha condenado el rey Alfonso VI, y las deja a cargo del abad don Sancho.Versión de Pedro Salinas en octonarios (versos de dieciséis sílabas, que no son más que dos octosílabos unidos).




Con luces y con candelas los monjes salen al patio.
“Gracias a Dios, Mio Cid, le dijo el abad don Sancho,
puesto que os tengo aquí, por mí seréis hospedado”.
Esto le contesta entonces Mio Cid el bienhadado:
“Contento, de vos estoy agradecido, don Sancho,
prepararé la comida mía y la de mis vasallos.
Hoy que salgo de esta tierra os daré cincuenta marcos,
si Dios me concede vida os he de dar otro tanto.
No quiero que el monasterio por mí sufra ningún gasto.
Para mi esposa Jimena os entrego aquí cien marcos.
A ella, a sus hijas y damas podréis servir este año.
Dos hijas niñas os dejo, tomadlas a vuestro amparo.
A vos os las encomiendo en mi ausencia, abad don Sancho,
en ellas y en mi mujer ponedme todo cuidado.
Si ese dinero se acaba o si os faltare algo,
dales lo que necesiten, abad, así os lo mando.
Por un marco que gastéis, al convento daré cuatro.”
Así se lo prometió el abad de muy buen grado.
Ved aquí a doña Jimena, con sus hijas va llegando,
a cada una de las niñas la lleva una dama en brazos.
Doña Jimena ante el Cid las dos rodillas ha hincado.
Llanto tenía en lo ojos, quísole besar las manos.
Le dice: “Gracias os pido, Mio Cid el bienhadado.
Por calumnias de malsines del reino vais desterrado.”



2. El Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita
(1283?- 1350?)
Pasaje en el que, elogiando a las mujeres chiquitas, se ensalzan sus virtudes y rasgos físicos comparándolos con los de objetos valiosos, exquisitas especias y ciertos vegetales y animales que poseen colores, olores, brillos y bellezas especiales. Los versos siguientes aparecen agrupados en once cuadernas vías, estrofa propia del mester de clerecía, de cuatro versos alejandrinos cuyo esquema estrófico es 14A 14A 14A 14ª, mester al que pertenece el Arcipreste, frente al de juglaría, propio del Poema del Cid, que ya hemos visto.




Quiero abreviar, señores, esta predicación
porque siempre gusté de pequeño sermón
y de mujer pequeña y de breve razón:
pues lo poco y bien dicho queda en el corazón. 

De que ensalce a las chicas el Amor me hizo ruego,
que diga sus noblezas; las quiero decir luego.
Loaré las chiquitas, y lo tendréis por juego.
¡Son frías como nieve y arden más que el fuego.

Son frías por defuera; en el amor ardientes;
en la cama solaz, placenteras, rientes;
en la casa hacendosas, cuerdas y complacientes;
mucho más hallaréis en cuanto paréis mientes.

En pequeño diamante yace gran resplandor,
en muy poquito azúcar yace mucho dulzor,
en la mujer pequeña yace muy grande amor,
pocas palabras bastan al buen entendedor.

Es muy pequeño el grano de la buena pimienta,
pero más que la nuez reconforta y calienta:
así, en mujer pequeña, cuando en amor consienta
no hay placer en el mundo que en ella no se sienta.

Bien chica es la calandria y chico el ruiseñor,
pero cantan más dulce que otra ave mayor;
la mujer cuando chica por eso no es peor,
con amor es más dulce que azúcar y que flor.

Para mujer pequeña no hay comparación:
terrenal paraíso y gran consolación,
alegría y solaz, placer y bendición;
vale más en la prueba que en la presentación.



3. Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique
(1440- 1479)
Coplas que se refieren a la caracterización moral del difunto Rodrigo Manrique, padre del poeta y a su conversación con la muerte, en un lenguaje sencillo y a veces sentencioso, muy en consonancia con el contenido luctuoso de la composición. Las estrofas empleadas son de pie quebrado porque el tercer y sexto verso de cada una de ellas poseen menos sílabas que los restantes (unas veces 4 y otras 5); su esquema estrófico es el siguiente: 8a 8b 4c 8a 8b 4c.





Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no pueda bastar
cuenta cierta;
en la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,

diciendo: “Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.

No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis
(aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera);
mas con todo es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.

Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos;
y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganaréis.”

--No gastemos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura.


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