Cerramos las muestras de la Edad Media con un bello romance, que sin duda recordarán nuestros seguidores, y abrimos las del Renacimiento con tres joyas.
4. El Romance del Infante Arnaldos, Anónimo
(siglo XV)
De entre los romances viejos, composiciones épico-líricas formadas por series indefinidas de versos octosílabos cuyos pares riman asonantemente quedando libres los demás (8- 8a 8- 8a 8- 8a 8- 8a 8- 8a 8- 8a 8- 8a 8- 8a…), destacan los llamados líricos por su gran belleza y profundos sentimientos, y entre éstos el Romance del Infante Arnaldos.
¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el Infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la jarcia de oro cendal,
áncoras tiene de plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan al hondo
arriba los hace andar,
las aves que van volando
las hace al mástil posar.
Allí habló el Infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
--Por tu vida, marinero,
dime ahora ese cantar.
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
--Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va.
RENACIMIENTO
5. Soneto XXIII, de Garcilaso de la Vega
(1501- 1536)
Los sonetos de Garcilaso de la Vega son conocidos por su perfección y elegancia. Muchos de ellos tratan temas mitológicos como el de Dafne y Apolo, otros versan sobre el amor en sus múltiples facetas, y no faltan los que reflejan el tópico renacentista del Carpe diem (goza el presente), como el que se ofrece aquí.
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende el corazón y lo refrena,
y en tanto que el cabello que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado;
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza a su costumbre.
6. Madrigal, de Gutierre de Cetina
(1520- 1560)
Vamos a hablar seguramente del piropo lírico más famoso que un poeta dedicó a los ojos de una mujer para pedirle que, de un modo u otro, airados, alegres o gnerosos, al menos le siguiera mirando. La estrofa que forma, especie de pequeña silva de 10 versos, adopta el siguiente esquema estrófico: 7a 11B 11B 7c 11D 7d 11C 7c 7a 11ª
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
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