Claves de la prosa barroca española
1. La novela bizantina, cortesana y picaresca.
La novela bizantina floreció a principios del siglo XVII con El peregrino en su patria, (Sevilla,
1604), de Lope de Vega, novela compuesta de cinco libros con intercalaciones de otros géneros como poemas o autos sacramentales, y donde el protagonista efectúa sus viajes dentro de su propia patria. Cervantes, en su obra póstuma Persiles y Sigismunda (1617), continúa
el género y Enríquez de Zúñiga lo imita con su Semprilis y Geronodano (1629).
La novela bizantina floreció a principios del siglo XVII con El peregrino en su patria, (Sevilla,
1604), de Lope de Vega, novela compuesta de cinco libros con intercalaciones de otros géneros como poemas o autos sacramentales, y donde el protagonista efectúa sus viajes dentro de su propia patria. Cervantes, en su obra póstuma Persiles y Sigismunda (1617), continúa
el género y Enríquez de Zúñiga lo imita con su Semprilis y Geronodano (1629).
La novela corta, llamada más tarde cortesana, tiene sus raíces en las Novelas Ejemplares (1613) de Cervantes. Sus máximos cultivadores son, entre otros, María de Zayas, en cuyas Novelas ejemplares y amorosas otorga el protagonismo a mujeres que viven apasionantes historias de amor; Lope de Vega, autor de cuatro narraciones que llevan el nombre de Novelas a Marcia Leonarda; Castillo Solórzano, con Noches de placer; o Salas Barbadillo, a quien debemos Don Diego de noche…
La novela picaresca nace con el Lazarillo (1554), y en el siglo XVII sus seguidores la convierten en un género muy importante. El primero, Mateo Alemán, publica en 1599 la primera parte del Guzmán de Alfarache (la segunda aparecería en 1604), cuyo
protagonista es más vicioso y delincuente que Lázaro, aunque capaz de arrepentirse de sus fechorías; en la novela se cumplen todas las características del género (narración retrospectiva en primera persona, estructura episódica, etc.), enriquecidas ahora con digresiones morales de todo
tipo. Continúa la estela Francisco de Quevedo con El Buscón, escrita entre 1603 y 1604 y finalmente publicada en 1626 en Zaragoza; de ella hablaremos en la página siguiente. Otros autores y obras del género son Vicente Espinel (Vida del escudero Marcos de Obregón) y Vélez de Guevara (El diablo cojuelo. También se da el caso de que el protagonista de la novela picaresca sea una mujer, como en La pícara Justina, de López de Úbeda, La hija de Celestina, de Salas Barbadillo, o La garduña de Sevilla, de Castillo Solórzano.
Tratados morales y otras prosas barrocas
Se cultivaron también en el Barroco otras clases de prosa, como libros de temas políticos y morales, tratados de historia o cuadros de costumbres. Entre los tratados morales, ajustados a la
ortodoxia católica dictada por la Contrarreforma, destaca El Criticón (que adquiere además forma novelada), de Balsar Gracián; entre las obras que se ciñen a los dictados de la monarquía se hallan las Empresas políticas, de Saavedra Fajardo (de uno y otro hablaremos asimismo a lo largo de esta unidad); finalmente, una suma de ambos aspectos la constituye la obra de Quevedo Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás.
También se escribieron libros de historia en esta época, aunque siguiendo las directrices
renacentistas. Tal vez el más destacado sea la Expedición de los catalanes y aragoneses contra
turcos y griegos, publicada en 1623 y obra del valenciano Francisco de Montcada, consejero de Estado y de Guerra; en dicho libro el autor, en lugar de hablar del conjunto de los expedicionarios, destaca las personalidades de sus jefes, como Roger de Flor, Entenza o Rocafort.
Finalmente, apareció un tipo de obra que recogía costumbres y curiosidades de la época. Una
de las más celebradas, por su interés literario, es el Viaje entretenido, del madrileño Agustín de Rojas, soldado, corsario, viajero y hombre de vida aventurera; en el libro, de carácter misceláneo, se cuenta en forma de diálogo (los interlocutores son el propio Rojas y otros cómicos de la legua), la vida cotidiana de los comediantes que recorren media España representando obras de la más diversa índole y también cuestiones de la Antigüedad y la historia de ciudades y pueblos. Otro autor es Zabaleta, dos de cuyas obras más conocidas son: El día de fiesta por la mañana y El día de fiesta por la tarde.
Se cultivaron también en el Barroco otras clases de prosa, como libros de temas políticos y morales, tratados de historia o cuadros de costumbres. Entre los tratados morales, ajustados a la
ortodoxia católica dictada por la Contrarreforma, destaca El Criticón (que adquiere además forma novelada), de Balsar Gracián; entre las obras que se ciñen a los dictados de la monarquía se hallan las Empresas políticas, de Saavedra Fajardo (de uno y otro hablaremos asimismo a lo largo de esta unidad); finalmente, una suma de ambos aspectos la constituye la obra de Quevedo Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás.
También se escribieron libros de historia en esta época, aunque siguiendo las directrices
renacentistas. Tal vez el más destacado sea la Expedición de los catalanes y aragoneses contra
turcos y griegos, publicada en 1623 y obra del valenciano Francisco de Montcada, consejero de Estado y de Guerra; en dicho libro el autor, en lugar de hablar del conjunto de los expedicionarios, destaca las personalidades de sus jefes, como Roger de Flor, Entenza o Rocafort.
Finalmente, apareció un tipo de obra que recogía costumbres y curiosidades de la época. Una
de las más celebradas, por su interés literario, es el Viaje entretenido, del madrileño Agustín de Rojas, soldado, corsario, viajero y hombre de vida aventurera; en el libro, de carácter misceláneo, se cuenta en forma de diálogo (los interlocutores son el propio Rojas y otros cómicos de la legua), la vida cotidiana de los comediantes que recorren media España representando obras de la más diversa índole y también cuestiones de la Antigüedad y la historia de ciudades y pueblos. Otro autor es Zabaleta, dos de cuyas obras más conocidas son: El día de fiesta por la mañana y El día de fiesta por la tarde.
La prosa de Quevedo
La prosa de Quevedo puede dividirse en libros morales y ascéticos, de contenido histórico y político y obras satíricas. En los libros morales y ascéticos se refleja el pesimismo del autor y su elevado ascetismo, que le lleva a decir: “La calavera es el muerto y la cara es la muerte, y lo que llamáis morir es acabar de morir, y lo que llamáis vivir es morir viviendo”. Entre ellos destaca La
cuna y la sepultura.
En las obras de asunto histórico y político Quevedo retrata la decadencia de la monarquía española, cuyas causas son, a su juicio, la corrupción de las costumbres, la preponderancia de lo material sobre lo espiritual y el abandono del gobierno en manos de favoritos ineptos. Un ejemplo claro de este tipo de obra es la Vida de Marco Bruto.
En las obras satíricas Quevedo pasa revista a diversas figuras de los estamentos sociales con el objeto de ridiculizarlos o denunciar sus defectos principales; y así, su pluma arremetecontra médicos, poetas, autores teatrales… y ni siquiera perdona a los ministros. Lo comprobamos leyendo sus famosos Sueños (cuya edición de 1631 fue expurgada por el Santo Oficio por encontrar irreverentes algunas citas de las Sagradas Escrituras).
El Buscón, novela picaresca
La prosa de Quevedo puede dividirse en libros morales y ascéticos, de contenido histórico y político y obras satíricas. En los libros morales y ascéticos se refleja el pesimismo del autor y su elevado ascetismo, que le lleva a decir: “La calavera es el muerto y la cara es la muerte, y lo que llamáis morir es acabar de morir, y lo que llamáis vivir es morir viviendo”. Entre ellos destaca La
cuna y la sepultura.
En las obras de asunto histórico y político Quevedo retrata la decadencia de la monarquía española, cuyas causas son, a su juicio, la corrupción de las costumbres, la preponderancia de lo material sobre lo espiritual y el abandono del gobierno en manos de favoritos ineptos. Un ejemplo claro de este tipo de obra es la Vida de Marco Bruto.
En las obras satíricas Quevedo pasa revista a diversas figuras de los estamentos sociales con el objeto de ridiculizarlos o denunciar sus defectos principales; y así, su pluma arremetecontra médicos, poetas, autores teatrales… y ni siquiera perdona a los ministros. Lo comprobamos leyendo sus famosos Sueños (cuya edición de 1631 fue expurgada por el Santo Oficio por encontrar irreverentes algunas citas de las Sagradas Escrituras).
El Buscón, novela picaresca
Su título completo es Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños. Obra de juventud, es una especie de parodia o caricatura de novela picaresca que cuenta con todos los ingredientes del género: elementos autobiográficos, estructura episódica, narración retrospectiva en primera persona, protagonista antihéroe de origen poco honorable, etc.
Su argumento es como sigue: Pablos, hijo de un barbero ladrón y de una mujer aficionada a la brujería, se pone al servicio de un hijo de don Alonso Coronel; ambos se educan en Segovia en casa del dómine Cabra, sacerdote avaro y mezquino que apenas les da de comer. Luego acuden a estudiar a la Universidad de Alcalá de Henares, donde Pablos es objeto de vergonzosas burlas. Enterado por un familiar de que su padre ha sido ahorcado, regresa a Segovia para cobrar su herencia. Después viaja a Madrid donde forma parte de una banda de pícaros. Tras vivir unos días en la cárcel, recorre varias ciudades en busca de nuevas aventuras: en Toledo se hace cómico y en Sevilla, cansado de ver que su vida no medra, se embarca para América, aunque su existencia sigue por los mismos derroteros.
El estilo es muy rico; unas veces emplea un lenguaje cortado, sobrio, conciso, y otras muy complejo, plagado de juegos conceptistas, antítesis, neologismos inventados, etc. El humor
es la nota que más destaca, lograda en muchas ocasiones a base de hipérboles increíbles; aunque a veces se vuelve negro y amargo, lleno de crueles sarcasmos. Los diálogos son chispeantes y vivos, y respecto de las descripciones, no le van a la zaga (recuérdese la proverbial del dómine Cabra).
2. Lectura y actividades
Te propongo la lectura de un fragmento del Buscón. Como sabes, se trata de una parodia de novela picaresca en la que se dan, eso sí, las principales características del género: relato episódico en primera persona, criado de varios amos, elementos autobiográficos, recorrido por varias ciudades, etc. Aquí, el protagonista entra al servicio del hijo del noble segoviano don Alonso Coronel y con él vive el hambre y otras adversidades por el estilo en una primera parte llena de elementos picarescos a imitación del Lazarillo; pero enseguida adopta una actitud de desvergüenza rayana en la inmoralidad y delincuencia, que nos recuerda más al protagonista del Guzmán de Alfarache. En el fragmento presente asistimos al momento en que Pablos, con su señor, entra en pupilaje con un licenciado avariento llamado Cabra.
“Determinó, pues, don Alonso de poner a su hijo en pupilaje: lo uno por apartarle de su regalo, y lo otro por ahorrar de cuidado. Supo que había en Segovia un licenciado Cabra, que tenía por oficio criar hijos de caballeros, y envió allá el suyo y a mí para que le acompañase y sirviese. Entramos el primer domingo después de Cuaresma en poder del hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento. Él era un clérigo cervatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo. No hay más que decir para quien sabe el refrán que dice, ni gato ni perro de aquella color. Los ojos avecinados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos; tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia…; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre, parecía que
amenazaba comérselas; los dientes le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate, largo como avestruz, con una nuez tan salida que parecía se iba a buscar de comer, forzada de la necesidad; los brazos, secos; las manos, como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo, parecía tenedor, o compás, con dos piernas largas y flacas; su andar, muy despacio; si se descomponía algo, le sonaban los
huesos como tablillas de San Lázaro; la habla, ética; la barba, grande, por nunca se la cortar, por no gastar; y él decía que era tanto el asco que le daba ver las manos del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese; cortábale los cabellos un muchacho de los otros. Traía un bonete los días de sol, ratonado con mil gateras, y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos de caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra, y desde lejos, entre azul; llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños; parecía con los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él; conjuraba los ratones, de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba; la cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado, por no gastar las sábanas: al fin era archipobre y protomiseria.”
Actividades
a) Resume brevemente el contenido del texto.
b) ¿Cuáles son las razones que aduce Pablos para que don Alonso decida poner a su hijo en pupilaje?
c) Explica en qué tiempo tuvo lugar la entrada al pupilaje y qué significado aporta al pasaje.
d) ¿De qué modo se relaciona en el texto el rasgo físico “largo sólo en el talle” con la forma de ser del licenciado?
e) Explica el sentido del refrán “ni gato ni perro de aquella color” aplicado al físico de Cabra.
a) Resume brevemente el contenido del texto.
b) ¿Cuáles son las razones que aduce Pablos para que don Alonso decida poner a su hijo en pupilaje?
c) Explica en qué tiempo tuvo lugar la entrada al pupilaje y qué significado aporta al pasaje.
d) ¿De qué modo se relaciona en el texto el rasgo físico “largo sólo en el talle” con la forma de ser del licenciado?
e) Explica el sentido del refrán “ni gato ni perro de aquella color” aplicado al físico de Cabra.
f) En el texto se establecen relaciones entre los rasgos físicos del licenciado y su vestimenta
con otros elementos comparativos o metafóricos. Explícalas.
g) ¿Cuál es el origen de la expresión “como tablillas de San Lázaro”?
h) Explica qué relación guardan los muebles y su casa con la avaricia y mezquindad del dómine Cabra.
i) Cita las dos palabras que resumen la forma de ser del protagonista y explica qué tienen de particular gramaticalmente hablando.
3. Saavedra Fajardo y Gracián.
Diego Saavedra Fajardo (1584-1648) nació en Algezares (Murcia) en el seno de una familia con bienes. Estudió Letras en Salamanca mientras se ordenaba clérigos de órdenes menores. Luego entró al servicio del cardenal Gaspar de Borja y ejerció la carrera diplomática en varias cortes de Europa (Nápoles, el Vaticano, Alemania…). Intervino en varis cónclaves para elegir Papa, sobre todo en las elecciones de Gregorio XV y Urbano VIII y estuvo presente en distintos congresos. Su gran cultura y exquisita perspicacia le ayudaron a entender con exactitud y rigor las razones por las cuales el que había sido un gran imperio se estaba hundiendo en la decadencia más lastimosa.
Obra
Dejando aparte sus poemas, de escaso interés, Saavedra Fajardo es conocido sobre todo por su prosa entre crítica e histórica, de la cual destacan los siguientes títulos: Idea de un príncipe cristiano representado en cien empresas (abreviado en Empresas políticas), que resume la experiencia diplomática del autor y cuya directriz esencial es oponerse a las ideas de Maquiavelo y trazar las líneas de lo que debe ser un verdadero príncipe cristiano; Locuras de Europa, que es un diálogo entre Mercurio y Luciano, en el que éste expresa la pregunta cínica sobre
política y Mercurio la respuesta práctica y clara; la obra es importante para entender los motivos de las rebeldías de Cataluña y Portugal o las guerras en que estaba metida Europa. Pero la mejor para muchos es República literaria, aparecida póstumamente y que representa como ninguna el estilo sereno y natural de Saavedra Fajardo, ajeno a las corrientes del culteranismo y conceptismo del Barroco. A esta obra pertenece el siguiente fragmento donde habla de las nueve musas y sus respectivas ocupaciones, estatuas que adornan la entrada a la ciudad de la república literaria:
con otros elementos comparativos o metafóricos. Explícalas.
g) ¿Cuál es el origen de la expresión “como tablillas de San Lázaro”?
h) Explica qué relación guardan los muebles y su casa con la avaricia y mezquindad del dómine Cabra.
i) Cita las dos palabras que resumen la forma de ser del protagonista y explica qué tienen de particular gramaticalmente hablando.
3. Saavedra Fajardo y Gracián.
Diego Saavedra Fajardo (1584-1648) nació en Algezares (Murcia) en el seno de una familia con bienes. Estudió Letras en Salamanca mientras se ordenaba clérigos de órdenes menores. Luego entró al servicio del cardenal Gaspar de Borja y ejerció la carrera diplomática en varias cortes de Europa (Nápoles, el Vaticano, Alemania…). Intervino en varis cónclaves para elegir Papa, sobre todo en las elecciones de Gregorio XV y Urbano VIII y estuvo presente en distintos congresos. Su gran cultura y exquisita perspicacia le ayudaron a entender con exactitud y rigor las razones por las cuales el que había sido un gran imperio se estaba hundiendo en la decadencia más lastimosa.
Obra
Dejando aparte sus poemas, de escaso interés, Saavedra Fajardo es conocido sobre todo por su prosa entre crítica e histórica, de la cual destacan los siguientes títulos: Idea de un príncipe cristiano representado en cien empresas (abreviado en Empresas políticas), que resume la experiencia diplomática del autor y cuya directriz esencial es oponerse a las ideas de Maquiavelo y trazar las líneas de lo que debe ser un verdadero príncipe cristiano; Locuras de Europa, que es un diálogo entre Mercurio y Luciano, en el que éste expresa la pregunta cínica sobre
política y Mercurio la respuesta práctica y clara; la obra es importante para entender los motivos de las rebeldías de Cataluña y Portugal o las guerras en que estaba metida Europa. Pero la mejor para muchos es República literaria, aparecida póstumamente y que representa como ninguna el estilo sereno y natural de Saavedra Fajardo, ajeno a las corrientes del culteranismo y conceptismo del Barroco. A esta obra pertenece el siguiente fragmento donde habla de las nueve musas y sus respectivas ocupaciones, estatuas que adornan la entrada a la ciudad de la república literaria:
“El frontispicio de la puerta de la ciudad era de hermosas columnas de diferentes mármoles y jaspes. En ellas (no sin misterio), parece que faltaba así misma la arquitectura, porque de los cinco órdenes solamente se veía el Dórico, duro y desapacible, símbolo de la fatiga y el trabajo. Entre las columnas estaba en sus nichos nueve estatuas de las nueve musas, con varios instrumentos de música en las manos a las cuales había dado la escultura tal aire y movimiento ¡a pesar del mármol! , que la imaginación daba a entender que imprimía en ella aquellos
afectos, que suelen infundir desde las esferas del cielo, donde las consideró inteligencias o almas la antigüedad. Clío parece que encendía en los pechos llamas de gloria con las hazañas de los varones ilustres. Tersícore elevaba los pensamientos con la dulzura de la música. Erato daba números y compases a los movimientos de los pies. Polimnia avivaba la memoria. Urania se servía de ella para persuadir el ánimo de las contemplaciones de los astros. Calíope levantaba
los espíritus heroicos a acciones gloriosas. Melpómene los alentaba con la memoria de muchos que merecieron con las hazañas los elogios. Talía, disimulando en el donaire la censura, a un tiempo entretenía y engañaba. Y Euterpe formaba diversas flautas, acomodando a todas diferentes sentidos, con tal propiedad, que parecía que para cada uno las había fabricado. Este
frontispicio se remataba en la estatua de Apolo, cuya madeja de oro, con lustroso curso de luz, bajaba sobre los hombros. Ocupaba su mano derecha el plectro y la izquierda la lira; y aun sin herir las cuerdas, hacía armonía al discurso, si no al oído, la propiedad.”
Baltasar Gracián (1601-1658) nació en Belmonte (Zaragoza) en una familia muy modesta y cargada de miembros. Cursó estudios en el colegio de jesuitas de Calatayud y Huesca. A los dieciocho años ingresó en la orden de la Compañía de Jesús y profesó los votos en 1635. Estuvo varias veces en Madrid donde ganó fama de gran predicador. Una vez conseguido su nombramiento de rector del colegio de jesuitas de Tarragona, mostró gran interés por la arqueología y las antigüedades. Intervino en la liberación de Lérida como capellán del ejército
en 1646. Habiendo demostrado en más de una ocasión su carácter solitario e independiente y tras predicar en Valencia que tenía en su poder una carta del infierno, sus superiores empezaron a retirarle su apoyo hasta perder la plena confianza que en él había puesto la Compañía, que acabó por desterrarlo a Graus. Después de querer abandonar la Orden en varias ocasiones sin conseguirlo, murió en Tarazona.
Obra
Gracián nos ha dejado los siguientes grupos de obras:
Un tratado de estética y crítica literaria: Arte y agudeza de ingenio, donde encierra sus principales ideas conceptistas (“Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. “Las voces son lo que las hojas en el árbol, y los conceptos, el fruto”. “Más pesan quintaesencias que fárragos”…).
Un tratado religioso: El comulgatorio, en el que propugna el camino que debe recorrer el cristiano para alcanzar la Divinidad ( entre otras cosas afirma que la voluntad y la constancia son los únicos que pueden salvar al hombre).
Cuatro tratados políticos en los que pretende reflejar los modelos o tipos ideales que
el hombre debe seguir en los diversos campos de la existencia (la guerra, la cultura, el gobierno y la vida cotidiana): El Héroe, El Discreto, El Político y Oráculo manual o arte de prudencia.
Un tratado filosófico expuesto en forma novelada: El criticón, para muchos su mejor obra. En el prólogo define el autor su obra como un discurso del paso de la vida en sus cuatro edades o
estaciones: Niñez o Primavera, Juventud o Estío, Varonil edad u Otoño, Vejez o Invierno. El libro muestra además el contraste entre el instinto y la razón que, complementadas, guían al hombre hacia el buen obrar. Si las ideas filosóficas de Gracián se resumen en forma de máximas o sentencias como las contenidas en el Oráculo manual, para conocer con mayor profundidad su pensamiento debe leerse El criticón. Su argumento, a grandes rasgos, es el siguiente: Un náufrago llamado Critilo encuentra en la isla de Santa Elena, adonde ha ido a parar, a Andrenio, un hombre semisalvaje que ha vivido solo en la naturaleza y que desconoce su origen y hasta el lenguaje, pormenor que le enseña Critilo. Ambos recorren parte de Europa, Andrenio dirigido por sus instintos y Critilo por la razón (España, Francia, Italia), y van encontrando personajes, la mayoría alegóricos, que sirven al autor para hacer todo tipo de consideraciones filosóficas (sobre la amistad, la hipocresía, la reputación, la desilusión…), hasta que llegan a Roma donde
comprenden la fragilidad de la vida y la seguridad de la muerte, aunque ellos van a la isla de la inmortalidad, cuyos dos únicos caminos son la virtud y el valor.
He aquí un fragmento de El criticón que pinta la vida como un valle de lágrimas:
“Porque, ¿quién, sabiéndolo, quisiera meter el pie en un reino mentido y cárcel verdadera, a padecer tan muchas como varias penalidades? En el cuerpo hambre, sed, frío, calor, cansancio, desnudez, dolores, enfermedades y en el ánimo engaños, persecuciones, envidias, desprecios, deshonras, ahogos, tristezas, temores, iras, desesperaciones y salir al cabo condenado a miserable muerte, con pérdida de todas las cosas: casa, hacienda, bienes, dignidades, amigos,
parientes, hermanos, padres y la misma vida, cuando más amada. “Bien supo la naturaleza lo que hizo y mal el hombre lo que aceptó. Quien no te conoce, ¡oh, vivir, te estime!; pero un desengaño tomará antes haber sido trasladado de la cuna a la urna, del tálamo al túmulo. Presagio común es de miserias el llorar al nacer. Que, aunque el más dichoso cae de pies, triste posesión toma y el clarín, con que este hombre y rey entra en el mundo, no es otro que su llanto: señal que su reinado todo ha de ser de penas.”
4. Comentario de texto literario
Lee el siguiente fragmento de Agudeza y arte de ingenio, de Baltasar Gracián, y contesta las preguntas:
“Era la verdad la esposa legítima del entendimiento, pero la mentira, su gran émula, emprendió desterrarla de su tálamo y derribarla de su trono: para esto ¿qué embustes no intentó?, ¿qué supercherías no hizo? Comenzó a desacreditarla de grosera, desaliñada, desabrida y necia; al contrario a sí misma venderse por cortesana, discreta, bizarra y apacible, y, si bien por naturaleza fea, procuró desmentir sus faltas con sus afeites. Echó por tercero al gusto, con que en poco tiempo obró tanto, que tiranizó para sí el rey de las potencias. Viéndose la verdad despreciada y aun perseguida, acogióse a la agudeza, comunicóle su trabajo y consultóle su remedio. Verdad amiga, dijo la agudeza, no hay manjar más desabrido en estos estragados tiempos que un
desengaño a secas, mas ¡qué digo desabrido!, no hay bocado más amargo que una verdad desnuda. La luz que derechamente hiere, atormenta los ojos de un águila, de un lince, cuando más los que flaquean. Para esto inventaron los sagaces médicos del ánimo el arte de dorar las verdades, de azucarar los desengaños.
Quiero decir (y observadme bien esta lección, estimadme este consejo) que os hagáis política; vestíos al uso del mismo desengaño, disfrazaos con sus mismos arreos, que con eso yo os aseguro el remedio, y aun el vencimiento. Abrió los ojos la verdad, dio desde entonces en andar con artificio; usa de las invenciones, introdúcese por rodeos, vence con estratagemas, pinta lejos lo que está muy cerca, habla de los presente en lo pasado, propone en aquel sujeto, lo que quiere condenar en éste, apunta a uno para dar en otro; deslumbra las pasiones, desmiente los afectos, y por ingenioso circunloquio viene siempre a parar en el punto de su intención.”
Contexto
a) Sitúa el texto en el movimiento literario al que pertenece y dentro de la obra de su autor.
Análisis del contenido
b) Redacta el contenido del texto como si fuera un relato.
c) Confecciona un campo semántico referido a la mentira a partir del léxico del texto.
d) Describe el cambio que experimenta la verdad a lo largo del fragmento. Explica la causa de ese cambio.
e) ¿Qué consejo da la agudeza a la verdad?
Análisis de la forma
f) Identifica en el texto los pasajes de narración y de diálogo. ¿Qué crees que consigue Gracián
valiéndose de estas formas de elocución?
g) Localiza en el fragmento un ejemplo de cada una de estas figuras retóricas: aliteración, antítesis, metáfora, interrogación retórica, personificación, comparación, asíndeton, paronomasia.
h) Explica el cambio de las personas gramaticales del texto.
Comentario final
i) Redacta un comentario que incluya los puntos anteriores.
a) Sitúa el texto en el movimiento literario al que pertenece y dentro de la obra de su autor.
Análisis del contenido
b) Redacta el contenido del texto como si fuera un relato.
c) Confecciona un campo semántico referido a la mentira a partir del léxico del texto.
d) Describe el cambio que experimenta la verdad a lo largo del fragmento. Explica la causa de ese cambio.
e) ¿Qué consejo da la agudeza a la verdad?
Análisis de la forma
f) Identifica en el texto los pasajes de narración y de diálogo. ¿Qué crees que consigue Gracián
valiéndose de estas formas de elocución?
g) Localiza en el fragmento un ejemplo de cada una de estas figuras retóricas: aliteración, antítesis, metáfora, interrogación retórica, personificación, comparación, asíndeton, paronomasia.
h) Explica el cambio de las personas gramaticales del texto.
Comentario final
i) Redacta un comentario que incluya los puntos anteriores.
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