miércoles, 1 de julio de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

La Románica

Después de jubilarme de mi profesión no había vuelto en meses (aunque de algún modo había seguido estando allí con todos) por el lugar donde la he ejercido con mayor libertad y gusto, La Románica, instituto que se encuentra en la población barcelonesa de Barberá del Vallés. Y lo he hecho por dos motivos fundamentales: uno, para acompañar a un viejo amigo del Seminario de Castellano en su despedida, y dos, para volver a ver a los compañeros y compañeras de tiza, cuadernos y recuperaciones escolares y otraors que no lo son tanto. Al volver a entrar en La Románica experimenté una sensación de tranquilidad, como de haber hecho los deberes. A los alumnos que vi les di recuerdos para los demás y les animé a seguir labrándose un futuro digno por medio de los estudios responsables. Y a los profesores les pedí que siguieran teniendo paciencia porque su impagable labor de entrega tendrá un día el premio que se merecen: la satisfacción insustituible de haber cumplido con su obligación, santa obligación como es la de formar integramente a otras personas. De ese breve regreso a La Románica me llevé dos regalos inesperados: uno, el cariño que sigue profesándome el colectivo (alumnos, profesores y personal no docente) que allí trabaja (el cariño es mutuo), y dos, el soporte digital e impreso que hará que siempre vaya conmigo la elegantemente sencilla iglesia románica que se levanta al lado del Instituto y que le da nombre: La Románica. Su perfil románico fue siempre testigo de mis idas y venidas al Instituto y, mientras contemplo otra vez su riquísimo interior en la pantalla de mi portátil en esta Tossa de mi alma (esas bellas pinturas murales de los tres ábsides y del arco triunfal, únicas por su callada poesía y porque han tenido la suerte de no acabar en la fría impersonalidad de algún museo), sé a ciencia cierta que siempre irá conmigo. Bello lugar de Barberá del Vallés que reúne la enseñanza del más acá, del día a día entre lecciones de humanidad y saberes científicos del Instituto, y la enseñanza del más allá, que sólo el corazón libre y generoso aprende y aplica, de la iglesia románica de Santa María. Que el tiempo y el hombre se queden de acuerdo para mantener intacto y duradero este lugar privilegiado.

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