lunes, 20 de julio de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Parada y fonda
























Hace días no sé por qué se me olvidó citar entre mis aficones favoritas la del Teatro. Desde muy niño, según me recordaban los míos no hace mucho, me gustaba disfrazarme y hacer pequeñas representaciones familiares subido en una silla, tal vez a imitación de los charlatanes que iban al mercado municipal a vender sus mercancías entre grandes aspavientos y suculentas ofertas que luego resultaban la mayoría de las veces meros fingimientos (¿no es el Teatro en el fondo un gran fingimiento?). Más tarde, y hay constancia de ello en fotografías caseras, actué de pájaro hablador en el Teatro Ramos Carrión de mi ciudad natal, junto con otros condiscípulos de los Salesianos, en una obra dedicada al personaje mitológico de Garbancito, donde cantaba una enternecedora letra que jamás he olvidado y que ahora canto, como puedo, a mi nieto: "Chu, chú- chu, chú, sabed que Garbancito es un niño formal. Avecillas que voláis, pajarillos que cantáis..." Y a punto de dejar el Instituto para enfrentarme al difícil control del Preuniversitario para iniciar Filosofía y Letras, representé en el Paraninfo del Instituto, ante un público especial representado por familiares y amigos de los alumnos, la pieza cómica de Vital Aza titulada Parada y fonda. Recuerdo con cariño la entrega de nuestro profesor de Francés, don Pedro ( prometo desde ahora mismo recoger en el blog una colección de anécdotas ocurridas en mis años de estudiante preuniversitario), durante los ensayos que hacíamos en los recreos de la obra para que saliera a las mil perfecciones. Yo era el comisionista catalán Pau Palau Tomeu, representante de Andreu Grau y Riu de Barcelona, que a cada ocasión que me brindaban los personajes que constituían conmigo el reparto de Parada y fonda (don Emeterio, Rufino y el camarero de la fonda), sacaba a relucir mis muestrarios sobre los más diversos artículos, desde cepillos de dientes hasta despertadores eléctricos fabricados para sordos de nacimiento. De aquella representación (en realidad se hicieron dos representaciones para que todo el mundo interesado en la obra pudiera verla cómodamente) conservo algún incidente humorístico que arrancó del público asistente más de una carcajada como el de tener que comer pan solo repartido en los platos a modo de tajadas de carne en la segunda representación porque agotamos las existencias en la primera, o el momento en que voy a lavarme las manos antes de comer y una mano armada de toalla aparece por un costado del escenario cuando yo estoy en el contrario. De esa obra inolvidable, sin saberlo a cierta cierta (hasta hace unos días en que volví a repasar Parada y fonda lo descubrí), citaba en algunas cenas con los amigos una frase que creí siempre que era mi completa invención, ésta: "Es una delicia esto de cenar con los amigos a altas horas de la noche." Es una frase que precisamente el comisionista catalán, dirigía a don Emeterio y Rufino mientras cenaban los tres en una misma habitación por necesidad pues era día de feria en Valladolid (localidad donde transcurre la acción) y la fonda estaba al completo. Y como es de la afición al Teatro de lo que estoy hablando y no en especial de la obra de Vital Aza, acabo refiriéndome al hecho de que, ya profesor de Lengua y Literatura en un Colegio privado del Vallés, lo fui también de la EATP de Teatro con alumnos del antiguo BUP. Intenté incluir en el programa no sólo el amor por la historia de nuestro teatro clásico, sino por ciertas obras contemporáneas y fragmentos de alto valor dramático y humano. No me fue mal del todo (otro día me referiré a ello con detalle) y entre mis alumnos tengo la enorme satisfacción de haber contado con uno de nuestros directores de cine con mayor proyección nacional. Me refiero a José Luis Guerín, al que debemos películas como Tren de sombras, Innisfree o En construcción.

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