lunes, 15 de junio de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Hace unos días en mi blog anunciaba un pequeño diccionario construido a partir de quintaesencias del escritor uruguayo recientemente fallecido Mario Benedetti. Aquí lo muestro como homenaje al autor de La tregua.

QUINTAESENCIAS DE BENEDETTI





































Alegría: La alegría sobreviene después de las ausencias, al fin de las nostalgias. Después de todo la alegría es un préstamo, no nos pertenece. Es una locurita, un premio pasajero, pero la disfrutamos como si fuera propia, como un lucro, como una primavera de la vida.
Amor: La sinceridad del amor suele nutrirse de la alegría. En el amor, las limosnas que dan los que aman de veras son pedacitos de alma, y el corazón limosnero las va coleccionando como un apasionado numismático. El amor en que intervienen tres es un problema y el humo que se eleva de esa hoguera se llama celos.
Aplauso: hay que aprender a vivir sin aplausos, o sólo con el aplauso de la conciencia espontánea y veraz.
Ayer: El ayer transcurre sobre el fuego, sobre el mar, sobre la tierra. Nada puede borrarlo porque es hálito, destino. No hay más remedio que meterlo en la bolsa, y cómo pesa. El ayer es una envoltura de sucesos, de nunca más y todavía.

Bush: El expresidente Bush nunca viaja a Los Ángeles porque es un demonio.

Camposanto: La gente se acerca a las tumbas y a los nichos y les deja flores, que pueden ser perdones o remembranzas, pero tres o cuatro crepúsculos después el camposanto será apenas un jardín de flores marchitas.
Candor: Vivir sin candor es convertirse en blanco para todas las saetas.
Carta: Las cartas vienen en sobre de invierno o de primavera. Dicen cosas que uno imagina, piensa, construye. Cada carta viene colmada de silencios, pero cada silencio es un coro de voces.
Ceniza: La ceniza es el cansancio de la vida y por eso es la insignia de la muerte
Compasión: Cuando se ama con pasión, surge la compasión.
Cordura: La cordura vigila y amenaza con meternos en el corral de la razón.
Costumbre: La costumbre es la culaidad más simple y sencilla del ser humano y sin embargo no es igual para todos. Todos somos un poco esclavos de nuestras costumbres, porque ellas no nos sueltan, nos diseñan un carácter o adjudican un temple.

Delirio: Los delirios nos sacan del mundo cotidiano, nos arrojan en brazos de la desmemoria, y así, sin la menor prevención disfrutamos del olvido.
Desamor: El desamor es un amor caído, un viudo de la pasión y sólo se reincorpora cuando otro amor le miente que lo ama.
Diccionario: Alguien proyectó hace un tiempo editar un diccionario con las palabras corrientes, las que todos usamos, pero resultó un volumen tan reducido que nadie lo quiso publicar.
Dios: Dios es invocado por los indígenas, los campesinos, los indigentes y en general por los desdichados, pero nunca acude a la cita. Después de todo Dios, si es que hay alguno, se dedicó a crear abismos y cenizas, simulacros de azar. Qué monotonía.

Eco: A partir de los ecos suelen hacerse pronósticos, casi siempre falsos. No podemos reclamarles porque son presencias fantasmales, espejos de lo que oyeron y ya no está, parodias de la muerte. El eco es un espejismo y el espejo es un eco. También es un puente entre el olvido y la memoria. El eco es después de todo una respuesta de la pobre alma, que aporta aromas y fatigas, cercanías y distancias.
Escéptico: Los escépticos se burlan de los demás y de sí mismos. Se aburren de creer y no echan de menos las ausencias. Los escépticos no logran escapar del viejo laberinto y reciben mensajes que son indescifrables.
Espanto: El espanto es un compañero incómodo: nunca se muestra a pleno sol sino en la oscuridad más desolada.
Estatua: La estatua es una forma estética de la muerte. La estatua es una vida encadenada.
Estupor: Cuando el estupor invade el alma, es porque andamos cerca del final, de algún nicho a la espera. Y se acabaron todos los asombros.
Exilio: El exilio tiene algo de abandono y de espantos diminutos, de expectativas inalcanzables, de flor de un día. El exilio tiene también algo de patria; segunda patria, claro. Crecimos en un exilio de la esperanza, sin advertir que era un exilio de la nada.

Fotografía: Presencia de los ausentes. Hay poses de familia que son una síntesis de tiempo, pero también hay instantáneas que son apenas el pellizco de un pasado minúsculo.
Futuro: El ´futuro es un piélago de deterioros, un borrador de catástrofes. El pasado nos despidió con los brazos abiertos, pero el futuro nos recibe con garras sin perdón.

Guerra: Cuando la guerra se disfraza de paz, nos deja casi atónitos, inaugura temblores, se afirma en la tristeza
Guarida: El mundo es tan cambiante, tan inesperado, que es bueno construirse una guarida, no sólo para desalentar al azar sino también y sobre todo para borrar las culpas que los buenos vecinos nos endilgan. En la guarida estamos casi a salvo. Nadie puede matarnos. Salvo la muerte, claro.

Historia: Con pasos del pasado se construyó la historia.
Horizonte: El horizonte es una meta inalcanzable. Cada hombre, cada mujer y a veces cada niño, tiene un horizonte propio. El único horizonte que por fin se alcanza es el de la muerte, pero quienes lo atraviesan nunca vuelven para contarnos lo que hay después.
Huella: En las huellas de ida los pies se apoyan sin problema, pero en las de vuelta la cosa se complica. En unas y en otras el denominador común es la esperanza.
Humano: Cada ser humano es una isla, donde sólo convive con su conciencia y en ocasiones con un lago quieto que le informa sobre qué rasgos asume su rostro de náufrago.

Idioma: Uno de los trayectos más estimulantes de esta vida es el tránsito por el idioma. El pensamiento avanza de palabra en palabra. Gracias al idioma, sobrevivimos. Porque somos palabra, quién lo duda. El lenguaje es una bolsa de ideas, una metafísica que no tiene reglas, una propuesta que cada día es distinta.
Inquietud: La palabra inquietud colma la realidad, como si fuera un humo concentrado.

Libertad: La libertad le da un pellizco al alma y uno no tiene más remedio que ser libre.

Lluvia: La lluvia es una reja y a través de esa reja me reconcilio con el mundo, que está lleno de prójimos, de tristes.

Memoria: La memoria es un trozo de infinito. La memoria es un archivo alucinante, colmado de hechos, palabras, rostros, amores, sorpresas, decepciones, aburrimientos, lealtades.
Miedo: No se juega con el miedo porque el miedo puede ser un arma de defensa propia, una forma inocente o culpable de coraje.
Miserable: La condición de miserable es un tumor del alma, casi siempre incurable, porque el alma no admite cirugías. Dicen que Dios creó a los miserables para proporcionar trabajo a los ángeles justicieros. Pero los miserables son capaces de cortarles las alas.
Muerte: Cómo no tener en cuenta que la muerte es la cumbre de la sencillez.
Música: La música acaricia a los niños y adormece a los viejos. La música es un arrabal del cielo y es el único paisaje que disfrutan los ciegos. La música es un premio, un recurso, una victoria.
Monólogo: El monólogo es más caótico cuanto más se sale del instante, especialmente cuando se infiltra en el pasado buscando raíces, motivos, semillas de una angustia. Monologamos desde que nacemos, pero en ciertos deliberados intervalos guardamos el soliloquio en el cofre de la fantasía y lo cerramos con candado.
Mundo: El mundo pasa sin interrupciones, con paisajes que llenan el contorno, alarmas con abismos, glorias inaccesibles, perdones que no pedimos y alborotos en la conciencia cerrada con candado.

Naturaleza: La naturaleza está ahí, sola, esperando ojos que la revelen, corazones que la sientan.
Nostalgia: Con pasos del exilio se formó la nostalgia.
Nunca: Palabra definitiva: cuando cierra el portal no pasa nadie, ni siquiera un misil.

Odio: Tanto el odio como el amor suelen llegar a su meta antes de alcanzar el horizonte.
Olvido: Gracias al trabajo del tenaz olvido, el pasado se va reduciendo y apenas nos deja unas pocas señales para que sepamos quiénes fuimos y también quiénes somos.
Optimista: Los optimistas vencen al tedio y a la fiebre. Aprenden del ayer y no lo borran. Conocen y reconocen que vendrá algo mejor y desde ya preparan la bienvenida. Los optimistas guardan a menudo algo de gloria, que no es siempre la de hoy o la de antes. Hacen un nudo con las certidumbres y llenan su bolsillo de poesía.

Paisaje: En la naturaleza hay paisajes tan hermosos, que uno corre a comprarles un marco.
Palabra: Si la palabra está sola, al aire libre, se levanta en su significado, dice algo, lo sostiene. Pero cuando entra en el diccionario, la muchedumbre de significados la asfixia.
Pasado: Camposanto donde yacen esperanzas y quimeras. El pasado es una colección de silencios. El pasado, colmado de sus rostros, nos castiga y nos premia. Reparte sus consejos, sus reproches. La memoria los junta. Y algo que vale: los que se fueron vuelven en los sueños. Bienvenidos. El pasado es la única temporada que crece cada día.
Patria: La patria es como el arroz: germina en todas partes, así sea con océanos de por medio. La patria es un territorio pero también es un fantasma que se aparece por la noche.
Paz: La paz conoce quiénes somos y nos hace mejores. La paz nunca se disfraza de guerra y sólo a ella el corazón la acepta y recibe con latidos, que son como un abrazo.
Perdón: En los perdones siempre hay una pizca de hipocresía. Hay varias formas de perdón: la clemencia, la piedad, el indulto. En el perdón conviven la culpa y la disculpa, el sueño y el desvelo.
Personaje: Los personajes perduran más que la trama novelesca o el ritmo de los poemas.
Algunos personajes son como espejos y otros son como aliados o acusadores. Hay personajes jubilosos y otros con un pozo de tristezas.
Pie: Los pies son racimos de pasos. Hay pies que son arpones y otros pies que son alas.
Piedad: la piedad suele emitir cierto olor a miseria, pero cuando se nutre de amor, tiene un lindo aroma. La única piedad que sirve es la que nace del corazón, con o sin lágrimas.
Poder: El espanto es el más importante recurso del poder.
Poesía: La más notoria virtud de la poesía es que no es prosa. Hasta en las guerras hay poesía, pero nunca en la artillería de los vencedores sino en la última mirada de los vencidos. Hay poesía en los himnos patrios, pero no en la cursilería de sus letras sino en las voces de quienes los cantan.
Poeta: Cada poeta va creando su arte poética, que en el fondo es la regla de no tener reglas. Cada poeta lleva su arte poética en algún bolsillo de su penuria o de su gloria.
Poética: La poética es el vía crucis de las palabras y quizá por eso es dignificada por los sentimientos y los pájaros, y también por alguna de esas primorosas mujeres que vuelan en el sueño.
Presente: El presente es apenas una línea divisoria, una frontera que de poco sirve. Uno la pisa y la pasa, y el avaro futuro nos recibe con su abrazo implacable.

Realidad: La realidad es un manojo de poemas sobre los cuales nadie reclama derechos de autor. Lo malo de la realidad es su punto final.
Río: El río va remolcando su piedad y recibe el candor de sus afluentes. Las riberas conservan su memoria del río, para ellas no hay olvido. El agua dulce avanza hasta la sal del mar.

Sencillez: La sencillez es una de las virtudes más complicadas de este viejo mundo. En la sencillez, los hombres y mujeres se amparan, se comprenden, se alivian.
Sentimiento: Gracias a los sentimientos, tomamos conciencia de que no somos otros, sino nosotros mismos. Los sentimientos nos otorgan nombre, y con ese nombre somos lo que somos.
Siempre: Permanencia con límites.
Silencio: En el silencio caben todos los ruidos. Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio.

Tiempo: Nos vamos para volver, volvemos para irnos de nuevo. El tiempo es un viaje de escalas infinitas donde aprendemos y enseñamos algo.
Toro: En tauromaquia, el toro es desgraciado como cualquier cornudo.
Trago: Un trago sirve para creer que la vida es sueño, o que el mundo se tambalea sin motivo. El trago, cuando es medido, acaba con las penas menores, pero cuando es desmedido acaba con el hígado.
Tristeza: Melancolía más, melancolía menos, la tristeza puede ser un dolor invisible. Por lo general suspende toda esperanza y se instala en el alma con su colección de ausencias repentinas.
Vida: De la nada a la nada pasa una historia efímera, esa imitación del algo que se llama vida, un lapso en el que amamos, respiramos, creemos y descreemos, repartimos semillas en los surcos que esperan y asumimos proyectos a largo o a larguísimo plazo. A las virutas de la vida nos abrazamos y encomendamos, con ellas nutrimos nuestra endeble conciencia y alimentamos sueños y ensoñaciones. En el modo mecánico de entender la vida, hay que adquirir una garlopa sin perdón, una sierra de angustia, un buril de rabieta. En plazas y calles la vida sigue e improvisa, como si la muerte fuera una invención, una mentira.
Voz: Yo prefiero entenderme con mis voces.

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