jueves, 11 de junio de 2009

CONEXIÓN

CONEXIÓN. Número 10, 15 de junio de 2009, Tossa de mar





EL POEMA



La primera vez






















Te veo con asombro en esta magia
De arena y mar de Tossa. Con tus dedos
Acaricias la arena como piel humana
Mientras en tu mirada insaciable tiembla el brillo
De la espuma del mar en esta orilla.
De momento acaricias mar y arena
Con la inexperiencia de tu poca edad,
Pero es tan fuerte y tan curiosa el ansia
Que pones en tu primer intento, que no puedo
Evitar una lágrima. Vendrá el día,
Acaso más pronto que el que espero,
En que experto de arena y mar te lances
A dejarte besar por esa espuma
Y esas olas que se coronan de ella,
Y seas el señor de la esmeralda
Que susurra su sal ahora en tu oído.
Paciencia como el agua. Mira cómo
Escribe aquí en la orilla su poema
Y estampa su alto beso en los cantiles.
Y lo hace lentamente, sin presura,
Midiendo bien el tiempo con paciencia.
Igual que tú, que ahora sólo miras
Y tocas esta magia con el sueño
De hacerla tuya un día para siempre.





EL RELATO


El talismán

En este número 10 de CONEXIÓN inicio una novela breve por capítulos. Aquí está el primero titulado



EL NUEVO ADEPTO













Amando Berrocal había nacido en Zamora en el seno de una familia modesta. Cursó los primeros estudios con las monjas de su barrio y empezó el Bachillerato en el Instituto de la ciudad. Después estudió en el Seminario. Pero en todos esos sitios su corpulencia, su lentitud de reflejos y sus modales afeminados fueron centro de las burlas de sus compañeros. Escogió la soledad como refugio y la lectura de temas fantásticos como medio de huir de la realidad asfixiante que le tocó vivir. También por entonces empezó la costumbre de vestir ropa negra y holgada como estandarte de su voluntaria separación de la gente común y corriente. Algunos de sus compañeros decían que para no olvidar del todo su paso por el seminario. La cuestión es que, por un motivo o por otro, eligió ese comportamiento extraño, de manera que se acostumbró a crecer en medio del odio y el aislamiento. Eso duró hasta que sus padres decidieron trasladarse a Barcelona para medrar económicamente y darle a su hijo un ambiente más llevadero y tolerante. Pero en Barcelona las cosas no cambiaron. En la Universidad estudió Clásicas, aunque nunca acabó la carrera, y frecuentó la amistad de otros marginados como él. Juntos acudían a conferencias, charlas y tertulias que trataban de ciencias ocultas y religiones antiguas, y compraban y se intercambiaban libros que versaban sobre los mismos temas. Había en el grupo un joven que le tiraba los tejos, un tal Pere Pou, blanco de piel, barbilampiño, ojos penetrantes y habla lenta y sugerente, y con él intimó más que con el resto. Y un día en que ambos acababan de entregarse a su pasatiempo favorito, Pere le hizo una confidencia.
--Ha llegado el momento de corresponder a la confianza que has puesto en mí–dijo—: voy a confiarte un secreto que a nadie he revelado hasta ahora. Soy la reencarnación de Arnaldo, uno de los maestros de los Canteros, organización a la que pertenezco y de la que te iré informando poco a poco. Quiero mostrarte algo --añadió mientras abría el primer cajón del aparador y sacaba de él una cajita roja. Luego la llevó hasta la mesa, levantó la tapa de la cajita y sacó una especie de escapulario. En la bolsita había una piedra circular, que mostró a Amando.
--Éste es el talismán de Arnaldo. Quien lo lleva encima puede tener el mundo de su parte. Muchos Canteros actuales darían la vida por poseerlo.
Amando le echó una ojeada codiciosa. Pou debió de notar algo raro en el brillo de los ojos de su amigo porque, sin dar más explicaciones, volvió a guardar el talismán en la cajita roja y ésta en su sitio del aparador.
--¿Quiénes son esos canteros?—preguntó Amando para disipar las sospechas de su anfitrión.
--Resumiendo, te diré que es una secta religiosa medieval que cuida especialmente de asuntos vedados al gran público, tiene ramas extendidas por todo el mundo y que necesita gente como tú.
--Suponiendo que acepte entrar en ella, ¿ qué recibiré a cambio?
--Poder. Mucho poder. ¿Recuerdas a quienes te zaherían con sus burlas desde niño? Pues de todos esos podrás vengarte con sólo desearlo. De todos esos podrás deshacerte si abrazas las doctrinas de la secta. Cuando quieras, no tienes más que decírmelo y yo mismo te guiaré durante los primeros tiempos de tu adhesión a la sociedad.
Después de aquel día Amando pensó muchas veces en lo que Pou le había dicho. Finalmente, llegó al convencimiento de que, haciéndose Cantero, sería libre y nadie le volvería a tomar como centro de sus burlas. Pero no se haría de la secta por la vía que le había sugerido Pou, sino por un camino completamente personal. Y si tenía que fingir su condición de adepto, lo haría sin ningún escrúpulo. Así que, decidió que en la primera ocasión que tuviera se apoderaría del talismán de Arnaldo, aquella llave mágica que le abriría por fin las puertas del éxito y del poder. Y a la primera ocasión que tuvo, en una ausencia de Pere, sigilosamente abrió el cajón del aparador, y de la cajita roja robó el preciado talismán. Luego metió en la bolsita una moneda para que no se notara el cambio de peso y restituyó la cajita a su lugar.
Antes de irse, le dijo a su anfitrión que estaba pensando muy seriamente lo de ingresar en la Orden y que muy pronto se decidiría.
--Tienes razón al querer pensarlo unos días más. La decisión lo merece. Pero la sociedad dispone de poco tiempo, y existe gente que está ansiosa por entrar en nuestra organización. Además, Amando, no olvides todo lo que, a cambio, puedes conseguir.
Ya en la calle, Amando se palpó con alegría el talismán que llevaba escondido bajo la ropa. Casi iba saltando de emoción camino de la boca del metro. Mientras tanto, dos pares de ojos lo observaban desde lo más alto del edificio, semivelados por las cortinas de la ventana y compartiendo una sonriente complicidad.
--Ese estúpido se ha tragado el engaño —dijo Pou.
--Ha sido muy buena idea—sentenció el Maestro, un individuo seco y alto como una cucaña--. Me refiero la de mostrarle la auténtica piedra antes de cambiarla por una burda imitación de tantas como se venden en los puestos de suvenires de la parisina Rue de Rivoli. Ahora sólo hace falta que nuestro plan siga adelante y que ese gordinflas no se raje. Y así mataremos dos pájaros de un tiro. Al final habremos logrado lo que la sociedad pretende y tú y yo tendremos a nuestro abasto la debilidad del tal Amando. Aunque no debemos regodearnos con la lujuria. Basta lo justo que preconiza nuestra sociedad.
Y, tal como deseaban, Amando no se echó para atrás. La codicia que movía sus acciones y sus pensamientos era demasiado grande. Por ello dos días más tarde le puso a Pou un mensaje en el móvil en el que le decía que estaba decidido a formar parte de la secta. Pou le contestó que era mejor formalizar el trato de viva voz y en su piso.
Así lo hizo Amando, y en cuanto Pere le abrió la puerta y le invitó a que pasara, fingió estar poseído de una gran ansiedad.
--Quiero volver..., convertirme en un… en un Cantero—dijo atropellando las palabras.
--Primero toma aire.
--Ya lo he tomado. ¿Qué tengo que hacer para entrar en la secta?
--Respira profundamente, siéntate en el sofá y, sobre todo, tranquilízate.
Pero Amando no necesitaba que nadie le pidiera que se tranquilizase porque nunca había estado más tranquilo. Por los gestos y la voz de Pere, le parecía evidente que no se había percatado del robo del talismán.
--Ya estoy tranquilo—dijo--. Ahora repito la pregunta: ¿Qué tengo que hacer para entrar a formar parte de los Canteros, para convertirme en un adepto fiel y servicial a la Sociedad?
Pere clavó su mirada penetrante en la de Amando y con aquel tono suyo tan característico le contestó:
--Te dije el otro día que nuestra organización suele velar a ultranza por que las cosas sagradas pertenecientes a los Canteros sigan siendo sagradas e inviolables, y castiga contundentemente a cualquier intruso o profano que osa meter sus narices en los asuntos de la sociedad para airearlos y ponerlos al alcance de la chusma, ¿recuerdas?
Amando asintió.
Pere Pau se tomó un respiro.
--¿Estás dispuesto entonces a pertenecer a los Canteros? Piénsalo nuevamente. Porque una vez tomada esa decisión, no podrás volverte atrás. Y aunque enseguida compruebes que una nueva fuerza habita tu cuerpo y gracias a ella consigues cosas que nunca lograste, si traicionas la causa de nuestra sociedad, esa misma fuerza se volverá contra ti y no parará hasta destruirte. Pero otra cosa te digo: si la sirves ciegamente, te repito, Amando, que tendrás poder, mucho poder, un poder que te reportará grandes beneficios, personales y sociales.
--¿Qué tengo que hacer?
--Cumplir tres requisitos imprescindibles.
--¿Cuál es el primero?
--Aliviar al Maestro más cercano. Exige cierto espíritu de desprendimiento y generosidad, pero una vez satisfecha la primera condición, las otras dos son de puro trámite. ¿Estás dispuesto, Amando?
-- Lo estoy.
Pere Pou se levantó para acudir al aparador. Abrió la portezuela de la derecha y puso en marcha una cadena de música de alta precisión. A los pocos segundos sonaba en la estancia la Heroica de Beethoven. La música hizo estremecer a Amando, que no dejaba de observar los movimientos de su amigo en espera de cumplir lo antes posible la primera condición. Pou cogió una cinta negra de una cesta que había sobre el mueble y se acercó a su expectante amigo.
--El rito exige que se te vende los ojos –dijo mientras ataba la cinta alrededor de la cabeza del sumiso--. Ahora debes bajarte los pantalones y ofrecerte al Maestro.
--¿Es preciso eso?
--Es imprescindible. Y además, en ningún momento debes quitarte la venda para ver su rostro. Si lo hicieras, quedarías ipso facto fuera de la sociedad. Aún estás a tiempo de echarte atrás. Amando negó con la cabeza mientras se despojaba de la ropa y se arrodillaba sobre la alfombra. La música de cuerda inundaba su corazón. Pou se retiró mientras de detrás de la cortina roja que cubría la puerta más alejada del salón surgía el Maestro totalmente desnudo salvo su inseparable alzacuellos.
El acto de sumisión duró lo que duró el fragmento de la pieza musical de Beethoven. Luego esperó unos segundos hasta que Pere apareció. Le desató suavemente la venda negra de los ojos y acto seguido le dijo con un tono de voz lenta y templada:
--Puedes vestirte. El Maestro ha confirmado que la primera condición ha sido cumplida satisfactoriamente.
Amando se vistió nervioso y sin osar mirar a los ojos a su amigo.
--No debes avergonzarte de lo que acabas de hacer—le dijo Pere--. Todos hemos pasado por la misma prueba. Además, para tu conocimiento y satisfacción, debo decirte que a partir de hoy te quiero mucho más. –Y le besó en una mejilla--. Cualquier duda que tengas desde este mismo momento puedes consultármela. Seré como una tumba para tus confidencias.
Amando sonrió tímidamente. La fuerza y la seguridad que traía al principio se le habían esfumado.
--Gracias—susurró--.Ya casi soy uno de los vuestros.
--Casi—enfatizó Pere--. Tú lo has dicho. La pregunta es: ¿quieres continuar con el cumplimiento de las condiciones?
--Sí.
--Ya te dije que, cumplida la primera, las otras dos serían de puro trámite, en especial la segunda. Consiste en que te hagas con un correo electrónico para recibir en él toda la información necesaria para ser un buen Cantero y, sobre todo, el encargo especial que constituye la tercera y última prueba. No te preocupes de la dirección del correo porque yo mismo te ayudaré a crearla. Sígueme.
Pasaron a un gabinete de estudio preparado con todos los adelantos tecnológicos. Se sentaron ante un ordenador portátil ya puesto en funcionamiento y Pere tecleó durante unos minutos. Amando contestó a unas preguntas suyas mientras en la pantalla aparecían unas cuantas casillas en blanco que casi simultáneamente se fueron rellenando. Luego Pou escribió algo en una octavilla y se la entregó.
--Éste es tu correo electrónico. No lo pierdas. Aunque es mejor que te lo aprendas de memoria. Para evitar problemas posteriores.
Finalmente, Pou le enseñó cómo entrar en Internet para acceder al correo electrónico.
Antes de despedirse, y olvidada ya la primera humillación, Amando quiso agradecerle carnalmente a su amigo lo que había hecho por él, pero Pou rehusó el servicio.
--Hoy no—dijo secamente--. Lo mejor es que cuando llegues al piso te des una buena ducha y te relajes.
--¿Nos veremos? –preguntó Amando sin asomo de disimulo.
--Claro que sí. Pero antes debes cumplir la tercera condición. Te vendrá escrita en el correo. Hoy mismo recibirás un mensaje que te indicará la misión que debes cumplir.
Amando se despidió. Y cuando entró en el ascensor para bajar a la calle, su semblante cambió radicalmente. Una sonrisa abierta apareció en su boca. Había logrado engañar a aquellos dos imbéciles, a Pere y al que él llamaba el Maestro. Y desde luego no dedicó ni un segundo a pensar en lo otro.
Cuando llegó a casa, se duchó a gusto. El agua caliente resbalando por todo su cuerpo era una bendición. Luego, desnudo, se miró al espejo y contempló su cuerpo con curiosidad. Aunque grande y grueso, y hasta algo fofo, no le inspiró el sentimiento de asco de otras veces. Se puso el albornoz y se sentó ante el escritorio. Abrió el portátil y se metió en Internet, tal como le había dicho Pere. Luego escribió su identificación y su contraseña y esperó. No había ningún mensaje todavía. Aquella circunstancia le contrarió. Se puso nervioso. Volvió al baño y se dio otra ducha permitiendo que los chorros calientes de la ducha resbalaran zalameros por su corpulenta anatomía. Luego, puesto el albornoz nuevamente, se tendió en la cama relajado.
Al cabo de un tiempo abrió los ojos. Se había quedado dormido. Se levantó y, presa de una inquietud inexplicable, se dirigió al escritorio. Por fin descubrió en la pantalla del ordenador lo que esperaba tan ansiosamente. Había un mensaje en el correo. Lo leyó apresuradamente. La primera vez no acabó de entenderlo del todo. En la segunda lectura, más sosegada y atenta, comprendió exactamente el contenido del mensaje. O por lo menos se lo pareció a él. Era una orden expresa de convertirse en la sombra de una mujer, una historiadora de arte, que había osado inmiscuirse en las labores sagradas de los Canteros. Añadía el mensaje que, “de persistir la mencionada historiadora en investigar sobre el pasado y el presente de nuestra Secta, te convertirás en su “gestor mortis” y en ese caso deberás privarle de su insolente existencia.” Finalizaba el mensaje con datos sobre el nombre y apellidos de la historiadora y su actual domicilio. En un archivo adjunto venía la fotografía de la mujer.
Amando pulsó la pestaña de “Responder”, y mientras escribía no dejaba de sonreír. Dos veces redactó la respuesta. La que dejó como definitiva antes de enviarla fue la siguiente: “Entendido y obedezco en todo a la organización.”
Media hora más tarde salía a la calle envuelto en su ropa negra y holgada de siempre dispuesto a convertirse, tal como se le exigía en el mensaje, en la sombra viviente de la historiadora.



LA NOTICIA


La crecida del río

















El río de las noticias actuales sigue creciendo con la amenaza de destruir su propio cauce. Si es de Fútbol (lo digo para variar), la noticia escalofriante tiene que ver con los fichajes del Real Madrid. Con la llegada a la presidencia del Club del señor del talonario, dos galácticos fichajes acaban de producirse: el de Kaká y el de Cristiano Ronaldo; entre los dos más de ciento cincuenta millones de euros y el del segundo, el fichaje más caro del mundo (aún ha habido un preclaro intelectual del mundo deportivo que ha comparado la compra de Ronaldo con un Picasso; hay opiniones para todo). Si desean, en cambio, el mundo de la Política, van a salir con las narices tapadas. El río de la corrupción alcanza niveles altísimos. En cuanto a cómo se imparte la justicia, he aquí un caso idóneo para ponerlo en cualquiera de los platillos de la dama ciega: a un juez que se equivoca en un caso grave de narcotráfico le imponen la ridícula multa de cien euros y a un padre a cuya hija violaron, torturaron y mataron por decir que las autoridades no habían hecho todo lo que debían hacer, lo condenan a pagar, ¡ojo!, doscientos cincuenta mil euros. Y si entramos en el plano de la Sanidad, la cosa no va mejor: la gripe A ha adquirido el temido grado de pandemia; eso sí, el Gobierno español extrema las precauciones pese a ser el país europeo que más contagiados posee. ¿Seguimos? El campo de la economía está en vías de llegar a baldío este mismo verano: el paro en aumento, las huelgas igual, el Pocero ha cerrado sus pozos de beneficencia, Garoña corre peligro de cierre y en consecuencia alrededor de mil familias puede quedarse sin trabajo. ¿Y el horizonte? Si al menos las fuerzas políticas dejaran de descalificarse entre ellas y se pusieran a trabajar codo con codo para tirar del carro en la misma dirección. Pero, como siempre, este vicio de hacerlo todo o de derechas o de izquierdas, del PP o del PSOE, está empeñado en no querer salir del atolladero. Y el río de las noticias malas sigue creciendo. Menos mal que los ríos de verdad pueden ceder parte de su caudal a zonas que necesitan el agua ante la inminencia del verano.











EL COMENTARIO



Vivir adrede







Hace poco menos de un mes el escritor uruguayo Mario Benedetti, autor, entre otras obras, de La tregua, Andamios, Canciones del que no canta, La sirena viuda, Buzón de tiempo o La borra del café, cerró para siempre su bloc de notas y metió su bolígrafo en el bote de los lápices. Y hace unos días, de vuelta a Barcelona, adquirí su librito Vivir adrede (Santillana, 2009) dispuesto a pasar un buen rato con él. Vivir adrede es un conjunto de escritos donde Benedetti reflexiona sobre mil asuntos cotidianos que tienen que ver con el mero hecho de vivir. Mientras leía el librito, se me venía a la cabeza la forma de definir que tenía otro gran escritor en lengua castellana, Ramón Gómez de la Serna. Pero dejé eso atrás para dedicarme a redactar una especie de breve diccionario con las quintaesencias que Benedetti destila entre las páginas que componen esta curiosa obra, que divide en tres apartados con nombres muy significativos: 1, Vivir; 2, Adrede, y 3, Cachivaches. Como adelanto de este modesto trabajo mío, copio aquí algunas de dichas quintaesencias:



Sentimientos: Gracias a los sentimientos tomamos conciencia de que no somos otros, sino nosotros mismos.



Miedo: El miedo nos abre los ojos y nos cierra los puños y nos mete en el riesgo desaprensivamente.



Escépticos y optimistas: Los escépticos se burlan de los demás y de sí mismos. Se aburren de creer y no echan de menos las ausencias. Los optimistas vencen al tedio y a la fiebre. Aprenden del ayer y no lo borran.



Optimismo: El optimismo guarda algo de gloria, que no es siempre la de hoy ni la de antes. Hace un nudo con la incertidumbre y llenan su bolsillo de poesía.



Vida: En el modo mecánico de entender la vida hay que adquirir una garlopa sin perdón, una sierra de angustia, un buril de rabieta.



Muerte: Cómo no tener en cuenta que la muerte es la cumbre de la sencillez.



Sencillez: La sencillez es una de las virtudes más complicadas de este viejo mundo. En la sencillez los hombres y mujeres se amparan, se comprenden, se alivian.



Ecos y voces: A partir de los ecos suelen hacerse pronósticos casi siempre falsos. Yo prefiero entenderme con mis voces.

Pasado: El pasado es una colección de silencios.

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