Recordando a Dickens
La caridad comienza en mi casa, y la justicia en la puerta siguiente.
Hay cuerdas en el corazón humano que sería mejor no hacerlas vibrar.
Reflexiona sobre tus bendiciones presentes, de las que todo hombre posee muchas; no sobre tus pasadas penas, de las que todos tienen algunas.
Nunca es tarde para el arrepentimiento y la reparación.
No está en mi naturaleza ocultar nada. No puedo cerrar mis labios cuando he abierto mi corazón.
Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender.
Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes.
Este año se cumplen doscientos del nacimiento de Charles Dickens (Portsmouth, Inglaterra, 7 de febrero de 1812) y no puedo por menos de homenajear al escritor que me hizo pasar momentos inolvidables, primero leyendo novelas como Historia de dos ciudades, Grandes esperanzas o Cuento de Navidad, por no hacer interminable la lista de libros que pasaron por mis manos y mi corazón en tiempos inmemoriales, y luego llevando a la escena el último citado cuando era profesor en el Colegio de cuyo nombre no quiero acordarme, aunque sí de los compañeros y alumnos que colaboraron conmigo en la puesta de escena y en hacer vivir de nuevo al avaro sempiterno Scrooge y a los tres fantasmas de las Navidades pasadas, presentes y futuras, con el correspondiente toque sentimental que me marcó para siempre. El humor, la ironía y la crítica social que siempre acompañó a Dickens hacen de él un modelo que seguir si quiere uno dedicarse a escribir novelas. Personajes como el citado Scrooge, Oliver Twist, David Cooperfield, Amy Dorrit, Pip o Nicholas Nickleby estarán para siempre en el recuerdo del buen lector del escritor británico. Pero es la ciudad de Londres el principal y colectivo personaje de las novelas de Dickens, la Londres que abarcaba desde los bares de los suburbios hasta las calles aledañas al Támesis, y de la que el escritor conocía hasta sus mínimos detalles. Fruto de las caminatas y del amor que sentía por la ciudad surgieron esos prodigios narrativos que tanto gustan a los seguidores de Dickens.
He aquí algunas de sus frase más conocidas:
Hay cuerdas en el corazón humano que sería mejor no hacerlas vibrar.
Reflexiona sobre tus bendiciones presentes, de las que todo hombre posee muchas; no sobre tus pasadas penas, de las que todos tienen algunas.
Nunca es tarde para el arrepentimiento y la reparación.
No está en mi naturaleza ocultar nada. No puedo cerrar mis labios cuando he abierto mi corazón.
Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender.
Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes.
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