De noche la isla es un océano
de luces bajo un cielo donde llueve
y el viento zarandea el parabrisas.
De sur a norte, en busca de un destino
que nos rechaza, el bus
nos conduce, peregrinos de lavas
y dragos que convierten los jardines
en plazas para brujas.
De noche, camino del océano,
la isla es una niña
que se encoge ante el viento temerosa.
No hay rastro del monte de la nieve.
Quizá mañana,
a la luz de otro día,
vuelva a ser Tenerife la señora
coronada de espuma,
entre escollos de lava.
No hay comentarios:
Publicar un comentario