Una vuelta por el Mercadillo de San Antonio
Ayer tuvimos la suerte de volver al Mercadillo de San Antonio. Pero esta vez tenía un aliciente más: poner en contacto con ese mundo de la ocasión y el misterio a mi nieto Xavi. A esa edad, poco más de dos años, llevé yo por primera vez a mis dos hijos a ese lugar mágico donde los libros de viejo y de ocasión adquieren especial protagonismo. Ahora, es verdad que se ha mezclado con vídeos, juegos, minerales, cromos, juguetes, cómics y un sinfín de artículos que poco tienen que ver con la sabrosa lectura y con el pensamiento de miles de autores pertenecientes a lugares y culturas diversos que tu vieron a bien regalarlo por escrito.
Pero sigue siendo un lugar especial donde los niños aprenden a mirar, a palpar, a oír y oler de otro modo, mientras, acompañados de sus mayores, se abren paso entre la riada humana que pasa entre las dos hileras de puestos ojeando aquí y allá, tocando libros y revistas, discos y cromos, oyendo centenares de comentarios sobre lo que se ofrece en cada puesto.
Ayer vi a mi nieto Xavi rodeado de ese mundo de la página y la viñeta, de los murmullos y las sorpresas, y recordé lo que vivieron mis hijos el primer día que me acompañaron al Mercadillo de San Antonio. Todo eran ojos y oídos atentos, como periscopios abiertos a otra realidad, la realidad del domingo por la mañana entre libros que esperan a ser ojeados y gentes que buscan una oportunidad para llevarse a su casa el tesoro de la sabiduría, el milagro de la ciencia o la emocionante sorpresa del viaje nunca realizado. Aunque todavía es muy niño, Xavi disfrutó a su manera la proximidad de ese mundo. A medida que crezca irá descubriendo nuevas facetas de esas visitas matinales al Mercadillo de San Antonio y más cuando su hermanito Martí le acompañe un día también por primera vez. Él será, sin duda, quien le introduzca en la magia de San Antonio.
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