jueves, 22 de agosto de 2013

AUTORRETRATO DE ESPINÁS EN CASTELLANO


                    (A partir de Temps afegit, La Campana, Barcelona, 2001)

 

La vida es azar, desde el hecho del nacimiento hasta el hecho de la muerte.

No tengo la sensación de haber perdido el tiempo, ni tampoco el de haberlo explotado. He gastado el tiempo libremente en actividades y en pausas diversas, sin haberme propuesto ningún plan de inversión.

Tengo tendencia a narrar observaciones y cierta coherencia personal. A estas alturas de la vida me tranquiliza poder continuar escribiendo con libertad. (Temps afegit.)

 

La oscuridad y la claridad hacen la bandera del mundo. (La persiana.)

 

Me gusta ir a pasar ocho días en una ciudad extranjera.

En el momento en que miro el primer escaparate, o espero que el semáforo se ponga verde, o leo en una placa el primer nombre de una calle, es cuando siento que el viaje ha comenzado, que puedo jugar al azar del espacio y sentirme en él señor del tiempo. (Quan comença el viatge.)
 
 

 

 
La mirada tiene una memoria que también envejece. (La finestra.)

 

Me gusta escuchar algunas canciones que recogen un hecho muy concreto de la experiencia humana. Canciones hechas con la inteligencia de la sencillez, porque sus autores sabían que el corazón funciona con pequeños latidos, y las emociones que perduran no son nunca las taquicárdicas.

Una canción capaz de crear un escenario permite que todo el mundo entre en él. (Aquestes cançons.)

 

Si decimos que hay cosas que pasan de padres a hijos es porque la vida individual no puede pasar. Morir quiere decir alzar una barrera impenetrable y, en los hijos, lo que más se ve del padre es su ausencia. Esta ausencia aparece en un gesto, en una manía, porque hemos heredado la manía o el gesto como una fatalidad, mientras que los sentimientos y los pensamientos que había detrás no han podido transmitirse. (Mirar els germans.)

 

No sabría entrar en una platea de teatro abriendo simplemente una puerta, como la puerta del piso, la de la oficina, la del café habitual. El misterio solicita un mínimo itinerario.

Compadezco a los que suben a un barco cuando ya retiran la escala, me gusta estar sentado en la platea de un teatro antes de que el barco empiece a moverse, embarcado en la magia del viaje inminente y, expectante, asistir al nacimiento del primer oleaje. (Seure al teatre.)
 

 

Miro todo lo que hay en las fotos. Muchas cosas. Pero todo se me desenfoca inmediatamente porque cuando miro estas fotos veo en ellas lo que no hay.

Una fotografía inmoviliza lo que reproduce y no puede retratar nunca nada de lo que hay alrededor. Y todo lo que hay alrededor es lo que yo veo cuando miro una fotografía. Una buena foto es la que nos hace revivir lo que no sale en ella, el punto de partida para recuperar lo que se ha hecho invisible. (Fora de les fotografies.)

 

Nunca he creído que un escritor pueda elegir de qué manera quiere ser. Un escritor es como es y escribe como escribe.

Ser un escritor de mayorías o de minorías es una fatalidad incorregible. Está inscrita en los genes de cada escritor, a quien le han tocado un cerebro, una sensibilidad y una aptitud narrativa, descriptiva y de lenguaje que constituyen su identidad natural de escritor. Si ya no ha sido posible inventarse la clase de escritor que uno es, siempre fracasará el intento de inventarse el escritor que uno no es.

Un escritor sólo puede producir vinos de su denominación de origen. Si eso se viera claro, la paz literaria sería un hecho. (La fatalitat de l’escriptor.)

 

Pienso que sin proponérmelo, escribo para algunas personas que pertenecen a uno de estos dos ámbitos diferentes, el minoritario y el mayoritario. Y lo pienso porque algunas personas de una clase y algunas de la otra me dicen que me han leído.

Este hibridismo tal vez proporciona, como compensación, un cierto relativismo higiénico-mental vital. (L’hibridisme.)

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