Mucho y de todo tipo hemos visto, oído y leído durante el año que acaba de morir para siempre, este 2011 tan extraño la mayoría de las veces y decepcionante muchas, del que debemos darnos prisa en olvidar todo lo malo que nos trajo, tanto proveniente de la naturaleza, que anda revolucionada, por no hacer mudanza a su costumbre, como de nuestra misma forma de ser, que lo mismo, de la economía, la guerra o el terrorismo, que casi es peor. Y recordar algunos síntomas que pueden convertirse en el principio de nuestros remedios. Entre lo malo, destaca en el mundo el sunami del Japón que sembró de muerte y miedo aquel país, al que acabó de hundir en la tragedia la explosión de la central nuclear de Fukushima.
Si bien en contraposición a esas noticias catastróficas, sobrevinieron otras de marcado aspecto positivo, si así puede llamarse a las caídas de los gobiernos tiranos de Egipto, Túnez o Libia, el linchamiento de cuyo máximo mandatario fue expuesto en todas las televisiones del mundo, o la desaparición del enemigo público número uno de EEUU, autor de la masacre de las Torres Gemelas de Nueva Cork. En nuestro país también dejó la fuerza incontenible de la naturaleza en forma de terremoto su sello de miedo y luto, destrucción y miseria en la localidad murciana de Lorca.
Y como en el caso anterior, a una noticia trágica, le compensó otra de marcado aspecto positivo y esperanzador para el mundo de la paz y la libertad sin miedo y sin hipotecas políticas, como fue la declaración por parte de ETA de dejar las armas, si bien me temo que dicha declaración estará sujeta a las acciones del nuevo gobierno que las urnas acaban de instaurar, y eso lo dirá el tiempo. Otra noticia, ésta de carácter intemporal y larvado, porque jamás se sabrá cuándo tuvo principio y cuándo tendrá final, es la que se refiere al llamado Movimiento del 15 M, que, si no es avalado por las urnas electorales y el marchamo de la democracia, mucho me temo también que no llegará a buen puerto y todo quedará en aguas de borrajas. El peor de nuestros problemas sin duda tiene que ver con la economía, desgraciadamente dirigida por Europa y los gobernantes de los países más fuertes del euro, especialmente, Francia y Alemania. Las duras medidas que ha adoptado de momento el recién estrenado gobierno español, de carácter claramente conservador, han levantado ampollas en los partidos adversarios, que dudan de su eficacia, sobre todo, para crear empleo, problema fundamental que amenaza arrinconar a nuestro país en un callejón sin salida. La mejor noticia para ser vista, oída y leída en futuro próximo (a ser posible en el año que acaba de comenzar) sería precisamente salir de ese callejón y empezar a ver disminuir la espeluznante tasa de paro, que ya se encuentra en los cinco millones de desempleados.
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