sábado, 30 de mayo de 2009

REFLEJOS DE PRAGA

Otra noche en la Plaza






















Cuando la tarde se lleva a los últimos turistas del Reloj
y el fuerte olor a excremento de caballo impregna el aire,
por fin los adoquines de la plaza respiran aliviados
y se dejan abrazar por la luz de las esféricas farolas.
Las pocas conversaciones que aún quedan en torno nuestro
suenan a recuerdos, a sueños, a pasados vividos y lejanos.
Sólo permanecen, en el otro extremo de la Plaza,
los toldos de las terrazas de los cafés
que despachan las cenas y los vinos.
Y algún que otro fotógrafo que, tras colocar su trípode,
se afana por eternizar una vez más
la blanca luz de la fachada de Nuestra Señora de Tyn
o el palacio rococó donde Kafka estudió durante un tiempo.
Mientras tanto, las pezuñas de los caballos que arrastran las calesas
golpean los adoquines camino de ninguna parte
y Jan Hus y sus compañeros de bronce
guardan silencio en espera de una nueva jornada.

















La lectura y los sentidos




















La lectura es un trabajo de conceptos, de interiorización, de fantasía, de imaginación, de ideas en una palabra y, como mucho de sentimiento, que no de sentidos.
Yo he leído a Praga antes de rendirme con los sentidos a su verdad, a la verdad de su aire y su olor, sus ruidos y su encanto visual.
Una cosa es leer y otra palpar con la mirada.
La Praga de papel dejó de arrastrarme en el momento en que pisé y miré y viví su vida.
El olor de sus calles y el aire fresco de sus mañanas me dan la bienvenida tras desayunar en los sótanos artísticos del restaurante del hotel y enfilar la plaza de Jan Hus y San Nicolás dispuestos a estrenar un nuevo día en esta Praga de piedra negra y dorada como en un damasquinado callejero, cúpulas encendidas, adoquines acharolados y cuestas empinadas, cafés, restaurantes, mercadillos, galerías de arte, conciertos musicales..., todo esto que sabe unir pacíficamente a turistas y paisanos.
Ya no cambio esta Praga que vivo con todos los sentidos ahora mismo con la Praga que hace días, a miles de kilómetros de aquí, aprendía en la letra de los libros.








Música






















En mayo la políglota Praga acuna en sus brazos a la Música,
el más bello y unificador idioma que ha elegido la Humanidad
para disfrutar hermanada.
Junto a la piedra negra de las estatuas de Praga
y las torres más emblemáticas de la ciudad
se levanta con el día y se extiende por todos los rincones
la blanca armonía de la Música.
Desde Smetana a Dvorak, hijos de Praga,
hasta Mozart, Beethoven, Mendelsson o Bach,
pasando por los más grandes padres del pentagrama,
en pasajes y templos, palacios y cafés
heraldos humanos y guías de papel
detienen en cualquier esquina a los turistas
para anunciarles el próximo concierto.
Praga en primavera
se desgrana en música, y los violines
con sus alas comunes llegan a todos los oídos.

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