miércoles, 17 de diciembre de 2008

TIEMPO VIVO

TIEMPO VIVO


I.
A Nasi, mi mujer. A mis hijos,
Esteban y Javier. Y a mi nueva hija, Loli.


El banco favorito y el estanque.
Los llantos de las tórtolas en el pinar vecino.
El aire acariciando los habanos
de las inquietas espadañas. Es
la tarde, el tiempo vivo.
Y nosotros, testigos del presente.
Como dioses. Sin pecado o condena.
Alimentándonos
de nuestro propio éxtasis.
Ni antes ni después,
la hora exacta, ésta
del agua que se empina en la espadaña
y del árbol que devuelve a la tierra
la esencia universal, total, del cielo.
Hora mágica y justa en que el labio enmudece
para que se oiga sólo la palabra
de la mañana niña, ésta que juega
con el sexo impoluto del nenúfar
y la pasión fogosa de la acacia.



Vivir este presente, esta caricia
de invierno y de cerveza, estos donaires
de andamio consentido y cama alegre
donde el amor es cómplice del sexo.
Usar la voz de aquí, el gesto de ahora,
comprobar que la trama de la vida
no es alma de novela:
sólo huella y rastro y gesto y canto
de latido presente,
sencillo compromiso con la esencia
de ser antes que nada flor que muere,
fuego humilde que arde con la leña
que el día le depara con segura
certidumbre final de ser ceniza.
Y aprender del paso cotidiano
que todos somos barros en los dedos
del tiempo o de algún dios
que nos puso de pie una mañana.
Y sin embargo, crecer con madurez
de uva que algún día será vino.
Mientras nos va tejiendo verso a verso
el poema irrepetible
de derrotas y triunfos que es la vida,
cuando la infancia es siempre
y empuja la espiral hacia el futuro,
que a la vez es lealtad a los cimientos.



Acaso este silencio del mar sea
el signo de que el tiempo rompe a veces
su línea de palabras.
De que el ayer es el presente ahora
y mis hijos, mayores, son de pronto
los niños que un día fueron, junto al mar,
entre las rocas húmedas, buscando
el cangrejo ideal de la esperanza.
De que yo mismo regreso a la inocencia.
De que el verso, como un surco sin hielo,
recoge mi semilla, el niño vivo
que espera en la crisálida del sueño.
Me da en la cara el viento del asombro,
el sol me besa en luces de sorpresa
y de las olas que duermen en la orilla
suben aromas que no se habían perdido,
que estaban siempre ahí, cuna y sepulcro,
en la rosa del tiempo sin otoño.
Despierto del ensueño ante las torres
del pueblo que he elegido, sol y mar,
para jugar a veces que soy niño
nimbado por la paz y la promesa.
Abandono la orilla. Suenan lentas
las campanas del templo, tan presentes.

Sin prisa, me reúno con mis hijos.
Me miran tiernamente. Yo les miro
y en sus ojos aún veo que el cangrejo
del tiempo nos espera entre las rocas.

















II.
A mi nieto Xavi


Nacerás algún día, pero ahora
eres dulce promesa, nombre mago
de un ser que desde el agua de la vida
empezó a crecer en alma y esperanza
hacia la luz del día. Eres ahora
mensaje y letra pura, dial del tiempo,
análisis del génesis. Ahora
sin ser eres ya fruto que en la rama
madura del futuro alzas el vuelo
para volar despacio hacia la luz.
Nacerás algún día y me darás
inocente la estrella de tus ojos
y la caricia blanca de tus manos.
Pero ahora, en el agua de la vida,
sin ver aún el sol de la amapola,
sigue tejiendo el hilo de la espera,
sigue creando el nombre de los sueños
mientras vuelas despacio hacia el mensaje
de la historia del hombre reflejada
en tu forma de esfera tan querida.
Nacerás algún día, pero ahora
sigue siendo promesa en mi esperanza.







Me dicen que voy a ser
abuelo dentro de poco,
y empiezo a comerme el coco
pensando si lo haré bien.
Pero pronto me detengo
no sea que pierda el tren
mucho antes de cogerlo.
Cuando venga ese momento
sin duda sabré qué hacer,
y si no lo sé veré
de aprenderme bien el cuento.
Abuelo es otra lección
que sólo se aprende haciendo
de abuelo cuando eso llegue,
cuando hermosamente ciegue
mi luz la luz de mi nieto.
Hasta entonces, que la suerte
cuaje bien la luz que espero,
una luz de alto lucero
que cuando brille a mi lado
venga a darme otro dorado
otoño a mi otoño en vuelo.

1 comentario:

  1. hola, somos Jesica, Marta Valiente y Almudena. Al final si que nos hemos disfrazado: de mimos y de geisha. Te echaremos mucho de menos. Tus alumnas. Un Beso(K)

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