Hace dos días celebramos la familia nuestra reunión anual. El lazo aglutinador es el hermano con mayor edad, que, tras la marcha de nuestros padres, decidió juntarnos a todos los demás, con nuestras correspondientes familias, para recordarlos y agradecerles que nos dieran la vida. Ha pasado mucho tiempo desde la primera reunión y hasta la fecha han ido llegando a la familia nuevos miembros, cuñados, sobrinos, nietos..., por lo que ahora formamos un racimo tan hermoso como abundante. Y para cada reunión yo iba preparando un poema que la recordara. El poema leído en este último encuentro se titula como la entrada y es el siguiente:
A Nato
Vivir, sólo vivir como hasta ahora,
disfrutando lo bueno de cada hora,
y no pensar en lo malo que un día
pueda llegar.
En esto está el secreto, y en no sufrir
demasiado en la piedra que hay que subir;
porque subiendo, pese al esfuerzo duro,
se va viviendo;
que, aunque aguda es la espina, sigue la rosa
perfumando la mano de quien la toca.
Ése es el precio que pagamos gustosos
por tener tiempo;
por tener aún mañanas en el camino,
una caricia nueva y un nuevo libro,
y la cerveza que nos sabe a esperanza
y a vida buena.
Vivamos sin buscar preocupaciones,
cercanos a los nuestros y sus razones,
y no esperar milagros que nos confunden
la luz y el pan.
Vivir, sólo vivir,
y alguna vez soñar.
Caldetas, 20 de octubre de 2013
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