martes, 8 de mayo de 2012

Instantáneas de la isla del Teide


SANTA CRUZ

Los tranvías siguen su trazado sorteando el tiempo bajo una navegación extraña de celajes.
Nosotros damos con los arcos morunos, el azafrán más barato de la isla, si lo comparamos
con el de la Casa de los Balcones, casi un robo si no fuera razón o causa del turismo,
una fuente donde el agua calla y unos pasteles de la isla en el Mercado de Nuestra Señora de África.
Aún atravesaremos semáforos y plazas con dragos escondidos, aún daremos con la fachada de la Casa de la Amistad, y semioculta por redes la iglesia de la Concepción, antes de bajar a la plaza de España y verla patas arriba, como después de una batalla,a la vista de los viejos volcanes aserrando
las gasas de las nubes más osadas.
Miramos hacia arriba. Siempre en la isla hay que mirar arriba porque allí nace la luz y vive el padre Teide derramando sus bendiciones.
Y descubrimos piedras domadas por el hombre, estatuas que vigilan atentas desde el sueño
los ecos de las balas, los insultos que sembró el cainismo entre las calles y los vecinos de los pueblos más pequeños, más callados, desde el ardiente sur hasta el altivo norte, pasando por la estepa de quijotes y sueños de molinos sin futuro del corazón de España.
Después las ramblas, las calles peatonales, los comercios con sus saldos falseados y la vida cabrona que nos duele detrás de cada esquina, pese a estar de turismo jubilar, los transportes, el regreso al hotel y la caricia final de la almohada.


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