Entre el arte, la vida y la literatura
sVolver a Barcelona es regresar a la vida de siempre entre el arte y la literatura. Después de algún tiempo sin visitar Caixa Forum, ineventamos un pretexto para volver a dar una vuelta por sus salas y de paso dejar andar a nuestros pies por los sitios que antaño (que es siempre) significaron algo en nuestra existencia. Esta vez con triple sorpresa en Caixa Forum: dos muestras importantes de la obra pictórica de Goya y Delacroix y unos retratos periodísticos de Pedro Madueño. De los cuadros expuestos del pintor romántico francés destaco el que presenta a Horacio y Hamlet en el cementerio ante el cráneo de Yorick, el Naufragio de Don Juan, o el de Grecia expirando sobre las ruinas de Mesolongion, sin olvidar sus autorretratos. De Goya, me quedo con el de los niños que suben a un árbol, la maja vestida (eché de menos en la exposición el equivalente desnudo), El parasol o algunos caprichos referidos a las brujas y al mundo del diablo, al que tan aficionado era el pintor español, sin olvidar el que aparece en el folleto de la exposición. Sorpresa parecida me llevé al presenciar los retratos periodísticos (entre 1977 y 2012) de Pedro Madueño. Son retratos que aparecieron su día en La Vanguardia y captan un momento esencial de la vida y ocupación de los retratados (pintores, escultores, cocineros, novelistas, poetas actores, etcétera, entre los que destacan Marsillach, F. Adriá, Tapias, Chillida o Martí i Pol y José Hierro, dos de mis poetas favoritos.
Luego el sol y Montjuic. Las calles y el ambiente de este barrio de mis amores. Cerca está la casa donde viví con mis padres y hermanos hasta casarme. Entrar de nuevo en el piso fue volver al pasado, a aquellos años de universidad y amigos pintores y poetas, de las correrías por la ciudad condal en busca de emociones entre versos escritos en servilletas por los bares, galerías de arte, alguna que otra exposición personal y audiciones de discos de los Beatles y las canciones de los festivales de San Remo, siempre todo en buena compañía.
Volver al piso donde la vida y la muerte se abrazaron en tan pocos años ha sido sentir de nuevo las voces de los míos, de los que se fueron y aún continúan teniendo sueños y ganas de vivir. Jamás dejaré de dar gracias a Dios por permitirme recordar (por eso, volver a vivir) muchos de mis mejores momentos, representados por aquel cuadro de la anciana cosiendo que pinté en los años sesenta y aún preside el comedor, sala bendita que conserva tantas respiraciones, planes y cariños familiares.
Ahora hay que seguir con estos que urgen y me llevan por el río de la luz y la ilusión hacia un mar ojalá lejano todavía.
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