sábado, 10 de abril de 2010

OB (SESIÓN) DE CINE

FANFÁN EL INVENCIBLE





La escena en que el espadachín salva al niño tras luchar en el tejado con la espada contra un oficial del ejército es una de las que lleva grabadas con más fuerza en su alma desde que viera las aventuras de Fanfán la Tulipe (Gerard Philipe) en el cine Principal de la ciudad de su infancia. Iba a aquel cine con los amigos del barrio a la sesión de la mañana, y cuando acababa la película salían imitando a los personajes de la película, escondiéndose en los portales de la calle de los Herreros para sorprender a los más rezagados. Entonces, dejaban su escondrijo de repente moviendo la muñeca como si su mano esgrimiera una espada invisible, acorralaban a sus presuntos enemigos contra la fachada del Hospicio para asestarles la última estocada, la que les producía la muerte instantánea. Esperaban a que el herido se dejara resbalar hasta quedar sentado sobre la acera inmóvil, con los ojos cerrados y los brazos caídos a lo largo de su cuerpo. Finalmente, con la punta del pie, acababan de tumbarlo sobre las baldosas de la acera ante la mirada asombrada de los mayores que pasaban a su altura. Luego, muerto y matador, se abrazaban riendo y seguían su camino hasta el puente de piedra, al otro lado del cual, les esperaban en el barrio los desafortunados que no habían podido ver Fanfán la Tulipe para escuchar de sus labios la narración de su historia sazonada con onomatopeyas y gestos cada cual más apasionantes.
Desde su ventana el niño paralítico los miraba con envidia correr y saltar por encima de las vigas de la plazuela esgrimiendo espadas de madera y matándose en broma centenares de veces para volver a resucitar a los pocos minutos y entablar una nueva batalla. Él también lo veía y paraba su ejercicio de esgrima para saludarlo con la espada en alto y una sonrisa agridulce.
Ahora, ya adulto, recordaba con la misma sonrisa el día en que le regaló al niño paralítico la espada de madera imitación de la de Fanfán la Tulipe que había pulido con la navaja que se había comprado para Reyes. El pobre niño estaba recostado sobre el sillón de almohadas que su madre le preparaba antes de entregarse a la lectura de los cuadernos de aventuras que cambiaba con otros chicos del barrio y con él mismo. Dejó el cuaderno y cogió la espada mientras una sonrisa triste afloraba a su boca. Luego le pidió que le contara la película y él le habló del ejército francés de Luis XV, del reclutamiento de Fanfán y de su enamoramiento de Adeline (Gina Lollobrigida), hija de un oficial… Y el chico movía la espada y sonreía, y en sus ojos se veía el sueño de jugar en la plazuela con los demás niños normales.
Ahora, ya adulto, recordaba que el niño paralítico por un momento había recobrado el don de andar, correr y saltar como los otros chicos, gracias a la espada de madera de Fanfán el Invencible, como ellos llamaban al espadachín. Recordaba todo eso mientras la espada de madera de sus juegos de niño colgaba de la estantería de los libros viejos. Alzó los ojos para mirarla una vez más, y los tenía empañados por las lágrimas.

2 comentarios:

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