miércoles, 7 de abril de 2010

IMPRESIONES VENECIANAS




PERSONAS

Sensación en el embarcadero de San Zaccaria: los vaporettos vienen y van llevando y descargando estupefactos viajeros que llevan los ojos saturados de belleza.

El Puente de los Suspiros se ha convertido en el puente de las miradas y de la publicidad, mientras que desde el Puente de la Paglia las ovejas humanas no dejan de balar barbaridades sobre el famoso puente por donde pasaban los condenados a muerte a enfrentarse con su destino.

El Campanile de la Piazza está en cuarentena: una bufanda de hierro lo aísla de posibles contagios de las hordas que pululan en sus proximidades.

¿De qué nos sirve eternizar lo que vemos en un papel o en una cámara de fotos si acabaremos yéndonos nosotros también un día?

El hecho de que en la Riva dei Schiavoni no haya ni una sola paloma se debe a que los innumerables rebaños humanos ocupen hasta el último centímetro del suelo.

El Romanticismo de Venecia huye despavorido de este barullo desconcertante de las hordas humanas atestando puentes, calles, plazas, fondamentas…

La luna mira asombrada al imponente Colleoni montado en su caballo, mientras un grupo de chicos y chicas en viaje de estudios rompe el encanto con sus voces y juegos a la puerta de San Zanipolo.

Si no te pierdes al menos una vez en Venecia es que no te has dejado llevar por el azar del laberinto de puentes, canales y fundamentas de la ciudad.

Cenar en Estrada Nuova mirando a la calle y viendo pasar a la gente camino de cualquier parte y de ninguna es estar en todas partes a la vez y en ninguna (algo así debe de ser el misterio de la vida y de la poesía).

“Venecia es el tipo de ciudad en que tanto los forasteros como los nativos saben de antemano que estarán exhibiéndose.” (J. Brodsky, Marca de agua.)

No sé a qué se deberá, pero una cerveza tomada en una mesa al aire libre en Venecia, salvando todas las papanaterías del mundo, sabe a gloria bendita. Desaparecen los problemas como por arte de ensalmo. Y sólo existe el momento, ese momento, vivido al instante, sin pensar en lo que se ha poseído antes ni en lo que te poseerá después, dentro de un rato, mañana.

Sentado sobre una silla del antiguo coro de la basílica, se ve más cerca el mundo profundamente callado de la historia, el arte, la religión y la muerte.

Tiépolo sabe tratar la Pasión de Cristo con verdadero sentido del dolor en medio de la vida de siempre.

Lo bueno de Venecia y de la imaginación del viajero atento, ambas cosas íntimamente enlazadas, es que en cualquier momento por uno de estas calles podría pasar caminando el propio Vivaldi con su violín bajo el brazo camino de la recogida reunión de amantes de la música en cualesquiera de estos palacios asomados a los verdes y animados canales.

La música participa del propio lenguaje de los italianos, en especial de los venecianos.

¡Con qué tranquilidad y parsimonia los muertos duermen su sueño más prolongado ante las hordas de los visitantes!

Sentado sobre la madera historiada e ilustrada del coro, aprendo a contar cada segundo de mi vida, a contarlo y a vivirlo, que es lo principal.

Desde que don Francisco de Quevedo pasó por esta Venecia a hoy parece no haber pasado el tiempo. Sólo el que quiera el presunto lector de estas impresiones. La conjuración persiste.

Los manta venden ilusiones y alegrías junto al Puente de los Suspiros como si quisieran quitar hierro a las cercanas prisiones de la historia, que son prisiones de todo tiempo.

En cuanto anochece, Venecia se duerme antes que cualquier otro sitio del mundo, y es lógico que sea así después de la paliza inmensurable de pasos y voces a que la someten las hordas humanas.

Amarse en Venecia en convocar a tu cama a la misma Venus. Todo el tiempo se concilia en la unión.

La mañana empieza a vivir en los canales antes que en las calles.

Recordaré, cuando no esté aquí, las campanadas de Santi Apostoli a la hora de desayunar.

Y cuando, de pronto, te encuentras a tu hijo a mil kilómetros de España, la sorpresa supera cualquier emoción, como hoy en Venecia, camino del embarcadero del vaporetto.

Es en los embarcaderos donde el viajero se da cuenta de que anda siempre sobre el mar.

En la tumba de Joseph Brodsky (LETUM NON OMNIA FINIT) duerme el poeta y vive toda Venecia en su Marca de agua.

En el buzón de la tumba de Brodsky he dejado una prueba de mi paso por aquí, paso que se detendrá un día como el suyo.

Buena idea la de plantar un rosal sobre la tierra que cubre al poeta. Siempre habrá unos versos perfumando su recuerdo.

Helenio Herrera, junto a la tapia del recinto Evangélico, ha encontrado una vitrina de piedra para sus triunfos deportivos y ha marcado su mejor gol a la muerte. En una jarra de piedra duerme su ayer.

Igor Stravinsky duerme al sol su muerte mientras los mirlos lo acompañan con su música sin partitura.


Claustros de soledad, arcos y columnas de silencio. En San Michele tienen la suerte de que las hordas turistas no los invadan ni perturben con sus gritos y carreras.

“Venecia es como Greta Garbo nadando.” (J. Brodsky, Marca de agua.)

Se nota que estamos en el corazón de Cannaregio: la gentes semiacuáticas, casi ranas, dejan de pronto sus barcas en el embarcadero de sus casas y desaparecen escaleras arriba hacia su descanso diario.

Santa María dall’Orto es la iglesia de Tintoretto.

Campo dei Mori: los cuatro moros y la casa de Tintoretto todo un mundo mágico para una sola y mortal mirada.

Sobre el canal, junto al cuarto moro, la casa del pintor, su efigie, su placa y su recuerdo librándose de la piedra.
Por debajo de la ventana de nuestra habitación pasa con su lenta majestuosidad nocturna una góndola cargada de amor.

Cuando llegas a tu hotel y usas tus tres llaves (una para la puerta de la calle, otra la para la puerta del hotel y la tercera para tu habitación), llegas a creerte que llevas aquí en Venecia todo el tiempo del mundo, que el palazzo es tuyo y que de un momento a otro va a llegar en barco tu misteriosa visita.

Lo bueno de un cicerone (el caso de mi hijo recién aparecido) es que gracias a él llegas antes y mejor a los sitios; lo malo es que se evapora de golpe el azar de los hallazgos inesperados.

El cansancio en Venecia puede llegar a impedir que se disfrute al máximo de la belleza que ofrece a cada instante en cualquier esquina. Pensar en las piernas es olvidarse un poco de la belleza.

Dos vaporettos que se cruzan en el Gran Canal son dos mundos que se contraponen. Los que vamos en uno y en otro nos decimos adiós en silencio y con un poco de tristeza, seguros de que nunca más volveremos a encontrarnos.

Ahora mismo, mientras navego con los míos a la vista de los palazzi asomados al Gran Canal tengo tantas impresiones confundidas, que no acierto a expresar ninguna.

Al caer la noche, la gente joven parece haber quedado de acuerdo en reunirse en la plaza de Santa Margarita.

Sólo quien navega en la noche por la serpiente acuática del Gran Canal puede entender la frase de la canción de Aznavour: “el sereno canal de romántica luz”, con la ventaja de que aún puede seguir soñando.

El que padezca de insomnio tiene a mano la ayuda que lo salvará: Radio Venecia.

En San Michele la tumba del poeta Joseph Brodsky es una jardinera donde brotan los rosales con una fuerza primaveral inusitada. Sin duda las rosas pretenden acompañarlo en una primavera eterna.

En Ca d’Oro se separan nuestros caminos: nosotros abandonamos el vaporetto y nuestro hijo sigue navegando hasta San Marcuola.

La música del vaporetto acompaña el recuerdo de la voz de Pavarotti.

Si quieres experimentar la impresión de estar viviendo en Venecia, alójate por unos días en un viejo palazzo de Cannaregio, abre la ventana que da al canal y escucha el suave pasar de una góndola, mientras en el cielo lechoso, sobre los palazzi de enfrente, asoma el campanile de una iglesia.

Sólo los venecianos y quienes conocen los secretos de Venecia saben beber en las fuentes callejeras: tapan el caño con la mano y beben del chorro que sale por el orificio superior.

Hay turistas que sólo saben ver a través del objetivo de sus cámaras.

El vaporetto es un autobús flotante que hace soñar y bailar sin música a los viajeros.

Los auténticos venecianos nunca pasan entre las dos columnas de la Piazzeta de San Marcos porque en este lugar ejecutaban antiguamente a los condenados a muerte.

En San Giorgio Maiore descubro en el camino poco transitado de la subida al campanile la estatua yacente del Capitán Pietro Civran esperando el juicio final al pie del Cristo resucitado de Longhena.

Antes de salir de San Giorgio contemplamos el martirio de nuestro santo (padre e hijo nos llamamos Esteban), excelente pintura de los Tintoretto (padre e hijo también).

Venecia es una ciudad para marineros: la mayor parte del día la pasamos sus visitantes yendo de un vaporetto a otro.

Las dos máscaras más proverbiales del Carnaval de Venecia son la Bauta y la llamada de la Peste, cuya forma está inspirada en la mascarilla que se ponían los médicos durante la terrible pandemia.

Mientras veo desde esta orilla de la Guidecca el rosado museo de Vedova en la otra parte de la laguna, ahora me arrepiento de no haber encendido la vela que había sobre su tumba en San Michele.

Palladio ilumina sus templos valiéndose de la luz externa, aunque sea escasa como la de hoy bajo la niebla, por medio de sus ventanales, estratégicamente situados en varios niveles.

Resulta paradójico que una catástrofe como la peste haya originado un espacio construido con tanto equilibrio, majestuosidad y calma iluminada como el Redentore de la Giudecca.

¡Qué hermoso entorno se fabricó Veronese para refugiarse en su iglesia favorita después de muerto! ¡Con su busto, su placa y su órgano!

En el campo de San Giacomo dall’Orio puede leerse en una placa: “La soledad no es estar solo, sino amar a os otros inútilmente.” Sin comentarios.

El gondolero es un deportista por partida doble: practica el equilibrismo sobre la góndola y emplea la pértiga para saltar los sueños del romanticismo.

Lo bueno de deambular al azar por Venecia es que, junto a una música de época, puedes tropezar con dos figuras que van al carnaval, sombrero, ropaje negro hasta los pies y máscara de bauta.

En Venecia, cuanta más información estética poseas, más disfrutarás de sus centenares de obras de arte.

Colleoni parece querer descabalgarse al llegar a esta plaza. Tira de las riendas del caballo con la mano izquierda mientras que el pie del lado opuesto aprieta el estribo para desmontar mejor por ese lado.

El Florián sigue tocando la misma música que hace veinte años, la música de la nostalgia de los veinte años anteriores.

El día acaba del mismo modo como empezó el día esta mañana: con la niebla devorando el canal, el puente y el gondolero.

Aquí estamos dando vueltas alrededor de La Fenice para representar el acto de nuestro extravío. ¡Qué felicidad perderse alguna vez en Venecia, en su bello laberinto de callejas, puentes y canales!

Cuando el cicerone se equivoca, aumenta la ventura y la aventura del hallazgo.

San Stefano se convierte en el alivio momentáneo de nuestro afán andariego. Columnas, arcos ojivales, arcadas desiguales del altar, pinturas, esculturas…, detalles artísticos que se empequeñecen ante el magno silencio que se abate desde las altas bóvedas y derrama su calma secular sobre el suelo rosa y blanco, tan veneciano.

Venecia nos dice adiós mientras suenan fanfarrias y músicas de partidos políticos y la niebla extiende su gasa sobre el Gran Canal, a la altura del Puente de Rialto.




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