UNA LECTURA DE EL HEREJE
Miguel Delibes (Valladolid, 1920) cuenta en su haber novelístico con más de cincuenta títulos, el último de los cuales es El hereje, publicado el año 1998 en Destino, editorial a la que está ligado profesional y afectivamente desde que ganara el Nadal en 1947 con La sombra del ciprés es alargada.
Leer El hereje es leer al Delibes anterior y de siempre, al escritor cazador y amigo de su tierra, y estar dispuesto a encontrarse con los guiños narrativos y estilistas del veterano escritor. De ahí que, como ya hizo con otras novelas suyas (caso de Las ratas), lo primero con que topa el lector nada más abrir las páginas del libro es un par de planos de los alrededores geográficos de Valladolid y de la ciudad castellana misma, que es el escenario en que se desarrollan los hechos que, en este caso, se refieren al siglo XVI. Por este último detalle y otros más importantes que se mencionarán a lo largo del estudio podemos afirmar que El hereje es una novela histórica.
El hereje tiene cuatro partes, de las cuales la primera, titulada PRELUDIO, es insoslayable si se quiere entender el nudo y el desenlace de la novela. De ahí que, como es lógico por otro lado, comencemos este breve estudio por la parte mencionada.
El PRELUDIO nos presenta al personaje central de la novela, Cipriano Salcedo, un comerciante vallisoletano, navegando a bordo del barco alemán el Hamburg rumbo a España procedente de Alemania, país al que ha viajado para hacerse con varios libros relacionados con el protestantismo para llevarlos a Valladolid donde existe una secta mandada por el Doctor Cazalla y a la que pertenece el propio Salcedo. Durante la travesía entablará conversaciones con el capitán del barco, Berger, y un sevillano llamado Tellerías, también seguidores de las doctrinas protestantes. Sin embargo, los tres personajes difieren en su apreciación por las doctrinas que instauró Lucero. Y así, mientras el capitán Berger es partidario de Lucero, Cipriano Salcedo lo es de su discípulo Melanchton, con el que se acaba de entrevistar en Alemania, y Tellerías es un ferviente seguidor de las teorías de Calvino, que en Suiza ha formado una rama más rigurosa y exigente de las doctrinas propugnadas por Lucero. ¿Y cómo nos presenta el novelista toda esta información? Debemos afirmar que del modo más tradicional: el relato se estira con naturalidad y cuando hay que describir a los personajes o las estancias y lugares del barco en que navegan, se comporta como nos tenía acostumbrados en otras novelas, con toques impresionistas y selectivos (“…un hombre menudo, aseado, de barba corta, al uso de Valladolid, de donde procedía, tocado de sombrero…”) y con riqueza de vocabulario (el léxico referido, por ejemplo, a los elementos y partes del barco es riquísimo y hasta en ocasiones abrumador), sin olvidar las manías atribuidas a los personajes, como a Tellerías jugar con su pipa, al capitán Berger acariciarse la barbilla o a Salcedo sus pequeñas y gordezuelas manos. En cuanto al diálogo que mantienen los personajes, dado el cariz de ciencia y doctrina de que tratan, Delibes se muestra más pedagógico que nunca, al exponer en boca de cada uno con suma claridad las particularidades y exigencias del protestantismo de Lucero, Melanchton y Calvino, respectivamente.
El PRELUDIO nos presenta al personaje central de la novela, Cipriano Salcedo, un comerciante vallisoletano, navegando a bordo del barco alemán el Hamburg rumbo a España procedente de Alemania, país al que ha viajado para hacerse con varios libros relacionados con el protestantismo para llevarlos a Valladolid donde existe una secta mandada por el Doctor Cazalla y a la que pertenece el propio Salcedo. Durante la travesía entablará conversaciones con el capitán del barco, Berger, y un sevillano llamado Tellerías, también seguidores de las doctrinas protestantes. Sin embargo, los tres personajes difieren en su apreciación por las doctrinas que instauró Lucero. Y así, mientras el capitán Berger es partidario de Lucero, Cipriano Salcedo lo es de su discípulo Melanchton, con el que se acaba de entrevistar en Alemania, y Tellerías es un ferviente seguidor de las teorías de Calvino, que en Suiza ha formado una rama más rigurosa y exigente de las doctrinas propugnadas por Lucero. ¿Y cómo nos presenta el novelista toda esta información? Debemos afirmar que del modo más tradicional: el relato se estira con naturalidad y cuando hay que describir a los personajes o las estancias y lugares del barco en que navegan, se comporta como nos tenía acostumbrados en otras novelas, con toques impresionistas y selectivos (“…un hombre menudo, aseado, de barba corta, al uso de Valladolid, de donde procedía, tocado de sombrero…”) y con riqueza de vocabulario (el léxico referido, por ejemplo, a los elementos y partes del barco es riquísimo y hasta en ocasiones abrumador), sin olvidar las manías atribuidas a los personajes, como a Tellerías jugar con su pipa, al capitán Berger acariciarse la barbilla o a Salcedo sus pequeñas y gordezuelas manos. En cuanto al diálogo que mantienen los personajes, dado el cariz de ciencia y doctrina de que tratan, Delibes se muestra más pedagógico que nunca, al exponer en boca de cada uno con suma claridad las particularidades y exigencias del protestantismo de Lucero, Melanchton y Calvino, respectivamente.
Por otra parte, el PRELUDIO sirve para adelantar al lector detalles que tienen que ver con el resto del libro, como la psicología del protagonista, relacionada en parte con la presencia del padre en su vida (de la cual se nos hablará en las partes siguientes del libro), las actividades del Doctor Cazalla y su familia, que se expondrán largo y tendido en el resto de la novela, o la presentación de otros personajes cuya influencia desencadenará el desenlace de la misma o, simplemente, sirven de enlace entre el Preludio y las otras tres partes de El hereje, como don Carlos de Seso, en el primer caso, o Vicente, el criado de Salcedo, que le espera con dos caballos en el muelle tras la travesía del Hamburg.
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