viernes, 28 de agosto de 2009

MI CONCURSO DE PINTURA RÁPIDA DE TOSSA DE MAR

La 53ª edición, 2009














El próximo domingo 30 de agosto volveré a repetir una experiencia emocionante, la de participar con mi pequeño granito de arena en el Certamen de Pintura Rápida de Tossa de Mar, el decano de España. Es emocionante acercarse a La Nau para rellenar la inscripción y sellar el cuadro que por la tarde debe ser entregado en el mismo edificio (sobre las ocho de la tarde tiene lugar el fallo del concurso y posteriormente se inaugurará la exposición de las pinturas presentadas hasta el 30 de septiembre) y ver de paso a los concursantes que, armados de sus cachivaches de pintura y procedentes de todo el territorio nacional, traen los ojos llenos de ilusión y la cabeza de ideas con encuadres, rincones de Tossa y mil planes que llevarán a término cuando salgan de La Nau, ya inscritos y con el cuadro sellado, y se apuesten en cualquier encrucijada del pueblo para representar el mar, una calle, el chiringuito de la playa, las murallas de la Vila Vella o cualquiera de las atractivas calles de este pueblo encantador de la Costa Brava. Lo bueno de este día es que con antelación cada uno de los participantes (al menos yo lo hago) lleva toda la semana previa dándole vueltas a la imaginación sobre qué motivo va a escoger para plasmarlo en su cuadro. En lo que a mí respecta, puedo decir que el año pasado me ocurrió algo parecido, pero a última hora y ante el blanco del lienzo, cambié de idea y la emoción y el trabajo fueron mayores. Pensaba hacer un bodegón de peces y ostras con algún rincón de la Vila Vella al fondo, pero a última hora, mientras revisaba a Feininger, se me ocurrió hacer algo en homenaje al pintor alemán y acabé presentando al concurso el cuadro siguiente:




Y aquí estoy, el día anterior al Certamen, pensando todavía en la obra que mañana presentaré en él. Tal vez pinte el bodegón de peces y ostras que pensé realizar el año pasado. Tengo hechos algunos bocetos sobre ello y uno de ellos se acerca a lo que me gustaría entregar mañana. Sobre una mesa en primer término aparecerá una botella de vino y un plato con cuatro o cinco peces, cuyo color aún no he decidido, aunque podrían ser salmonetes y en ese caso tendría que vigilar los tonos de los rojos para que el cuadro no cantara demasiado; y en el ángulo derecho de la mesa, que formará un imaginario marco con el motivo de la Vila Vella (tal vez la calle del restaurante, tal vez el patio de armas, porque ambos motivos me satisfacen por igual), dos o tres ostras abiertas, cuyo gris verdoso dará un toque lírico al cuadro. Ya veremos mañana, cuando me enfrente al blanco del cuadro y trace con ceras las líneas del dibujo base.


Finalmente, llega el día esperado. A estas hora de la mañana Tossa está desierta. Cruzo la avenida con el cuadro en blanco a cuestas camino de La Nau. Encuentro con viejos conocidos que también participan en el Certamen, unos con óleo y otros con acuarela. Nos deseamos suerte y con el soporte sellado y la inscripción hecha, cada uno a su rincón, a empezar la carrera contra los nervios y la lucha contra la forma, la línea y los colores. Antes desayuno en la terraza mirando fijamente el blanco del cuadro como intentando ver en él la futura composición. Luego las horas de trabajo, mientras mi mujer baja a la playa, corrigiendo, añadiendo más color, quitándolo, reduciendo con el blanco de esmalte (técnica que empleo desde hace un tiempo para dar brillo a los colores) algún tono subido o tapando alguno que destaca demasiado... Luego, a mediodía, dejo en reposo el cuadro y bajo al pueblo, a las inmediaciones de la playa, para echar una ojeada a los pintores apostados allí y mirar cómo van en sus respectivas obras. Me doy un baño y subimos a casa para comer. Antes veo de nuevo el cuadro y durante la comida pienso en los últimos toques. Hay cosas que arreglar o mejorar: las cortinas, el pez rojo, los brillos de la botella, el tono apagado del patio de armas de la Vila, el rojo de la mesa, los brillos de las ostras... qué sé yo. De nuevo los nervios.

Pero, por fin, tras alguna hora más de retoques y enmiendas, doy por acabada la pintura (en realidad, nunca, en mi caso por lo menos, ninguna pintura está acabada) y la entrego en el edificio de La Nau dentro del plazo que señalan las bases (ya adelanto que no concurso para ganar ningún premio de pintura, sino para superarme a mí mismo, que también es ganar). Ahora, mientras escribo estas líneas y veo la foto del cuadro, que incluyo a continuación, vuelvo a pensar en todo lo que cambiaría en él. Como en la misma vida (si pudiera). Pero así soy yo, un perfeccionista incorregible (vaya paradoja).







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