lunes, 10 de agosto de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

La Hora XXV































Hablando de colecciones de libros que me he subido a Tossa, entre otras cosas porque ya no me caben en mi residencia habitual, debo mencionar una que fui reuniendo domingo tras domingo de visita al mercadillo de San Antonio en los primeros años de mi llegada a Barcelona. Me refiero a un centenar de revistas de pequeño formato y en forma de libro destinadas a los médicos y profesionales de la medicina en general, incluidos los farmacéuticos, que llevaba el nombre de La Hora XXV al servicio del médico. Se encargaba de su publicación la editorial Lye, cuya redacción y administración tenía su sede en Nuestra Señora del Coll, 14-16 (Barcelona-6) y cuyo director era Vicente Esquiroz. La Revista poseía una tirada de 42000 ejemplares y su distribución era gratuita a todos los médicos y farmacéuticos españoles por gentileza de las firmas que se anunciaban en su interior. Pasé ratos muy divertidos leyendo los relatos que contenía cada número y ojeando otras secciones suyas igualmente entretenidas, todas plagadas de anuncios de medicamentos que abarcaban páginas enteras intercaladas aquí y allá, así como varias dedicadas a humor gráfico con asuntos médicos. Más de una vez he recurrido a esos chistes para engrosar mi modesto acervo social (el de contar chistes con cierta gracia lo considero beneficioso para estrechar amistades). Por otra parte, también me inspiré para mis pinturas en los dibujos que encabezan sus narraciones (un caso concreto que aún puede dar fe de ello es el cuadro al óleo en blanco y negro de la vieja que cose que cuelga de una de las paredes del comedor de mi primer piso de Barcelona, de cuando aún vivían mis padres). También disfruté de lo lindo leyendo los versos que en muchos números de la revista aparecen en la sección titulada Rincón de Poesía. Por lo general cada revista lleva en la cubierta (salvo alguna que, como la que encabeza este artículo, representaban objetos y artefactos propios de la medicina o la farmacia) la efigie del escritor, nacional o extranjero, cuya narración o narraciones incluía la revista en cuestión. Respecto a la estructura de cada número, venía a ser la siguiente: En primer lugar aparecía el Editorial, en el cual la redacción hacía referencia a algún asunto relacionado con la profesión, ya fuera para hablar de mejoras o deficiencias de material médico o sanitario, ya para anunciar actividades o programaciones propias del gremio médico. Le seguía el Sumario junto con los créditos de la revista, dirección, impresión, registro o depósito legal. Luego había una página dedicada a Nuestra portada, donde se hacía una semblanza del escritor elegido y que mayor presencia tenía en la revista. A continuación empezaba el apartado dedicado a las narraciones, que era el cuerpo principal del librito. Gracias a ellos, en los años sesenta amplié de forma considerable mis conocimientos de la narrativa breve tanto nacional como extranjera. Para que el lector se haga cargo del contenido de La Hora XXV, citaré un solo caso, el del número133, dedicado a Hans Christian Andersen. Además de la novela corta La hija de los pantanos, del escritor danés, relato que está escrito para contar en familia y cuya lectura recomiendo encarecidamente, se hallan los relatos y autores siguientes: La paz de Mowsle Barton, de "Saki" (Héctor Munro), Retorno a Casa, de Indro Montanelli, Jacqueline, de Luys Santa Marina, o Un ladrón afortunado, de Guy de Maupassant. Representación más universal no se puede pedir. Continuando con la estructura de la Revista, tras el cuerpo destinado a la narración literaria, variada como hemos visto, la revista contenía unas cuantas secciones fijas, como Premio de Oro, que ofrecía en una página la relación de premios ofrecidos y en las siguientes las bases que regían el Premio así como el boleto para participar. Ventana de las Artes era otra sección que firmaba Carlos Cid, quien en cada número presentaba un tema unitario (El llanto de Eos se titula el del número que hemos escogido como ejemplo). Cámara miscelánea fotográfica era otra sección, en la que se daban consejos prácticos para obtener buenas fotos ("Haga fotos nocturnas al exterior"). En Stop-Peligro, sección patrocinada por Pirelli, se comentaba un caso de accidente de tráfico del que hubiera sido testigo un doctor indicando, según su parecer, las posibles causas del mismo y acompañando la documentación gráfica pertinente; la Revista otorgaba un premio al comentario mejor valorado por sus representantes (el objetivo era bien claro: lograr que el médico aportara su experiencia en uno de los más delicados aspectos del accidente de tráfico, como es el de la inmediata asistencia a los accidentados). Se cerraba la revista con una de las secciones que más me gustaban, el Rincón de Poesía, que estaba encargado a Juan Chacón y que cada número estaba dedicado a un poeta nacional casi siempre. Una revista completa que, con el paso del tiempo, además de ofrecer un sinfín de relatos variados y entretenidos de la literatura universal de todos los tiempos, es filón inestimable para conocer qué medicamentos se empleaban hace cuarenta y cincuenta años en nuestro país y el lenguaje que se utilizaba para hacerlos más cercanos (sólo copio algunos ejemplos para que se pueda juzgar lo que digo: "Ayudando la función hepática. Salcedol, sales efervescentes..." "Sevilmina, 24 cápsulas. Seguridad en la terapéutica antibiótica". "Agradabilísimo sabor, perfecto contraste, fácil evacuación. Bario-cidan." "Afrontando riegos en infecciones gramnegativas? Considere... Kantrex.", etcétera). Lástima que hoy en día no pueda aprovecharse uno de revistas así.

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